Ha quedado tan malito el Partido Popular, tan magullado ha salido del lance catalán, tan asfixiado, que ha necesitado con urgencia el boca a boca de una subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) más que llamativa –para los niveles de productividad de nuestra economía-, una subida que supondrá pasarlo de los 707 euros actuales hasta los 850 en 2020, con incrementos escalonados del 4% en 2018, del 5% en 2019 y del 10% en el citado 2020. ¡Voglio una donnaaaa!, grita desesperadamente Teo desde la copa de un árbol en el Amarcord de Fellini. ¡Quiero una fotoooo!, ruge Rajoy desde el torreón perdido de Moncloa tras el descalabro catalán que ha dejado al PPC reducido a cenizas y al propio partido alcanzado, a escala nacional, por el mismo obús que en 1982 llevó a la UCD de Calvo Sotelo al cierre del negocio por falta de clientela.
Pero lejos de la infinita melancolía que expresa el grito en el árbol de aquel personaje desgarbado y enjuto que en la obra de Fellini reclamaba su derecho al amor y a la vida, en Rajoy solo hay un intento urgente de huir de una realidad lacerante que pone en evidencia su fracaso como presidente del Gobierno, el fiasco de un líder que no supo estar a la altura del momento histórico que le tocó vivir. De modo que Mariano necesitaba con urgencia una foto que hiciera olvidar Cataluña y, aquí no ha pasado nada, proyectase al Gobierno de la nación hacia esa metarealidad de “lo social”, tan buenista, tan populista ella, “para que la recuperación llegue hasta la última persona que la necesita”, ha dicho el paisano dispuesto a vender su alma al diablo que sea capaz de rescatarle de la oprobiosa realidad.
Necesitado de cariño y arrope como está, el Gobierno, que podía haber decretado la subida sin dar tres cuartos al pregonero porque facultades tiene para ello, ha preferido meter en la foto a UGT y CC.OO. y a las patronales CEOE y Cepyme
Nada nuevo bajo el sol. El PP lo ha vuelto a hacer. Lo hizo el año pasado por estas fechas, cuando la necesidad de contar con el apoyo del PSOE para aprobar el techo de gasto le llevó a aceptar una subida del 8% del SMI en 2017, que supuso un incremento de 52,4 euros al mes, desde los 655,20 euros hasta los 707,6 en que quedó establecido. El año pasado, los sindicatos criticaron duramente el “procedimiento empleado por el Gobierno” para pactar la subida con el PSOE “hurtando al diálogo social una negociación como la del SMI”. Necesitado de cariño y arrope como está, el Gobierno, que podía haber decretado la subida sin dar tres cuartos al pregonero porque facultades tiene para ello, ha preferido meter en la foto a UGT y CC.OO. y a las patronales CEOE y Cepyme, y aún le hubiera gustado contar con los Niños Cantores de Viena y con la Orquesta Filarmónica de Berlín.
De modo que el PP ya tiene su foto de “lo social”. Gana Mariano con el lance, toma aire, respira, mientras sigue braceando cual náufrago negado para cualquier heroísmo en la sinrazón del tornado catalán. Y ganan desde luego los sindicatos porque, aunque no hay un trabajador en paro que vote o se afilie a ninguno de ellos, dedicados como están a la sopa boba de la subvención y a defender a capa y espada ese su último bastión que es el empleo fijo en el sector público, es una evidencia empírica que cualquier subida del SMI frena la caída de la afiliación y a veces incluso la reanima. Está por ver, sin embargo, qué diantre ganan en el lance las patronales CEOE y Cepyme, pero doctores tiene la Santa Madre Iglesia que os sabrán responder, como decía el catecismo del padre Astete.
Nadie se ha preguntado si esta medida va en realidad a perjudicar a los teóricos beneficiados, ese 2% de trabajadores cuya retribución está por debajo del SMI
Lo más llamativo de lo ocurrido es el clamor de general aceptación con que la subida ha sido recibida por la práctica totalidad de los medios y buena parte de los supuestos expertos. Nadie se ha preguntado si esta medida va en realidad a perjudicar a los teóricos beneficiados, ese 2% de trabajadores cuya retribución está por debajo del SMI. Es una evidencia que el incremento del SMI en una economía en expansión, caso ahora de España, no genera paro, pero sí incentiva la contratación temporal y el trabajo a tiempo parcial, porque aquellos puestos de trabajo cuya productividad sea inferior a la establecida por el nuevo SMI tenderán a ser directamente eliminados o sustituidos por otros factores de producción, equipo y capital. Es lo que ha ocurrido a lo largo del presente año, como ya advirtieron quienes criticaron el comentado aumento del 8% de diciembre de 2016: que ha crecido considerablemente el empleo, pero se ha disparado la temporalidad y el trabajo a tiempo parcial, una bomba de relojería capaz de trasladarse directamente a paro en cuanto la recesión asome la oreja.
Un impuesto a los trabajadores menos cualificados
Y como Luis de Guindos sabe perfectamente que esto es así, ha insistido ante Rajoy en imponer una especie de cláusula suspensiva a la escalera incremental del SMI que conduce al 2020: que la economía crezca por encima del 2,5% y que se creen 450.000 empleos al año. “Son límites muy prudentes”, ha dicho el cauto Mariano, para enfado de ese periodismo convencido de que los puestos de trabajo los trae la cigüeña de París. En un país con un paro estructural y una tasa de paro juvenil tan altos como el nuestro, cualquier subida del SMI se convierte en una barrera que impide el acceso al mercado laboral de los trabajadores de baja cualificación y poca o nula experiencia. La tasa de paro española ronda ahora el 14% para la población española, pero es del 23% para la población inmigrante en razón de su pobre nivel de cualificación, una característica de nuestra inmigración. De modo que cuando se produce una subida del SMI, la empleada que realiza faenas domésticas en casas particulares verá reducida la duración de su jornada, trabajará menos horas para contrarrestar aquel aumento, y lo mismo sucederá en hoteles y restaurantes, si es que directamente no se suprimen esos empleos o empiezan a ser realizados por robots.
Asombra la facilidad con la que el centro derecha español se pliega a las exigencias de una izquierda en ruinas
Parece increíble que quienes critican la mala calidad del empleo que se genera en España, no reparen en que una subida del SMI que no vaya acompañada por aumentos paralelos de la productividad capaces de contrarrestar el incremento de los costes laborales –clave de las diferencias entre el SMI español y el de otros países- va directamente contra los intereses de los trabajadores más vulnerables, en cuanto dificulta su acceso al mercado del trabajo, razón por la cual alguien ha descrito el SMI como “un impuesto invisible a los jóvenes, a las mujeres y a los trabajadores poco cualificados”. Pero ahí está el PP, viéndolas venir cual estatua de sal. Asombra la facilidad con la que el centro derecha español se pliega a las exigencias de una izquierda en ruinas. Ayuno de cualquier aliento liberal, asume como suyos postulados de la socialdemocracia tradicional. Ideológicamente desarmado, paga el precio que le piden y guarda silencio, renunciando a cualquier cosa que signifique un debate de ideas. El argumento de la minoría parlamentaria vale para un roto y para un descosido. Vale para tapar las vergüenzas de quien ha renunciado a las reformas estructurales y parece dedicado simplemente a sobrevivir. A seguir braceando a la desesperada en medio del oleaje. ¡Quiero una fotooo...!
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