Desde hace ochenta y ocho años hemos permanecido vilmente engañados por la propaganda fascista que nos ha venido impidiendo el conocimiento de “las razones ocultas de las matanzas de clérigos de 1936”. Así ha sido hasta que se han difundido las revelaciones aportadas por una investigación de la que da cuenta Ángel Munárriz en la página 4 del suplemento Ideas, encartado en la edición del diario El País correspondiente al domingo 15 de diciembre. Porque para explicar los asesinatos de religiosos en territorio bajo bandera republicana prevalecía la tesis de que la causa principal era la explosión del odio, que se había apoderado de unos incontrolados sin respeto a los poderes institucionales, según señalaba por ejemplo Paul Preston, así como los hispanistas y los hispanos propensos a mostrar indulgencia hacia los asesinos que desbordaban a las autoridades. Lo que marcaba la diferencia con el bando de los sublevados era que la represión allí se llevada a cabo de manera organizada, disciplinada y sistemática, lo cual agravaba la culpabilidad de sus ejecutores.
De este craso error nos acabarían de sacar cuatro investigadores que, según se nos dice, “se han adentrado en un oscuro rincón del siglo XX español para intentar explicar lo inexplicable, es decir, ¿cómo fue posible la inusitada violencia contra el clero durante la Guerra Civil?”. Esos investigadores, tras examinar más de 4.000 municipios que estuvieron en zona republicana, contradicen el relato dominante que considera como causa principal que la impunidad de la guerra habría dado rienda suelta al odio anticlerical. Por el contrario, Ángel Munárriz avala que esta cuadrilla profesoral habría demostrado cómo la violencia en la zona republicana se dirigió contra quienes tenían capacidad de movilización y de liderazgo. Y aporta el nombre de los investigadores que son: Paloma Aguilar de la UNED, Ignacio Sánchez-Cuenca y Francisco Villamil de la Universidad Carlos III y Fernando de la Cuesta de la Universidad Complutense. Sus averiguaciones están recogidas en un artículo titulado Capacidad de movilización y violencia contra los líderes locales: violencia anticlerical durante la guerra civil española, financiado por la Secretaría General de Memoria, que se ha publicado en Comparative Political Studies, donde aseguran haber resumido más de diez años de trabajos.
El hecho de que fueran consideradas en primer lugar como víctimas preferentes, merecedoras de ser pasadas por las armas, aquellas personas en quienes se hubieran detectado capacidades de movilización y liderazgo
Tan meritorio estudio no sólo contradice la tesis de la explosión del odio como causa principal, sino que ha detectado el carácter “estratégico” de los asesinatos de religiosos en la Guerra Civil. Es decir, presenta como lógico, sin señalar objeción alguna, el hecho de que fueran consideradas en primer lugar como víctimas preferentes, merecedoras de ser pasadas por las armas, aquellas personas en quienes se hubieran detectado capacidades de movilización y liderazgo. En definitiva, el estudio de los cuatro profesores mencionados, al descartar como causas la explosión del odio primario y el descontrol de los extremistas que se proclamaban republicanos atribuyendo carácter estratégico a los asesinatos de los religiosos, termina equiparando el comportamiento en el territorio republicano al que servía de acusación para el bando que denominaban nacional que, por eso mismo, era condenado con mayor severidad. O sea, que del repudio al sectarismo y a los asesinatos impulsados por el odio podríamos estar derivando hacia su justificación asignándoles “un carácter estratégico”. Quedaría, en ese caso, en el aire la cuestión de si faltaría por concluir la faena. Por eso, deberíamos mantenernos atentos al Nuevo Año 2025 y a los cien actos prometidos para conmemorar los primeros cincuenta de la muerte de Franco, cuya exhumación de Cuelgamuros y traslado al cementerio de Mingorubio en El Pardo podría ser en adelante conmemorada con carácter anual como la Semana Santa. Veremos.
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