Opinión

Memoria de pez para regalar impunidad

Nuestra cabeza no está preparada para seguir este ritmo de actualidad, plagada de episodios bochornosos


Hoy me han felicitado porque, tras la DANA en Valencia y que todo el mundo se quejara de que no sonaron las alarmas en los móviles o que sonaron, pero ya muy tarde, por lo visto fui la primera en acordarme de la que sufrimos hace un año en Madrid y de la gente que puso el grito en el cielo porque le molestaba esa invasión en su intimidad que suponían las alarmas en los móviles o, simplemente, porque sonaron muy fuerte. Así lo plasmé en mi columna de opinión el jueves de esa semana.

Y da miedo. No es que dé miedo ser la primera en algo. Da miedo acordarme de algo así y mencionarlo antes incluso que la señora Ayuso, a quien le cayó la del pulpo por entonces, como suele ser habitual ya, haga lo que haga ella o el espabilado de su novio.

Es terrorífico darse cuenta de la mala memoria que tenemos. Aunque yo no debería incluirme en esta afirmación, porque todavía estoy sacándole brillo a la medalla imaginaria que me he colgado por ser la primera en recordar algo. Pero aún así me incluyo, porque, seguramente, mañana a estas horas ya habremos olvidado mi medalla y todo lo demás.

 

Parece que tenemos memoria de pez. Y por si fuera poco, tampoco ayuda que vivamos en unos tiempos tan escandalosos donde cada día se nos revela una trama corrupta más siniestra, demencial e indignante que la anterior.

Cómo podemos pretender que la gente se acuerde de que cada vez que el PSOE ha llegado al Gobierno ha salido de él con los bolsillos de algunos de sus miembros más llenos

Uno ya no sabe dónde fijarse: con tanto barro en Valencia se nos olvida la UCO, se nos olvida Begoña, Ábalos, las supuestas agresiones sexuales de Errejón y pasa de puntillas un inspector jefe de blanqueo de la Policía Nacional que tenía emparedados en su casa 20 milloncejos.

 

Nuestra cabeza no está preparada para seguir este ritmo. Y si la mayoría no es capaz de acordarse de lo que pasó hace un año, cómo podemos esperar que la gente se acuerde de estados de alarma inconstitucionales que se decretaron sin miramientos para encerrarnos a todos, hace cuatro, cuando ahora nos ponen tantas excusas para decretar uno. Cómo podemos pretender que la gente se acuerde de que cada vez que el PSOE ha llegado al Gobierno ha salido de él con los bolsillos de algunos de sus miembros más llenos, otros tantos imputados y dejando a España en una crisis económica de la que ha costado Dios y ayuda recuperarse. La lista de causas por corrupción del PSOE de Felipe González no cabe en un folio, a no ser que queramos leer el texto con lupa, pero aún así me tengo que tragar a este señor, un día sí y otro también, dándonos a todos lecciones políticas y de moralidad. Se me indigestan los aplausos de todos aquellos que le ríen las gracias cada vez que critica a Sánchez para explicarnos que “esto no es verdadero socialismo”. No, claro, el verdadero socialismo, la verdadera izquierda, era la suya, señor González, la de los casos Rumasa y Filesa, los fondos reservados para la lucha contra el terrorismo, el caso Ave, el caso Seat, el caso Guerra, el caso Roldán, los crímenes de los Gal...

Pero como no tenemos memoria, aplaudimos a personajes que deberían estar deshauciados de cualquier atención o trato de favor en nuestro país y les damos un micrófono, no vaya a ser que alguien se lo pierda.

 

Me dirán ustedes que entonces este problema de la memoria es cosa de boomers y que me quejo porque estoy viejuna. Se equivocan totalmente: esto también atañe a los jóvenes y yo ya nací viejuna. Les puedo asegurar que yo con 5 años era ya una viejuna totalmente insoportable.

Pero vamos a los jóvenes. Esos que en cuanto pueden intentan echar la responsabilidad de lo que sea a generaciones anteriores, mientras trabajan por convencerse de que todos sus problemas son heredados.

Que permitáis que Irene Montero vaya a ser colaboradora de un programa de TV con este tipo de charlas, no os lo voy a perdonar. Os perdonaría que la hubieseis catapultado a un programa como “Supervivientes” para lanzarla a alguna isla lejana

Tenéis razón en que algunos problemas son heredados y os pido perdón porque tengáis que aguantar a un señor que ahora se gana la vida yendo de tertulia en tertulia, con camisas que hasta Lady Gaga rechazaría por horteras para acudir a una Met Gala. Os pido perdón por haber dado alas mediáticas a un señor que se dedica a sentar cátedra sobre todos los temas, porque de todo sabe, y que ha pasado de orinar sobre su público en sus conciertos, mientras lo deleitaba con temas tan profundos como “marica de terciopelo” o “cómete una paraguaya”, a orinarse en la cara de todos nosotros, en horarios de máxima audiencia, con su moral intachable e indiscutible.

 

Pero que permitáis que Irene Montero vaya a ser colaboradora de un programa de TV con este tipo de charlas, no os lo voy a perdonar. Os perdonaría que la hubieseis catapultado a un programa como “Supervivientes” para lanzarla a alguna isla lejana, con la esperanza de que no vuelva, porque ni mandándola a Bruselas nos deja en paz la que afirmo y reafirmó que está bien tener relaciones sexuales con un niño, si el niño quiere. Que sea una inepta a la hora de redactar leyes ya casi es lo de menos, aunque los agresores sexuales que han visto reducidas sus condenas aún la deben de estar aplaudiendo. Lo más grave es que vais a meterla a la hora de la sobremesa en miles de hogares y les vais a cortar la digestión a miles de familias. La indigestión generalizada de este país será culpa vuestra. Por vuestra mala memoria, incluso, del mismo presente.

 

La célebre frase del poeta, novelista y filósofo español, Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana, decía: “quien no conoce su historia está condenado a repetirla”. Nuestro problema no es que no conocemos nuestra historia, es que ni siquiera queremos recordar nuestro pasado ni ser conscientes de nuestro presente.

 

Mañana, nos quejaremos todos de la impunidad de los políticos... Y pasado se nos habrá olvidado el bochorno que deberían provocarnos con cada aparición, con cada palabra... Pero ya será tarde. Nuestra desmemoriada memoria los habrá salvado, otra vez, del peor de los castigos: el desprecio de los tuyos y el silencio de la posteridad.

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