Se habla poco del impacto que ha tenido la baja Celestino Corbacho, ex alcalde de L’Hospitalet y ministro de trabajo con Zapatero. Tanto entre los socialistas como en el resto de partidos ha caído como una bomba. Una bomba que pretenden silenciar.
Cuando Celestino era Icetista
Conozco a Celestino desde los años ochenta y he vivido las suficientes peripecias políticas junto a él, como para analizar lo que ha supuesto su baja en el PSC. Lo diré claramente: ha sido una patada en los huevos. En los del partido, por descontado, en los del grupo socialista de L’Hospitalet, en especial, en los del primer secretario del PSC Miquel Iceta, en particular. Porque que se marche del partido Corbacho no es cualquier cosa. Se le consideraba un hombre del aparato, de Josep María Sala y de Miquel Iceta, uno de aquellos capitanes que el congreso de Sitges en el que se terminó con el obiolismo. No es un cualquiera en la escena política.
Corbacho fue quien acabó por echar del sillón de alcalde a Juan Antonio Pujana, muy mal visto por el partido y no precisamente por asuntos de corrupción, sino por pertenecer a la masonería. Corbacho fue subiendo escalón tras escalón, a base de ser un buen gestor, honesto, trabajador. Pero sería ingenuo creer que esa carrera pudo llevarla a cabo sin el apoyo de ese mismo Iceta con el que ahora se muestra en franca y sincera discrepancia. Porque Celestino, Celes para los amigos, se va del PSC por no estar de acuerdo con el tratamiento que se le da al tema nacional. Celestino se opone, como la inmensa mayoría del partido y de sus votantes, antiguos y presentes, a ceder ante el nacionalismo. Son socialistas, por ende, no pueden ser ni nacionalistas ni mucho menos independentistas.
Corbacho proviene del mundo del trabajo, de la clase obrera, así que difícilmente podía encontrarse cómodo entre aquellos Young Lions de Iceta"
Esa vieja lucha no parecía preocupar mucho a Iceta y a su gente a lo largo de los pasados años. Corbacho se sentía uno más de ellos, participaba de sus reuniones, de sus decisiones, de sus complicidades. Ese grupo organizado desde la discreción ha sido el que realmente ha ido marcando la pauta socialista en Cataluña. Integrado por amigos personales de Iceta desde sus años mozos, muchos provenientes de las juventudes socialistas, se han ido colocado en puestos estratégicos desde los que ejecutar las órdenes de Iceta. Carlos Ruiz, Enric Casas, Pancho Taboas, Jaume Collboni o Pepe Álvarez son algunos de sus miembros, que algunos apodan con humor herpético “la familia”. Celestino formaba parte, sí, aunque he de decir que jamás lo consideraron uno de los suyos. Corbacho proviene del mundo del trabajo, de la clase obrera, – he visto a un amigo de Iceta reírse miserablemente diciendo que lo había conocido con mono y midiendo el espacio para un mueble en una dependencia oficial -, así que difícilmente podía encontrarse cómodo entre aquellos Young Lions de Iceta, los jovencitos que querían asaltar la fortaleza socialista en la Barcelona de finales de los setenta y principios de los ochenta; en fin, al no estar siquiera adscrito al grupo gay, a Celes solamente le quedaba el papel de persona útil al aparato. Lo fue, sin duda alguna, porque tengo por cierto que las horas que ha dedicado al partido, a su ciudad, a su patria son difícilmente alcanzables por la mayoría de los ganapanes que han hecho carrera política a base de reírle las gracias a Iceta, irse con el de vacaciones a las Baleares o pasarse las noches bailando canciones de Village People, Pretenders o Communards, y bebiendo el Ballantines con Coca-Cola al que el actual primer secretario socialista es aficionado.
Celestino es, digámoslo de una vez, un hombre honrado, serio, socialista, español, disciplinado con su partido cuando toca, pero también crítico cuando lo considera conveniente. Claro que es una patada en los huevos su baja de militancia. De Corbachos anda el PSC escaso. De ahí que Iceta tenga miedo a lo que pueda pasar.
Nuria Marín, de las fotocopias a la vara de alcaldesa
También conozco a la actual alcaldesa de L’Hospitalet hace años. Cuando servidor trabajaba en el aparato del PSC ella hacía fotocopias en la sectorial de Economía. Lo digo sin mala intención. Yo era por entonces Coordinador de Seguimiento y Análisis Político, así como de Formación. Me parece estar viéndola junto al por entonces también fotocopiador Pere Navarro. Qué lejos puede llegarse en el PSC, caramba. Marín ha querido restar importancia a la marcha de Corbacho, casi despreciándola. Dice no que no pasa nada. Pero sí que pasa. Si Corbacho, un suponer, se presentase a la alcaldía, esta señora tendría serios problemas como ya los tiene con mi tocayo Miguel García, de Ciudadanos, otro gran tipo.
En el PSC han querido echar tierra al asunto, pero doy fe de que en el partido no se habla de otra cosa. ¿Por qué se ha ido Celes?, se preguntan muchos. El mismo Corbacho lo responde en una entrevista, rara cosa, que le han hecho: “En la manifestación de Societat Civil Catalana yo estaba con una bandera de España, pero mi partido no”. He ahí la cuestión. Tanto contemporizar con el nacionalismo, tanto jugar a la puta i la ramoneta, locución catalana que puede traducirse como jugar a todos los palos de la baraja, ha desencantado finalmente a este viejo luchador.
Existe un núcleo duro de dirigentes socialistas catalanes que no ven con buenos ojos lo que está pasando en el partido. No entienden que Iceta diga que no piensa investir a Inés Arrimadas, no comprenden los pactos con Ada Colau que solo sirvieron para colocar a Collboni, no asimilan que existan ayuntamientos con alcalde socialista que están integrados en la Asociación de Municipios para la Independencia, o que proscriban la enseña nacional de sus balcones municipales o que digan que están a favor del referéndum de autodeterminación.
Son militantes que han visto de todo, desde el abandono del marxismo al referéndum de la OTAN, pasando por los Tripartitos de Maragall. Han sufrido en sus propias carnes el dandismo nacionalista de Raimon Obiols, han tenido que aguantar las sonrisitas condescendientes de los “modernos” del PSC, los catalanistas, los que los veían como a unos garrulos, mientras que eran ellos los que les permitían disfrutar de sus suculentas canonjías. Guerristas acérrimos, veían como se prohibía la presencia de Alfonso en los actos de campaña o como se decía a los militantes que no acudieran a los cursos que impartía la Fundación Pablo Iglesias porque, literalmente, “estos chicos del PSOE no tienen ni idea de lo que es Cataluña ni de sus aspiraciones nacionales”.
Puedo comprender que los de Iceta tengan miedo. La marcha de Corbacho es el paradigma de su fracaso como izquierda, como partido, como contrapeso al nacionalismo"
A Corbacho se le ha llenado el saco y ha decidido irse. En cualquier partido serio tal cosa habría abierto un debate interno que al PSC le hace más falta que el pan. Porque la indefinición del socialismo catalán le ha llevado a ser una fuerza que no cuenta más que para la aritmética parlamentaria. De tenerlo todo han pasado a no tener nada. Corbacho, que además ha sido parlamentario en la cámara catalana, debe estar horrorizado ante todo lo que está pasando, mientras que el PSC toca la lira de forma suicida.
Puedo comprender que los de Iceta tengan miedo. La marcha de Corbacho es el paradigma de su fracaso como izquierda, como partido, como contrapeso al nacionalismo. Hay quien especula acerca de que los votos que recibe Ciudadanos provienen del PP, pero en Cataluña eso es una falacia más. Al partido naranja lo votan los que antes depositaban la papeleta con la rosa y el puño. Los que votaban a gente como Corbacho. En las grandes ciudades, en la corona metropolitana, en la misma Barcelona, los caladeros de votos tradicionales en los que pescaba el PSC se han pasado en bloque al partido de Albert Rivera. Claro que tienen miedo en el PSC. La ambivalencia obiolista, el mangoneo de Narcís Serra, las utopías de gente bien de Maragall no tienen cabida en un escenario en el que hay que posicionarse: o con la Constitución y la ley o con los que quieren romperlo todo para salvar sus traseros poco honorables.
Celestino lo ha entendido, no queriendo estar ni un minuto más en esa ceremonia de la confusión. Eso le honra como persona, a la vez que deshonra a los que pretenden ningunear su hermoso gesto. La gloria y el honor no están hechos para esa agencia de colocación en la que se ha convertido el PSC. Mísera agencia, por cierto, a día de hoy.
Miquel Giménez
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