Opinión

Un bocadillo de calamares, ¡con mascarilla!

Madrid y su alcalde (del PP) han logrado sumar para avanzar, por el bien común por el bien de todos

En los últimos cuatro meses, cada semana, el coronavirus ha protagonizado mis artículos como los de muchos otros columnistas porque esta situación sin precedentes en nuestra historia reciente no es para menos. En cuatro meses no he podido poner un pie en Madrid por el estado de alarma y por seguridad, por seguir todas y cada una de las medidas de prevención y precaución para no ser portador de un virus que ha sido mortal para los más débiles. Y hoy, aunque he pensado en hablar de Pablo Iglesias y de su imaginario entre periodistas rojos y periodistas azules y su manera de naturalizar el insulto, creo que voy a seguir con lo importante. Otro día vendrá la lección periodística y de libertad de expresión que bien merece no solo una columna sino un debate en el Congreso, si cabe, y también en las redacciones de todos los medios.

El matrimonio entre la política y el periodismo nunca debió existir, y lo que se le debe exigir a unos como representantes públicos no es lo mismo que se le debe exigir a un profesional de la información. Me sorprende que un liberal de izquierdas como Pablo Iglesias no tenga claros los conceptos. Vendría bien, quizás, que los periodistas le invitáramos a tomar a un café –aunque él es más de cañas- al estilo de Carmen Calvo versus Cayetana Álvarez de Toledo. La democracia no es insulto en ningún caso, venga de donde venga. Y el periodismo es una profesión que no debe de estar al servicio de la política como sí la política al servicio del ciudadano y por extensión del periodista.

Las colas del hambre

Pero hoy voy con un bocadillo de calamares de El Brillante, en Madrid, porque me parece que toda España debería mirar a los acuerdos de la Villa al que han llegado todos los partidos políticos -representantes también en el Congreso- para ayudar a Madrid y a sus ciudadanos a salir de este atolladero en el que nos ha metido un virus y que también ha ayudado a dejar al descubierto nuestras miserias como sociedad: hablo de las colas del hambre y de los cuchillos que se lanzan unos y otros según del color político al que representen. Porque los muertos por coronavirus se los lanzan unos a otros sin piedad. De momento el naranja gana por goleada con esa intención recuperada en los últimos meses de ser útil a la sociedad. Madrid y su alcalde (del PP) han logrado sumar para avanzar, por el bien común por el bien de todos. Una loable actitud política que debería extenderse por todo el territorio. Y si bien Madrid nos debe servir de ejemplo sobre una modalidad útil de hacer política también lo debe ser Lérida, en Cataluña.

Lérida, no voy a valorar si se ha confinado demasiado tarde o demasiado pronto, debe servir de ejemplo a toda España de lo que se debe hacer, en base a lo que dice la comunidad científica, para combatir los brotes que están surgiendo. A manos limpias, distancia social y mascarilla se le suma el hacerle un cerco al virus para que no pueda campar a sus anchas, como lo está haciendo en discotecas o en la calle gracias a la irresponsabilidad del ser humano. No nos cabe en la cabeza que esto lo paramos todos, no, no nos entra. Pues bien, podremos discrepar del independentismo y de su manera de actuar pero sigan el ejemplo de Cataluña de hacer obligatoria la mascarilla hasta para ir al WC porque esto hasta que no avance la comunidad científica va a ser muy necesario. Esperemos que la vacuna o la solución médica para contrarrestar los efectos del coronavirus avance igual o más rápido que la irresponsabilidad de muchos que nos están poniendo en peligro a todos. Cuídense.

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