En un alarde de demagogia inigualable, Sánchez repite por doquier, y manda a sus ministros que también lo hagan, que “mientras que el PP rescató a los bancos, nosotros rescatamos a las personas”.
La segunda afirmación es bastante discutible y basta con recordar lo que decía el Banco de España hace poco: “Solo entre el 15% y el 20% del presupuesto previsto para hacer frente a la crisis energética y al repunte de la inflación entre 2021 y 2025 (entre 34.000 y 40.000 millones de euros) está focalizado en las empresas y hogares con menos recursos para afrontarla. El resto tienen un alcance relativamente generalizado”.
Pero, aquí me voy a centrar en la primera afirmación, en el rescate de las Cajas de Ahorros. Porque hay un hartazgo creciente con las medias verdades en unos casos y con mentiras flagrantes en otros. La realidad, en corto y por directo, es que el PSOE le dejó la basura bancaria al gobierno de Rajoy al final de 2011, tras no hacer nada eficaz durante años. Y el PP, bajo presión europea, se vio obligado a limpiarla, rescatando a los depositantes y protegiendo a la economía española. Eso sí, tampoco realizó, precisamente, la gestión más brillante ni acertó en algunas promesas.
Vayamos al comienzo. La burbuja inmobiliaria se inició con el aumento de la liquidez y reducción progresiva de los tipos de interés coincidentes con el gobierno de Aznar que, además, desaprovechó su Ley Financiera para limitar la intervención política de las CCAA en la gobernanza de las Cajas. Y el primer gobierno del PSOE, no sólo no la corrigió, sino que la infló. No haciendo caso, por cierto, a las advertencias del entonces jefe de su oficina económica. Así, los años 2005 y 2006 fueron los de máximo auge del crédito inmobiliario, llevando la tasa de crecimiento del crédito bancario total a niveles por encima del 27% y 25% anual respectivamente, con desprecio del riesgo por parte de los gestores. Algo realmente brutal que derivó en un enorme endeudamiento para poder financiarlo. El estallido de las burbujas inmobiliaria y financiera estaba servido en cuanto acabara la etapa de tipos de interés reducidos.
El gobierno de Zapatero se hizo el remolón. No creó el FROB hasta mediados de 2009, cuando ya había quebrado la Caja de Castilla La Mancha
Tras las primeras manifestaciones de la crisis en el verano de 2007, las Cajas de Ahorros empezaron a mostrar serios problemas. Pero el gobierno de Zapatero se hizo el remolón. No creó el FROB hasta mediados de 2009, cuando ya había quebrado la Caja de Castilla La Mancha. Y se perdió el tiempo con soluciones bastante poco operativas como los SIPs, una especie de fusiones de baja intensidad donde se unían entidades con problemas latentes de solvencia por la mala valoración de los activos. El colmo de los despropósitos fue autorizar el SIP de Bankia en 2010 y su salida a Bolsa posterior, creando una entidad zombi que anduvo tambaleándose hasta que llegó el siguiente gobierno. Desde 2007 fueron cuatro años perdidos por el PSOE, con fórmulas como inyectar preferentes de alto coste a las entidades, lo que no resolvía nada. Y, aplazando la búsqueda de soluciones reales, se engordó el problema por la inacción. Las crisis bancarias hay que atajarlas cuanto antes. Si se pierde el tiempo, solo sirve para aumentar el tamaño del agujero.
Al gobierno del PP le entregaron un desastre. Fue raudo en exigir que los bancos acometieran saneamientos, aunque no fueron suficientes porque se avecinaba una nueva recesión. Los mercados desconfiaban ya absolutamente de algunas entidades, sobre todo de Bankia. Por lo que hubo que afrontar el rescate inyectando capital sin coste, es decir, auténtico capital, no como antes. Si se las hubiera dejado quebrar, los depositantes y acreedores hubieran perdido su dinero, más allá de lo asegurado por el FGD (que tampoco tenía fondos), con consecuencias económicas dramáticas. Por eso, en realidad, a quien se rescató fue a los depositantes y, en definitiva, a la economía española. Es de cínicos decir que se rescató a los bancos.
La causa última de las pérdidas hay que buscarla en la generación de los riesgos por la mala gestión de los órganos directivos de las Cajas, dominados por políticos de las CCAA de todas las ideologías
Y vino el banco malo (la Sareb) donde se traspasaron activos tóxicos relacionados con el sector inmobiliario, por importe de unos 50.000 millones, para que las entidades se pudieran centrar en su negocio. Se hizo con una valoración claramente superior al precio de mercado, lo que ha supuesto muchas pérdidas (y más que aún habrá). Aunque, en realidad, si se hubiera hecho a precios más bajos, habría habido que recapitalizar las ex Cajas en mayor medida, por lo que viene a ser lo comido por lo servido. También hubo errores de gestión técnica de la Sareb, (como por ejemplo el famoso swap para protegerse de la subida de tipos). Pero, no nos engañemos, la causa última de las pérdidas hay que buscarla en la generación de los riesgos por la mala gestión de los órganos directivos de las Cajas, dominados por políticos de las CCAA de todas las ideologías. Y, secundariamente, en las “patadas hacia adelante” que se fueron dando durante años, inflando el problema.
Entonces, ¿el gobierno del PP no tuvo mayor responsabilidad en todo este asunto?
Por supuesto que la tuvo. Primero, fue quien inició la burbuja inmobiliaria, al filo del cambio de siglo. Además, gobernaba en diversas CCAA, interviniendo en Cajas de ahorros que acabaron quebrando. Algunas de ellas estuvieron entre las que más dinero nos han costado, aunque otras donde actuaron los partidos catalanes o el propio PSOE no se quedaron atrás. Y, por último, llevó a cabo promesas absurdas como por ejemplo la de que el banco malo no nos costaría nada.
Chivo expiatorio
En definitiva, y a modo de conclusión, resulta una estupidez soberana acusar despectivamente al PP de rescatar bancos, cuando el agujero lo dejó el gobierno del PSOE. La demagogia de Sánchez es realmente insoportable. Aunque tampoco pueda decirse que el PP haya transitado por todo este asunto “sin romperla ni mancharla”.
Entre todos propinaron un golpe demoledor al subsistema de cajas de ahorros. Para colmo, luego, con la aquiescencia de partidos extremistas, populistas y nacionalistas, desaprovecharon la comisión parlamentaria posterior y se limitaron a buscar un chivo expiatorio, al que identificaron con el BdE. Inenarrable.
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