Lo peor que a uno le pueden llamar en política es 'superviviente' porque implica que eres un yonqui del cargo y del poder. Esta gente es dada a perder el control y hace todo lo posible por mantenerse en el machito porque, cuando se está dispuesto a todo, uno se acopla a muy bien a lo que haga falta. Uno de los casos más paradigmáticos lo encontramos en el PSOE. Alguien que quiso ser barón y se quedó en mozo de caballería. ¡¡Con todos ustedes, el único, el irrepetible y el fascinante Rafael Simancas, superviviente nato de maremotos y bancadas!!
Estamos ante un personaje gris y segundón, que accedió a su escaño en la Carrera de los Jerónimos en 2008, tras haber pasado por el Ayuntamiento y la Asamblea de Madrid. Hasta 2017 apenas le dejaron pinchar y cortar algo en la Cámara: era el encargado de transmitir a los diputados socialistas lo que debían hacer y votar. O sea, la marioneta del titiritero.
Su mayor logro profesional, al margen de apretar un botón, es mérito de Pedro Sánchez que le designó secretario de Estado sin necesidad de que tuviera que abandonar el escaño. Quizás fue un gesto humanitario para animarlo, cada día más pálido y con un creciente problema de alopecia. Su alegría , además, acaba de verse reforzada ya que su jefe le ha mantenido en el puesto tras la reciente la redestrucci… reestructuración de la cúpula PSOE.
Simancas lo ha sido casi todo en política…menos presidente de la Comunidad de Madrid y ministro. Su ascensión a los cielos y al reloj de la Puerta del Sol, en aquella agitada noche electoral de mayo de 2003, fue tan vertiginosa como su precipitación en la Llorería tan sólo unos días después. Un júbilo efímero.
Ante este fabuloso panorama, hubo que aguantarle un día sí y otro también la tarantela de "aquí está la prueba de la trama golpista que hemos sufrido en Madrid"
Estaba más gordo que un pavo en Navidad cuando aseguraba, en aquel episodio de líos y tránsfugas, que la Comunidad madrileña acababa de vivir un cambio histórico merced a un pacto del PSOE con IU (rip), hasta que, acto seguido, se topó de bruces con la realidad. No podía formar gobierno. No sumaba. Sus posibilidades quedaron reducidas a presidir su comunidad de vecinos en el caso de que se dignaran votarle. Ante este fabuloso panorama, hubo que soportarle un día sí y otro también la matraca de que «aquí está la prueba de la trama golpista que hemos sufrido en Madrid».
El 'tamayazo' de marras se convirtió en un fatigoso empacho hasta la repetición de elecciones en otoño. Hasta entonces, tuvimos doble ración de un pluriempleado Alberto Ruiz-Gallardón, como alcalde de Madrid y presidente en funciones de la Comunidad. Las urnas despejaron las dudas y consagraron claramente la mayoría absoluta de Esperanza Aguirre.
Simancas demostró que no sólo es un mal perdedor. Además, es un fantasma que en aquel verano de 2003 afirmó tajantemente que no sería jamás presidente «con el apoyo, acción u omisión, tácito o explícito de dos corruptos (los supuestos tránsfugas)». Y, en 2019, va y se sienta tranquilamente, acompañado de la amortizada Adriana Lastra, a negociar la reforma laboral con Bildu, los herederos de ETA, comandados por un terrorista. Se le vio entonces tan arrastrado por un plato de lentejas que ni siquiera sabía cómo colocar las manitas para la foto de la infamia. Un papelón.
El truco de su supervivencia política consiste en no llevarle la contraria a nadie y obedecer a los que mandan sin rechistar
Hay que tener valor y desvergüenza de creer y decir, como dijo, que se cometen semejantes barbaridades porque el PP no le da sus votos. Chico, que esto no va de insultar, pedir apoyos y que te pongan la cama cuando apetece.
Tiene un secreto para mantenerse en pie, sin caerle simpático a nadie. Si Sánchez exhibe orgulloso su Manual de resistencia, este lumbreras debería patentar la Estrategia de Supervivencia de Rafa Simancas. Su truco, explican los cercanos, consiste en no llevar jamás la contraria a nadie y hacer lo que le mandan sin rechistar.
No es de extrañar. Él mismo reconoció la clave de su sistema. Cuando Zapatero le paró en seco y le dijo que se terminó la turra del 'tamayazo', nuestro protagonista reconoció que dejó de insistir en el asunto ante «la reflexión del secretario general del PSOE; y como yo soy un militante socialista coherente, respeté esas explicaciones». Chitón. Luego lo dimitieron de la FSM cuando ZP lo ordenó y, acto seguido, le obsequiaron con ese escaño en el Congreso que aún ostenta.
Ha sido concejal del Ayuntamiento, diputado la Asamblea de Madrid, secretario general del PSM, senador, diputado nacional y secretario de Estado. ¿Qué mas quieres muchacho?
Es el perfecto machaca de partido que hace cualquier trabajo sucio que se le encargue. Un Ábalos en versión peso pluma, más aliviado de grasa y sin ese gesto entre macarra y desafiante. «Nunca asumirá riesgos porque puede perderlo todo», cuentan de Simancas, hijo de inmigrantes en Alemania, que, hay que decir en su favor, logró sacar adelante sus estudios gracias a su esfuerzo y a las becas. Nadie le obliga a ser un 'mandao', a quedarse en el PSOE de palanganero máximo y a someterse a ceremonias tan infumables como la del pacto con los batasunos. Nadie le obliga a estar ahí.
Le queda por superar su principal trauma que es convencerse de que nunca será presidente de la Comunidad de Madrid, su gran aspiración. Ha sido concejal del Ayuntamiento, diputado la Asamblea, secretario general del PSM, senador, diputado nacional y secretario de Estado. ¿Qué mas quieres muchacho? Su futuro político es predecible: trabajos de fontanería y tragar cuanto sea necesario para conservar nómina y escaño. Esta especie reptilínea vive a la sombra del líder supremo. Y si el resultado de su labor no alcanza los niveles esperadas, siempre le quedará el recurso de cotorrear la cantinela aquella sobre «la prueba de la trama golpista» y a ver si cuela..
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