Todo el mundo sabe que la izquierda en España ya no asalta los cielos, sino que a duras penas toma posesión de los ministerios para grabar un "Happy Birthday, Miss Minister", como si en el vídeo narcisista de los nuevos años 20 estuviera la esencia misma de la alianza del socialismo y del comunismo moderno.
Expertos son en la recreación histórica basada en una concepción nostálgica de lo que pudo ser y no fue, pero también son peritos en la semántica de lo imposible, en la aprobación indebida y mórbida de determinadas voces en régimen de monopolio. Diálogo, progreso, política útil. Y recientemente feminismo, término del que se apropian con la fe del converso.
Sin perjuicio de los que asumen reverentemente la doctrina social de Iglesias y de su parroquia, a las puertas del 8-M conviene desmontar parte de sus contradicciones y sus falacias, siquiera sea como un ejemplo de incoherencia y de irrelevancia de pensamiento. Únicamente pido un esfuerzo por entender las antinomias del oficialismo dominante en materia de igualdad y que se proyecte el contrafactual de lo que hubiese ocurrido en el supuesto en el que tales contradicciones hubieran sido protagonizadas por cualquier político de centro derecha. Es simplemente coherencia.
1. El revisionismo histórico: el feminismo no es socialista
La búsqueda y el reconocimiento de la igualdad han sido premisas del liberalismo de finales del siglo XVIII hasta la fecha, mucho antes de que el primer Pablo Iglesias hubiese nacido en Ferrol en 1850. Asimismo, ni Emilia Pardo Bazán ni Clara Campoamor, en este caso por mucho que les pese, fueron socialistas. Acción Republicana, el partido de Azaña, se manifestó con diferente intensidad contra el voto femenino en 1931. En réplica al diputado Peñalba, vocero de Azaña, Campoamor sostuvo lo siguiente: "Decís que la mujer no tiene preparación para la política. Decía el señor Peñalba, no sé en virtud de qué cálculos, que un millón si la tiene y cinco millones no. Y yo os pregunto: y de los hombres, ¿cuántos millones de ellos están preparados? Exactamente lo mismo". Por no contar, Campoamor no contó ni siquiera con el apoyo de Margarita Nelken ni de los republicanos de la época. Novoa, de la Federación Republicana gallega llegó a afirmar que "la mujer es histerismo y se deja llevar por la emoción" y Ayuso, del Partido Republicano federal concluyó que "el histerismo impide votar a la mujer hasta la menopausia". Sin comentarios.
2. La falsa imputación de la culpa a la derecha
Durante los años de gobierno del Partido Popular se produjo estadísticamente el mayor salto en igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, como revelan todas las estadísticas nacionales e internacionales sobre la materia. Pero es más, considerando la violencia de género como la expresión más crítica de la desigualdad, fueron los años en que el número de asesinatos descendió hasta el mínimo histórico, constituyendo esta actuación un referente en la lucha machista en todo el mundo, por mucho que le pese a cierta izquierda. En mi mandato como secretario de Estado, y gracias al esfuerzo coordinado de todas las administraciones, el número de asesinatos fue el más bajo y, sin embargo, Pedro Sánchez en la oposición, por cada asesinato, escribía tuits con la siguiente literalidad o similar: "¿Cuántas muertes más se tienen que producir para que este Gobierno se lo tome en serio? ¿Cuántas vidas truncadas tenemos que contar?". Preguntas ignominiosas que, por dignidad, yo nunca me atrevería a formular. Pero, por coherencia con su afirmación, en un momento en que ha crecido más de un 20 por ciento el número de asesinatos por violencia de género en España, ¿de quién es ahora la responsabilidad, Sánchez?
3. El machismo intolerable de Iglesias
¿Se imaginan la reacción social de cierto sector acrítico de izquierdas si un líder de la derecha española hubiera pronunciado, como hizo Iglesias, la expresión "la azotaría hasta que sangre" referida a una periodista, también llamada Montero? Actualmente, vicepresidente segundo del Gobierno, al que no le dolieron prendas recientemente en el hemiciclo para hablar como un machista incorregible al grito de la expresión "descojonarse". En el recuerdo queda también la interpretación folk de Pablo Echenique de la jota "chúpame la minga, Dominga, que vengo de Francia" entre el solaz y las risotadas del propio Iglesias y de una parte de su equipo, hombres y mujeres. Nada mejor que resumir estas secuencias y muchas otras en la frase de Carolina Bescansa: "He aprendido mucho sobre machismo en esta aventura de Podemos".
4. La contradicción del caso: Botella contra Montero
Sobran las palabras pero faltan las valoraciones sobre la siguiente contradicción. Habla Iglesias en 2014 sobre Botella: "Es la que encarna ser 'esposa de', 'nombrada por', sin preparación. /.../ Una mujer cuya única fuerza proviene de ser esposa de su marido y amiga de los amigos de su marido. Y, en un día como hoy, 8 de marzo, a mí me gustaría felicitar a las mujeres de mi país y agradecerles que no se parecen a Ana Botella".
Si hay una realidad cierta es que la formación de Botella no tiene nada que ver con la de Montero, por mucho que se pueda estar de acuerdo o no con ella. Botella es una funcionaria de un Cuerpo Superior del Estado, tras ganar plaza por oposición, y con una experiencia profesional dilatada. Montero apenas presenta ningún mérito apreciable. Por desgracia, no se conoce rectificación ni reconocimiento de error por parte del vicepresidente segundo del Gobierno. Ni se espera con toda seguridad.
5. El exhibicionismo como arte de ocultación de la nada
El 19 de febrero, y a raíz de la edición de un vídeo calculado por la ministra de Igualdad, hice público un tuit que alcanzó en aquellas horas cierta notoriedad: "Si cuando yo era Secretario de Estado de Igualdad hubiera grabado un vídeo en ese mismo despacho celebrando mi cumpleaños con el peor dato de asesinatos por violencia de género de los últimos años, todavía estaría escuchando críticas. Cuan diferentes nos tratáis". Al momento de escribir este artículo y en tan solo dos meses en 2020 han sido asesinadas en España 13 mujeres por violencia de género, el mismo número de mujeres que fueron asesinadas en 2018 desde el 1 de enero hasta el 8 de junio, día en el que fui cesado a causa de la moción de censura. El promedio es desolador.
Es sencillo imaginar qué hubiera ocurrido si, por narcisismo o por necedad, hubiera hecho público un vídeo similar. Es más, durante mis primeros meses como Secretario de Estado tuve que tratar con mujeres acampadas en la Puerta del Sol que pugnaban porque desapareciera la violencia de género en España. Comparto obviamente el objetivo pero no entiendo porqué acampaban en mi época y ahora no. Yo pasaba horas en aquellas tiendas de campaña buscando soluciones para el Pacto de Estado contra la Violencia de Género; otras, en peores circunstancias, graban celebraciones pueriles entre tartas y velas.
6. La incongruencia del lenguaje inclusivo
Una de las pretensiones imperantes de la nueva izquierda es el botín del lenguaje y, en particular, del lenguaje inclusivo. Pero no hay más que aproximarse a este fenómeno para caer en la cuenta de que ese discurso encierra una impostura galopante. Un ejemplo: el 22 de enero la vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo, afirmaba que el Congreso debía dejar de llamarse "de los Diputados" porque discriminaba a las diputadas. Ese mismo día se aprobaba un Real Decreto ley por el que el Gobierno incrementaba el sueldo de los "empleados" y de los "funcionarios" discriminando a las mujeres. El texto se puede leer en el Boletín Oficial del Estado que, paradojas de las instituciones, depende orgánicamente de la vicepresidenta primera del Gobierno. ¿Nominalismo e impostura, o compromiso y exigibilidad?
7. La hija de Montero: no es visibilidad, es privilegio
La humildad y la prudencia son virtudes que no parecen que formen parte de los atributos de la ministra de Igualdad. Si Irene Montero tiene la opción de criar a su hija mientras trabaja, debería permitir que toda madre en condiciones laborales similares lo hiciera. Por pudor básico, ningún alto cargo exhibiría una situación parecida de desigualdad respecto al resto de trabajadoras, porque convierte a la ministra en casta, pero casta institucionalizada. Cargo y carga, en el mundo de la igualdad. Por respeto a las que no pueden hacer lo mismo, debería la Ministra no hacer ostentación. ¿Va el Gobierno a aprobar una Ley de manera inmediata para poner fin a este agravio manifiesto ante tantas mujeres trabajadoras? No es visibilidad, es privilegio hoy por hoy.
8. Iglesias y la falta de corresponsabilidad
A lo largo de mi etapa como secretario de Estado hice lo posible por reforzar el principio de corresponsabilidad de modo que hombres y mujeres repartieran las obligaciones domésticas de manera equitativa en la medida de lo posible. Gracias a Iglesias ese esfuerzo no ha servido para nada. Si el vicepresidente segundo del Gobierno tiene la sede de su ministerio a cinco minutos a pie de la sede del Ministerio de Igualdad, y habida cuenta de que no se hace cargo de los otros dos niños en su jornada de trabajo, ¿por qué deja el peso de la crianza de la niña en manos de su pareja todo el día? Y, para colmo, es el responsable de políticas de infancia en España.
El 8-M es una oportunidad para avanzar en la igualdad real de oportunidades entre hombres y mujeres en España, pero es también momento de reflexión sobre la manipulación y el artificio de algunos comportamientos y discursos impertinentes. Ya es hora de enterrar el furor monopolista de cierta izquierda enredada en sus prejuicios historicistas. Por todas las mujeres de este país, piensen lo piensen, y voten lo que voten
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