Opinión

Menos mal que existen las marcas blancas

Resulta interesante que los consumidores podamos acceder a productos, incluso de marcas de gran prestigio, a un precio inferior, y en algunos casos la diferencia es grande

Lo que en España conocemos como marca blanca (por el color de los envases de los primeros productos que se vendieron sin marca) nacieron como “marca de distribuidor” en la Alemania de la II Guerra Mundial, buscando la austeridad. Con la crisis inflacionista del petróleo de 1973 esta tendencia se extiende en países como Francia y Estados Unidos. A España llega a 1977 y, según las fuentes, el primero que lanzó productos sin marca destacando sólo el producto que se vendía fue la cooperativa vasca Eroski o el supermercado low cost madrileño (y ya desaparecido) Simago. En cualquier caso se limitaba a productos básicos y, aunque fue copiado por otras grandes cadenas según pasaban las décadas, hasta la crisis de 2008 en una gran parte de la población comprar “marca blanca” tenía muy mala prensa. Recuerdo comentarios maliciosos en foros (donde se debatían estas cosas antes de Twitter) en los que se afirmaba que los yogures de sabores de marca blanca se hacían con la fruta que rechazaba Danone por ser de mala calidad.

Con la Gran Recesión todo cambió (de no llegar al 25% de cuota a superar en pocos años el 40%) y dejó de estar mayoritariamente mal visto comprar marca blanca y en la actualidad, debido a las subidas de precios tan elevadas, estamos en máximos de consumo de estos bienes. En concreto la cuota de la “marca blanca” en 2004 era del 22%, en 2008 llegó al 34% y en 2022, según Nielsen IQ, se ha tocado el máximo: 46%. Es decir, prácticamente la mitad de todo lo que compramos es de marca blanca. A esto ha ayudado también que se ha mejorado la presentación, la estética del empaquetado -y probablemente la calidad- de estos productos, incluso traicionando el espíritu inicial y asignando una marca propia a lo que en teoría no tenía marca. Es el caso de El Bosque Verde de Mercadona o Silver Crest de Lidl. Aunque primeras marcas han tenido una segunda marca más barata y, para no devaluar su imagen, les interesaba que su nombre no apareciera, esto ahora es minoritario.

Un ejemplo es Tarradellas, cuyas pizzas se venden en Mercadona con un envase diferente y un precio inferior al de la marca barcelonesa, teniendo exactamente el mismo contenido que en otros supermercados

Las grandes cadenas de distribución llegan a acuerdos, generalmente con empresas pequeñas, para adquirir sus productos y renombrarlos con su propia “marca blanca” llegando incluso a ser competencia, porque solo en algunos casos se adquiere toda la producción. Un ejemplo es Tarradellas, cuyas pizzas se venden en Mercadona con un envase diferente y un precio inferior al de la marca barcelonesa, teniendo exactamente el mismo contenido que en otros supermercados donde Tarradellas vende con su propio formato. ¿Por qué esta marca hace esto? Por lo mismo que otras muchas, el volumen que compra Mercadona es tan grande, que es interesante para Tarradellas vender a un menor precio (en este caso el acuerdo incluye fiambres, patés etc.) a un cliente tan importante y, por otro lado, el margen que aplica la cadena valenciana entre como lo adquiere y cómo lo vende al público, también es más bajo, algo que ya comentamos aquí. Y, de hecho, otras empresas con una marca propia lo bastante famosa, también aceptan lo mismo, es el caso de Antiu Xixona o Cidacos, pero hay muchas más menos conocidas.

La inflación va a seguir siendo un problema, y más tras la sequía actual que está disminuyendo la producción de muchos productos que encarecerán aún más todo lo que provenga de la agricultura y la ganadería, incluso si los precios energéticos siguen contenidos. Siendo Mercadona el punto de venta de alimentación donde más compran los españoles (el segundo es Carrefour) resulta interesante que los consumidores podamos acceder a productos, incluso de marcas de gran prestigio, a un precio inferior, y en algunos casos la diferencia es grande. Yo mismo he podido constatar diferencias importantes en, por ejemplo, el litro de leche: donde vivo la marca que suministra a la cadena valenciana vende con su propia marca en otros puntos de venta, de media, un 10% más caro, y es la misma leche. Ocurre lo mismo en Carrefour, Día etc., por ejemplo el caso de la leche, yogures y postres Celta que se venden en Aldi renombrados como Milsani. Por eso a lo absurdo de algunas críticas contra nuestras cadenas de distribución, que ya hemos comentado alguna vez, se suma lo injusto que resulta acusar a los supermercados de la inflación como hizo no hace tanto un economista, famoso por ignorar los datos y buscar polémicas para que le sigan llamando a esos programas, en televisión.

Es cierto que, siempre según Nielsen IQ, en el primer trimestre de este año el precio de las marcas blancas ha subido de precio un 15,4%, el doble que las demás (+7,3%) y aún así, siguen siendo mucho más baratas. De hecho, si no existieran, si no hubiera esos acuerdos (que sólo pueden hacer las grandes compañías) para adquirir a más bajo coste por mayor volumen y posteriormente vender el mismo producto con otra etiqueta y menor precio, la inflación procedente de alimentación (y cosmética, limpieza etc.) sería bastante más alta de la que es. Es curioso cómo los políticos más belicosos con los supermercados son incapaces de criticar a las empresas que venden a precios más caros como Nestlé, Danone, Colgate… y se ceban en los que sí que ofrecen a los consumidores una buena relación calidad/precio. Lo peor es que consiguen que mucha gente haga lo mismo, equivocando claramente el tiro.

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