No hace falta más que ir a la sección de “sociología” de una librería de esa cadena progre francesa para ver las ediciones completas y nuevas de Marx, Engels y Lenin. Qué colores tan bonitos para unas ideas tan anticuadas y sangrientas, tan poco democráticas, dedicadas a pisotear a conciencia los más elementales derechos humanos.
También se puede echar un vistazo a los libros más comprados en ese marketplace de internet que todos conocemos. Se puede encontrar el Manifiesto comunista entre los cuarenta primeros. Siempre.
Ahora Yolanda Díaz, el instrumento socialista para que la comparativa de Sánchez con los extremistas de Podemos quede pintiparada, dice que ha escrito un prólogo para el texto que Marx y Engels escribieron para La Liga de la Justicia -no, no es un cómic de superhéroes de DC-, luego conocida como Liga Comunista. Si Díaz fuera una particular no habría problema, pero es ministra en un gobierno todavía fundado en la democracia liberal. Vamos a hacer unos recordatorios.
Marx y Engels escribieron que querían sustituir el matrimonio burgués, al que consideraban una “comunidad de mujeres casadas”, por “una colectivización oficial, franca y abierta de la mujer”
Marx es de goma. Se puede retorcer a gusto del consumidor. Por ejemplo, era un machista redomado, un misógino que despreciaba a las mujeres, pero los marxistas lo adaptan al feminismo. No obstante, en el capítulo Proletarios y comunistas del sobado "Manifiesto”, Marx y Engels escribieron que querían sustituir el matrimonio burgués, al que consideraban una “comunidad de mujeres casadas”, por “una colectivización oficial, franca y abierta de la mujer”. Colectivizar a la mujer, como si fuera una acequia o un carro. En lenguaje marxista eso se llama “cosificación”. De cosa. Ya saben.
¿Se imaginan a alguien del PP o de Vox diciendo que hay que sustituir el matrimonio por la colectivización de las mujeres? ¿Qué dirían las Irenes Montero? ¿A dónde se tendrían que exiliar los lenguaraces? Su nombre sería borrado de la historia, de internet y prohibido en tertulias y cafés.
Urnas y adormidera
Tampoco fue Marx un demócrata. Cuando el que sería el SPD, el partido socialdemócrata alemán acordó en el congreso de Gotha de 1875 ir a las elecciones, Marx protestó. Le pareció un engaño a la clase obrera porque su partido, el SPD, caía en la trampa burguesa del voto. Ir a las urnas era una adormidera, decía, para que continuase el sistema capitalista. El sufragio universal, decía, no valía para cambiar nada porque existía el Estado y la burocracia. Vaya.
Es que Marx tampoco era estatista. No creo que Yolanda Díaz, la ministra comunista, lo sepa. El alemán consideraba al Estado como un instrumento de explotación de los individuos, con su propio interés por encima de la persona y de la sociedad. ¿Quién daba vida a ese Estado? Lo siento por la ministra Díaz, pero Marx señalaba a la clase burocrática, una oligarquía sin responsabilidad ni conciencia, que a través de la legislación controlaba cada vez más aspectos de la vida social. Ese Estado y esa burocracia se alimentaban del sudor y del pan de los trabajadores. Hoy, todos estos “marxistas” tienen una respuesta para cualquier problema: más Estado. En fin.
No defendía la democracia, ni el pluralismo, ni la libre concurrencia de partidos políticos. No. Marx defendía “la dictadura revolucionaria del proletariado” como la democracia del pueblo para, sin debate ni consenso, a las bravas, implantar el socialismo. Vamos, lo que el comunismo cubano a la teoría democrática: la dictadura del partido para el beneficio millonario de sus dirigentes.
Ocultaron bajo la alfombra del populismo que Marx era contrario al sufragio universal, al Estado, y a la toma del poder por la democracia
En fin, que el manoseado Marx falló en todo: su socialismo no era científico, la lucha de clases no es el motor de la historia, no definió qué era una clase social, no desveló el modo capitalista de producción, y se equivocó con la teoría del valor-trabajo como base para explicar los precios, la idea del dinero como mercancía privada, la plusvalía sin funcionamiento del mercado, el empobrecimiento creciente de los trabajadores, y el agotamiento del capitalismo. No sigo porque lleno el artículo.
Marx es de goma, decía antes. Comenzó Engels, que a su muerte publicó los escritos inconclusos de su amigo dándoles una interpretación. Luego llegaron los socialdemócratas, los Bernstein y Kautsky, que ordenaron las ideas de Marx para crear la figura del Padre Fundador de la liberación del proletariado, del profeta del socialismo. Eso sí, ocultaron bajo la alfombra del populismo que Marx era contrario al sufragio universal, al Estado, y a la toma del poder por la democracia.
El truco de la revolución sexual
Después llegó Lenin, que hablaba en nombre de los trabajadores sin haber trabajado nunca, y que dijo que el modelo de Marx era muy lento. No estaba dispuesto a esperar la quiebra del capitalismo por sus contradicciones, y dio tantos golpes de Estado contra la democracia como fue necesario. Lo mismo hicieron sus herederos en Europa, incluida España. En ese camino a la salvación socialista era necesario liquidar físicamente a cuantos se opusieron, y derribar tantas democracias como fuera necesario. El resultado fueron millones de muertos, pero para Yolanda Díaz, feligrés comunista, todo sacrificio ajeno es justificable si el objetivo es bueno.
Quizá la mejor versión de Marx sea la pop de la Escuela de Frankfurt, que mezclaba las ideas freudianas con la liberación sexual como manifestación de la lucha de clases. Es un truco como otro cualquiera para ligar. De hecho, hay quien dice que Podemos fue eso, una organización creada para conocer chicas. Pero esa es otra historia.
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