En la película Simón, la desgarradora “ópera prima” del director venezolano Diego Vicentini que narra la tragedia de un líder estudiantil participante en los disturbios de 2017 contra Maduro, hay una escena en la que el jefe de la cárcel se encara con él por rehusar subscribir una carta que desconvoque las revueltas y ser excarcelado. “¿Piensas quedarte recluido por algo tan infantil como tu orgullo?”, le interpela. “Una y otra vez -le afea- caen en el mismo cuento. Esos opositores les hablan de libertad y de justicia con llamamientos contra la tal dictadura. No hay ninguna dictadura. ¿No lo entienden? Lo que hay es un negocio”.
Todo un tinglado de un narcorégimen comunista a costa del dolor y muerte de un pueblo con 8 millones de exiliados. Como la rana hervida a la que se la sumerge en agua templada y se eleva grado a grado la temperatura hasta que fenece cocida, la mayoría de venezolanos no se percató de cómo sucumbía su modo de vida hasta que lo impensable se hizo cotidiano luego de estigmatizarse a quienes avisaban del peligro. Pero, ¿acaso el sanchismo -mudo testigo del pucherazo de este 28 de julio- no es ya, al cabo de su ominoso sexenio, un gran filón como el chavista contra la libertad e igualdad de los españoles?
Luego de aferrarse a la Presidencia del Gobierno mediante su operación de compraventa con el prófugo Puigdemont, de rubricar la desigualdad con una amnistía escrita por los delincuentes y de comprometerse con ERC a proporcionarle la soberanía fiscal a Cataluña como si España fuera patrimonio de un administrador tan desleal que sitúa bajo su férula al Tribunal Constitucional y a la Fiscalía General del Estado para ser impune, ¿quién pondría la mano en el fuego porque Pedro Sánchez no se atrincheraría, llegado el caso, en La Moncloa como el déspota Maduro en Miraflores con cualquier ardid del autócrata que es desde la primavera de 2018?
Con la técnica del salami, rodaja a rodaja, los españoles se tragan un cambio de régimen por el que, una vez consagrado el “procés” catalán para seguir en el machito, Sáncheztein ultima el “proceso español” para eternizarse. Si España se acostó monárquica y se levantó republicana 1931 sin facultar las urnas tal mudanza, ¿por qué, en este “regreso al futuro”, no podría obrarse otro tanto? “Os prendáis -recriminó Solón a los atenienses entregados al demagogo Pisístrato- de la lengua y las palabras de un hombre enlabiador y artificioso, mas no miráis, atentos, su conducta. Uno a uno sois una astuta zorra, pero juntos sois un tropel de bobos”.
Habrá sepulcros blanqueados que se rasgarán las vestiduras con la pregunta sobre la analogía del sanchismo y el chavismo, pero no lo harán, empero, con aquellas otras que dan cumplida respuesta a la misma. Verbigracia. ¿Quizá Alemania toleró que su ministro de Defensa siguiera tras revelar la Prensa que plagió el 20% de su tesis como España con un Sánchez que copió de arriba abajo la suya por medio de terceros? ¿Tal vez Austria consintió que su primer ministro se atornillara al sillón tras manipular una encuesta privada cuando Sánchez hace hábito de ello con el CIS de Tezanos? ¿Acaso Gran Bretaña permitió que su premier prosiguiera en el 10 de Downing Street tras sus fiestas privadas con el Covid mientras Sánchez clausuraba ilegalmente el Parlamento? ¿Por ventura Italia transigió con que Berlusconi, dominador de la política y de la televisión, se dotara de escudos inmunitarios para blindar sus peculios desde el Palazzo Chigi mientras Sánchez ubica en La Moncloa la oficina de tráfico de influencias de su cónyuge e interpone “querellas catalanas” -“te doy para que no me des”- a cargo del erario para apartar al juez de los gatuperios de su “consuerte” a la sombra del Consejo de ministros?
Más que una dictadura, es una tiranía porque las primeras, siendo abyectas, poseen códigos en tanto que Maduro desobedece hasta los que dicta. Toda una “democratura”
Por eso, nadie plantará la mano en el fuego por Sánchez salvo algún afanoso pretor sanchista presto a correr la suerte de Marco con Calígula al que ordenó matar para que no sobreviviera como testigo de su cobardía en el asesinato de su predecesor. Con todos los órganos de fiscalización rendidos a sus pies, excepción hecha de la Justicia y de la Prensa crítica que no pedalea a su rueda, a Sánchez le basta con alargar la mano para recoger los frutos al personificar cómo las democracias se destruyen desde dentro por mandamases que la subvierten ante los ojos de una opinión pública narcotizada con el “soma” -la droga de “Un mundo feliz”, de Huxley- de que “aquí eso no puede pasar”. Así se fue al garete Venezuela con el golpista indultado Hugo Chávez y ahí sobrevive su heredero con Zapatero como canciller del sátrapa y con la connivencia del mismo Sánchez que reprochaba a Pablo Iglesias que tratara de importar a España aquella mísera dictadura.
Si “el diablo viste de Prada”, también el tirano puede enfundarse en Armani como Sánchez, en vez del chafarrinón chándal de Maduro. Un bien trajeado Chávez, sin asomo de uniforme ni chándal, ya dio el pego antes de ser presidente ufanándose en televisión de ser un demócrata de una pieza que devolvería el poder a los cinco años. Así implantó la satrapía que suma lustros como conchas los galápagos y que, como remarca Felipe González, más que una dictadura, es una tiranía porque las primeras, siendo abyectas, poseen códigos en tanto que Maduro desobedece hasta los que dicta. Toda una “democratura”.
Sánchez cumple el vaticinio de Alfredo Pérez Rubalcaba cuando se opuso a su primera tentativa de “investidura Frankenstein” tras los comicios de 2016 “con el apoyo de Podemos, que está en la autodeterminación, y de los soberanistas, que ni le cuento”. “El argumento -le contó a Susanna Griso en Antena 3- lo conozco: vamos a sentarnos con ellos y acabarán siendo buenos. Pero cabe la posibilidad de (…) que no te hagan caso. Le dije esto y dejó de hablarme”. Pero es que Sánchez ha ido más lejos tras anotar al fallecer el exsecretario general del PSOE en su libro de pésames: “Encarnas lo que el PSOE ha representado y representa”.
A lomos de la mentira, Sánchez desborda las líneas rojas que su partido le marcó como infranqueables sin que quepa blandir con él que “eso no cabe en la Constitución” con su camarlengo Conde-Pumpido haciendo y deshaciendo al mando de un Tribunal Constitucional al servicio de quien no guarda ni las apariencias. Así, anticipa en mítines y ruedas de prensa que este TC de su estricta obediencia exonerará a los ladrones de los ERE o arrojará a la papelera los recursos autonómicos contra la amnistía. De esta guisa, la infranqueable “línea Maginot” de la Carta Magna -como la fortificación en la que los franceses cifraron sus esperanzas de frenar el expansionismo alemán- es una derretida barra de mantequilla con la que unta la tostada el corrupsanchismo.
Visto lo visto, yerra la oposición si alberga la tentación de aguardar el desgaste de Sánchez como con Zapatero. Puede sobrevenirle lo que a Henrique Capriles, al que Maduro le birló la victoria en 2013, o a Edmundo González este 2024, sin olvidar la suplantación del Parlamento tras otra derrota. Retuerce las reglas como un Maduro al que el Gobierno de Sánchez deja hacer tras financiar a Podemos y viciar al PSOE desde la bien comisionada venta de 2005, con Zapatero de presidente y Bono de ministro de Defensa, de buques y patrulleras a Chávez. Seguida de las abultadas coimas al ex embajador Morodo y de las valijas de la vicepresidenta Delcy Rodríguez en su viaje a España contraviniendo la legalidad europea.
Ya anticipó Maduro que no perdería otros comicios y ha vuelto a las andadas sin que España ni la Comisión Europea ponga el grito en el cielo y reconozca el triunfo del opositor Edmundo González con el apoyo de María Corina Machado
Alcanzado el poder de ese modo, jamás se abandona voluntariamente. Ya anticipó Maduro que no perdería otros comicios y ha vuelto a las andadas sin que España ni la Comisión Europea ponga el grito en el cielo y reconozca el triunfo del opositor Edmundo González con el apoyo de María Corina Machado. Todo ello prefigura el porvenir que aguarda a una España que no escarmienta en cabeza ajena. En consecuencia, no hay que preguntarse, como en la oración laica que el poeta John Donne escribió en 1624 y que Hemingway adoptó para su novela sobre la Guerra Civil española, por quién doblan estos días las campanas de Venezuela porque “doblan por ti”.
Confederación pancantonal
Tratando de dar un aire de normalidad a la excepcionalidad, Sánchez interioriza los planes de sus socios con la asunción del “concierto con estelada” de ERC para que Salvador Illa presida la Generalitat. Para disimular su claudicación, presume de que el “contrato por adhesión” federaliza España cuando la confederaliza en línea con la ocurrencia que el expresidente valenciano Puig trasladó a Pere Aragonés de constituir -a lo que rauda se agregó la socialista balear Armengol, hoy presidenta de las Cortes- “una Commonwealth” de naciones como la de los antiguos dominios coloniales de la Corona británica. Ello desbarataría a España y la diluiría en una Confederación Cantonal -causa del naufragio de la I República- acelerando el proyecto pancatalanista de aglutinar los territorios con alguna variante del catalán para excluir el idioma oficial español. De paso, se echaría abajo la Monarquía arrollando con ella la estructura democrática y el sistema de libertades. En política, lo que parece es.
A causa del Alzheimer, Pasqual Maragall no podrá celebrar ese éxito postrero de su “federalismo asimétrico” y de que Cataluña sea soberana como Lituania o Malta. El oxímoron maragalliano rige la relación entre el PSC y el PSOE con el primero supeditando la estrategia del segundo, pero sin reciprocidad que valga. Esa ley del embudo que regirá ahora la relación de Cataluña con España como si fueran entes iguales tuvo su primer jalón cuando el PSC votó en las Cortes, quebrando la disciplina en la etapa de Rubalcaba, ejercer “su derecho a decidir a través de un referéndum acordado”, esto es, lo que hoy se estampa en el pacto de investidura de Illa con ERC.
Qué decir de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, después de manifestar que se opondría con “uñas y dientes”. ¿Cómo se pavoneará por su barrio de Triana? Pues con el mismo cinismo que ya exhibió esta Feria de Abril cuando le llamaron traidora por apoyar la amnistía que había negado
Con la espada de Damocles de la corrupción sobre su cerviz, Sánchez claudica ante sus socios para seguir en La Moncloa y aupar a Illa al Palau de la Generalitat, sin que quepa esperar demasiado de la rebelión de algunos barones bajo el pendón del “hasta aquí hemos llegado” de Page. Como tampoco llegó lejos el movimiento opositor contra el Estatut con aquellos aspavientos de Bono para salvar la negra honrilla y ponerse a ganar dinero como un descosido. En la línea de su maestro y padrino, Page no hará del Tajo su Rubicón ni la sangre llegará al río pese a la alta traición de entregarle las llaves de la Hacienda española a Cataluña a cambio de un aguinaldo navideño que sirve para llamar solidario a un expolio que rompe el marco constitucional y la financiación común. Qué decir de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, después de manifestar que se opondría con “uñas y dientes”. ¿Cómo se pavoneará por su barrio de Triana? Pues con el mismo cinismo que ya exhibió esta Feria de Abril cuando le llamaron traidora por apoyar la amnistía que había negado. Merced a todas esas deserciones y al aguardo de que disponga de su propio poder judicial, Cataluña podrá ser cuando le pete el Estado libremente asociado auspiciado por Ibarretxe y que ahora se hace realidad por la puerta falsa.
Cuando se estrenó Simón, la atroz radiografía cinematográfica del régimen venezolano, sorprendió que sus sicarios transigieran con su exhibición, pero la dictadura quería exhibir como amedrenta a quienes osan desafiarla transmitiendo invulnerabilidad y desesperanza. “Salen a la calle -se burla el militarote fanfarrón- con sus pancartas y sus piedritas creyéndose mártires. De mártires, nada, Simón. Son una cuerda de carajitos que van al matadero. Porque no tienen ni la más puta idea de a lo que se enfrentan. ¿Tú crees que si sacan al monigote ese de Miraflores algo va a cambiar? Nada. Y, si tú no firmas eso, tampoco. Lo hará el siguiente. La única diferencia, Simón, es que, cuando la gente vuelva a asumir su vida con normalidad, como siempre pasa, la única diferencia es que tú te vas a quedar pudriéndote por huevón. Y te vas a ir dando cuenta de que nada de lo que hagas, nada, hará que las cosas cambien”.
En aquel averno, también figuraba simbólicamente la inscripción “abandonad toda esperanza quien aquí entréis” que Dante halla a la puerta del infierno. Aun así, el pueblo venezolano resiste numantinamente como ha corroborado este fin de semana en abierto contraste con unos españoles que observan la destrucción de su nación y de su libertad como las vacas el paso del tren. Impasibles.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación