No es una chaladura de María Jesús Montero. No es el fanatismo de Irene Montero. No es la supuesta mediocridad de Pedro Sánchez, capaz de decir y hacer lo que sea con tal de mantenerse en el poder. No es ni siquiera la infinita tendencia a la autodegradación del votante del PSOE, capaz de asentir a lo que sea que venga del partido, de cambiar de opinión a la velocidad del rayo, de convencerse cuantas veces sean necesarias de que lo peor es lo mejor y lo mejor es abominable. Es, sencillamente, el estado actual de la sociedad española.
“Qué vergüenza que todavía se cuestione el testimonio de una víctima y se diga que la presunción de inocencia está por delante del testimonio de mujeres jóvenes”, escuchábamos hace unos días. Las palabras las pronunciaba María Jesús Montero. Ministra del Gobierno de España. No una estudiante fanática de 3º de Políticas, ni una actriz veterana, ni una charlatana del feminismo institucional, aunque en el fondo también sea un poco de todo eso. Las palabras son muy graves, decimos escandalizados. Pero no. No lo son. Las palabras no son más que el consenso actual en España en lo que concierne a la presunción de inocencia.
No existe. O debe dejar de existir. Para algunos casos, sólo. En la cuestión de la violencia machista, la palabra “presunta” es violencia machista. La víctima de violencia machista es una categoría a priori y necesaria. Si una mujer denuncia ser víctima, entonces performativamente esa mujer ya es víctima. Y si una mujer dice que un hombre es un violador, el hombre ha sido siempre y será siempre un violador. La justicia, la prensa y la sociedad son quienes deben adaptarse al hecho. Mejor dicho, son quienes deben convertir la declaración en hecho mediante su asentimiento enfático.
A eso vamos. A que mediante leyes, chistes, manifestaciones, discursos, editoriales, gobiernos progresistas y oposiciones del PP la presunción de inocencia sea un mal recuerdo. Los nuevos tribunales con perspectiva de género aplicarán automáticamente la sentencia emanada del Congreso: siempre víctima
El testimonio de una mujer -joven, añade la ministra por alguna razón- debe ser suficiente para esquivar el proceso garantista, la presunción de inocencia y el cuestionamiento de la declaración. Las consecuencias son claras. Las reacciones también lo han sido; nada. Las cuatro columnas de siempre. Los mismos mensajes de siempre. Palabras inaceptables. Hecho excepcional. Debe dimitir. Mensajes ridículos todos ellos. La idea de fondo está totalmente aceptada, las palabras se han repetido mil veces y quien las pronuncia lo hace porque sabe que aumentarán su capital político.
El Intermedio es un programa humorístico de La Sexta cadena del Gobierno que lleva No emitiéndose casi 20 años. Cumple la misma función que todos los productos similares en su misma categoría. La Revuelta, las irreverencias empaquetadas de La Ser, las investigaciones de Público, las tertulias de Intxaurrondo. No cambian la opinión de nadie, pero mantienen y adaptan la de sus espectadores para que no se pierdan en el viaje al totalitarismo chic. “Si una víctima que denunció a los pocos minutos de la agresión, con testigos, no ha sido capaz de poner en duda la presunción de inocencia, ¿quién lo hará?”, decía una de las presentadoras del entramado. A eso vamos. A que mediante leyes, chistes, manifestaciones, discursos, editoriales, gobiernos progresistas y oposiciones del PP la presunción de inocencia sea un mal recuerdo. Los nuevos tribunales con perspectiva de género aplicarán automáticamente la sentencia emanada del Congreso: siempre víctima, siempre culpable.
La Mayella de la obra, víctima de un padre terrible, acabó con la vida de un inocente. Nuestras Mayella contemporáneas, de la mano de la izquierda, están muy cerca acabar con la presunción de inocencia
Matar a un ruiseñor se convirtió hace poco en una obra problemática en EEUU por su reflejo fiel del racismo. En España también sería problemática si se conociera. No por cómo refleja el racismo, sino porque promueve la reaccionaria idea de que nadie -ni siquiera un hombre acusado de violación- es culpable salvo que se pueda demostrar su culpabilidad. En España se ha trabajado -se sigue trabajando- para que los testimonios de mujeres que alimentan la agenda de los partidos de izquierda sean incuestionables. La Mayella de la obra, víctima de un padre terrible, acabó con la vida de un inocente. Nuestras Mayella contemporáneas, de la mano de la izquierda, están muy cerca acabar con la presunción de inocencia.
Lo verdaderamente terrible
Hace poco decía algún avispado que Sánchez era el presidente más mediocre de la democracia española. Pertenece al mismo género que aquello de que Zapatero era idiota y no se enteraba de nada. Entre los dos -siempre fue el mismo proyecto- han convertido a España en el país más salvajemente totalitario de la presuntuosa Europa. La idea que la ministra soltó en un mitin del PSOE es terrible, pero lo verdaderamente terrible es que no es una excentricidad de una ignorante Montero. Ni de Sánchez. Es una idea que ya pertenece a España, por obra del PSOE y de todos los partidos que reman junto a él en la misma dirección.
¿Quieres participar en la conversación?