Opinión

¿Por qué Cospedal quiere ser Cifuentes?

La ministra de Defensa quizás aspire a la candidatura de Madrid, al sillón que dejó vacante la doliente Cifuentes, para partir con ventaja cuando se repartan las cartas y comience la partida definitiva

¿A qué aspira Dolores Cospedal? Hace sólo unos días, Mariano Rajoy le mostró el camino de vuelta al cigarral toledano. A bregar con Page y sus palmeros morados. Otros la parachutan a Bruselas, de donde casi nunca se vuelve. Alguno incluso la expolia de todo mando en Génova. Y hasta la prejubilan.  ¿Qué quiere ser realmente de mayor Dolores Cospedal?

La descarnada escena de las sillas en el Dos de Mayo ha reabierto el portón de las cábalas. Llueven las teorías sobre la ignota retirada de Mariano y se suceden las improbables soluciones al acertijo. Soraya frente a Cospedal, en la fiesta mayor de Sol, miradas esquivas, gesto retador, en pugna por una silla vacía que no era precisamente la que saltaba a la vista, la de Garrido, plantificada entre ambas como un muro de contención.

De momento, Garrido sigue y Cifuentes se ha ido. Rajoy se ha tomado diez días para confirmar lo previsto. Que no quiere cambios ni sorpresas. Y que ahí sólo manda él. Nueve meses de presidencia interina, insiste Albert Rivera. Un embarazo que culminará en el parto electoral. Y entonces, ¿quién se quedará Madrid?

Cospedal es, en lo político, hermética y fría, como un policía de aduanas. Bárcenas, la indemnización en diferido y las traiciones le mudaron el gesto. Apenas muestra ahora aquella sonrisa de sus años de consejera de Transportes en el Gobierno de Aguirre. Tan sólo se enciende en privado, y muy ocasionalmente, cuando aparece en la conversación el nombre de Sáenz de Santamaría. Entonces frunce el ceño y dice lo que piensa.

Madrid es la ‘Champions’. Hay posibilidades de conseguir la victoria, con permiso de Ciudadanos. Controlar Madrid allana el camino del debate interno y puede decidir unas primarias históricas. Caso de que se celebren"

Aparecen ahora ambas ligadas a esa silla vacía de Madrid. Una dicen que quiere. La otra, algo menos. La Comunidad madrileña no es pieza de caza menor. Es uno de los fortines históricos del partido, un castillo dorado, un tótem político y, decididamente, una catapulta hacia la cumbre. Es decir, la Moncloa. O, al menos, la dirección del PP.

Estamos sumidos en plena vorágine sucesoria del marianismo sin que el protagonista haya dado dos cuartos al pregonero. Cada vez que se le plantea esta cuestión –algunos periodistas insisten tenazmente en ello-, siempre responde lo mismo. Que se encuentra muy bien, en plena forma y dispuesto a todo. Pero en las filas populares se escrutan las encuestas, se contempla la hipertrofia de Ciudadanos y se masca el acíbar intragable del fin de ciclo.

Tres quedan tres. Feijóo, el delfín infatigable, medio oculto en su esquinazo galaico. Soraya, la aspirante en creciente escalada. Y Cospedal, que siempre estuvo allí, a su manera. El final cruel de Cifuentes ha reavivado este tres en raya. Los medios se ceban y los políticos se divierten. Total, no cuesta nada ni pide de comer.

La ministra de Defensa no ha mostrado entusiasmo alguno por vivir otra campaña electoral en su tierra. Castilla la Mancha es cosa del pasado. Fue bueno mientras duró…en el poder. Repetir ahora sería un calvario, del que pretende escapar.

Reparto territorial

Madrid es la Champions. Hay posibilidades de conseguir la victoria, con permiso de Ciudadanos. Además, tiene un decisivo componente estratégico de cara al futuro. Es una plaza con enorme peso en la lucha interna del partido. Controlar Madrid allana el camino del debate interno y puede decidir unas primarias históricas. Caso de que se celebren.

La batalla territorial que libran las ‘número dos’ de Rajoy es dura y silenciosa. La vicepresidenta del Gobierno se ha hecho con Andalucía y País Vasco, y tendrá Castilla y León cuando salga Juanvi. Cospedal alinea a Castilla la Mancha, Comunidad Valenciana, Canarias, Asturias…Y alguna más. Madrid, llegado el caso, inclinará la balanza. De ahí las escaramuzas, el pulso, la refriega.

El presidente ha colocado a Pío García Escudero para controlar el patio. Que no haya sorpresas a la hora de la verdad. Que se designe candidato a quien corresponda. En suma, que el ‘dedazo’ funcione sin interferencias. Como con Garrido, prudente y circunspecto como un concejal de distrito. Fallaron todas las quinielas, los nombres lanzados al vuelo, los oportunistas, los trepas, los virtuosos del codazo. Salió el que  quiso Rajoy.

Cospedal quizás aspire a la candidatura de Madrid, al sillón que dejó vacante la doliente Cifuentes, para partir con ventaja cuando se repartan las cartas y comience la partida definitiva. Aunque con Mariano, nunca se sabe. Puede irse sin avisar, y “ahí os compongáis” o, quizás, intente travestirse de Aznar y dejar todo atado y bien atado. Lo mejor, como aconseja un experimentado sabio de Génova, es no sumergirse en las especulaciones. Ni en las apuestas. “Nada se cree tan firmemente como aquello de lo que menos se sabe”. Apliquémonos el cuento.

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