La prensa deportiva del lunes nos trajo una noticia delirante: las tensiones entre el Real Madrid y Kylian Mbappé por su participación en las olimpiadas de París. Florentino Pérez ha prohibido a sus estrellas la asistencia a los juegos, priorizando una lucrativa gira americana en esas fechas. El conflicto es el deseo de participar de Kylian Mbappé, presionado por el presidente Macron, que pretende presentarle como icono de éxito de la Francia multicultural.
Aparece un pequeño obastáculo en el horizonte : la Francia multicultural es un enorme fracaso, salpicada de banlieues (extrarradios) carcomidas por el paro, la delincuencia y el islamismo radical. Lo comprobaron en primera persona muchos de los aficionados del Real Madrid que acudieron a la final de Champions en Saint-Denis en 2022. También quedó claro el pasado verano cuando estos guetos protagonizaron estallidos de violencia por la muerte de un adolescente de 17 años llamado Nahel, abatido por disparos de la policía en un control de tráfico. Las banlieues, en realidad, son la mayor derrota del actual modelo republicano francés.
El multiculturalismo de Macron no le convence ni a él mismo, que hace siete meses dijo que 'Francia no puede acoger toda la miseria del mundo'
Si Macron se muestra tan interesado en que Mbappé participe es porque no hay tantas celebridades que hayan alcanzado el éxito partiendo de un gueto parisino. Si tuviese decenas a mano, no sería necesario presionar al jugador para quedarse. Las banlieues son un polvorín desde tiempos de Sarkozy, cuando prometía mano dura pero no aprobaba el presupuesto para mandar a esos barrios las dotaciones policiales que reclamaban sus alcaldes. La espiral de frustración y violencia fue subiendo hasta estallar con las revueltas de cinco días donde se destrozaron dos 1200 coches (se dice pronto), 2500 edificios y se registraron jornadas de entre 900 y 1300 detenidos, con un ambiente prebélico.
Mbappé y los polvorines multiculturales
Habrá quien acuse a esta columna de racista, pero el problema no es de raza -no somos perros-, sino de arraigo y de modelo cultural. Allí viven miles de jóvenes sin oportunidades laborales que no se sienten integrados en Francia ni tampoco encajan ya en sus países de origen, al ser demasiado europeos. Viven hambrientos de vínculos y de participación y solo tienen cerca el islamismo radical y el hip-hop antisistema.Lo importante de este conflicto es que Macron pretende vender un multiculturalismo del postal que ya no convence a nadie. Ni siquiera a él mismo, que hace pocos meses negaba la política de fronteras abiertas con el titular “Francia no puede acoger toda la miseria del mundo”.
En España, ayer mismo, El País publicaba que el gobierno de Pedro Sánchez maneja diversos informes que califican la migración masiva como amenaza para la seguridad nacional y que hay estados usando las oleadas de migrantes como arma contra nuestros intereses. Georgia Meloni, Olaf Scholz, Marine Le Pen, Geert Wilders y Salvador Illa ("Aquí no puede venir todo el mundo, no puede ser") se han mostrado partidarios de detener o restringir los flujos migratorios (con declaraciones que hasta hace poco solo se atrevían a hacer Rubén Pulido y Jorge Buxadé de Vox, aparte de algunos izquierdistas despiertos como Jorge Verstrynge, Manolo Monereo, Héctor Illueca y Julio Anguita). ¿Va a colar el multiculturalismo de postal que pretende vender Macron en París 2024? Muy densa tiene que ser tu burbuja política para pensar que la respuesta es afirmativa.
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