Lo que ha hecho Carmen Calvo es común con las novelas, pues hay quien trata de darse importancia en las sobremesas alardeando de lecturas que nunca hizo. Ocurre algo similar en el cine, pues si todo el mundo dijera la verdad, Bergman, Dreyer y Tarkovsky hubieran muerto en una piscina llena de billetes. Nadie en su sano juicio alardearía de gusto excelso tras acudir a un pase de Operación Camarón -qué horrible insistencia la de los comentaristas de Mediaset-, pero quien quisiera aderezar el postre con pedantería hablaría de 'Escenas de caza en la Baja Baviera'. Seguramente, añadiría la coletilla más tópica e insoportable: “Es una película antigua que sigue de plena actualidad”.
Resulta que Juan Diego Botto interpreta estos días, en el Teatro Español, de Madrid, la obra Una noche sin luna, dirigida por Sergio Peris-Mencheta y la cual “habla de (Federico García) Lorca desde la perspectiva del siglo XXI”. Pues bien, la vicepresidenta publicó en sus redes sociales hace unas horas un mensaje que decía lo siguiente: “Estupenda obra, fantástica la interpretación de Juan Diego Botto y demás actores y actrices”. El problema es que es un monólogo. Quizás la vicepresidenta se confundió de teatro. O quizás vio fantasmas sobre las tablas.
Sobra decir que la obra comparte la visión de ese fragmento de la historia de España que transmite la Vicepresidencia de Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, que ostenta Calvo. Es precisamente por su contenido ideológico por lo que la política socialista ensalzó este producto cultural. Evidentemente, para animar a otros ciudadanos a que acudan al teatro. Fue un intento de promoción que terminó en ridículo. Un ingrediente, por cierto, que no conviene descartar cuando la aludida abre la boca.
Carmen Calvo y la izquierda de moqueta
Su comportamiento es propio de la izquierda que más acostumbra a pisar la moqueta: consiste en hablar de oídas sobre la realidad -y pontificar sobre ella- y recitar tópicos sin preguntarse si son ciertos. Es una de las grandes características de la propaganda: hay que dejar poso en el receptor de los mensajes, sea o no sea verdad lo que se cuenta. Así se consigue captar voluntades y se crea el caldo de cultivo necesario para que los ciudadanos se enfrenten por asuntos que, un tiempo atrás, ni les quitaban el sueño ni les importaban un pimiento.
Escribió Yolanda Díaz este domingo otro mensaje que deja entrever la capacidad para mentir de esta gente. Decía: “Sin todas las personas que luchaban contra los desahucios, cuando no salían en los medios de comunicación, hoy seríamos un país peor. No dejaremos que gane la injusticia”.
Lo hizo en referencia a la ratificación de la condena a Isa Serra; y lo hizo recitando una doble insidia: primero, la que afirma que la representante de Podemos fue condenada por oponerse a un desahucio, cuando la realidad es que el tribunal consideró probado su atentado contra la autoridad. Por otra parte, Díaz dio a entender que los desahucios son cosa del pasado. De los tiempos en los que gobernaba la derecha y Podemos estaba en la oposición. ¡Qué afortunados somos!
La guinda del pastel la ha puesto Juan Carlos Monedero, que no ha dudado en relacionar el salvaje asesinato de un muchacho homosexual en La Coruña con el discurso de Vox. “A ver si alguien me explica a qué Dios le rezan los de Vox y los que les secundan cuando asesinan a alguien por su odio a los homosexuales. Piensa José Luis Martínez Almeida, que si hubieras colgado la bandera LGTBI en el Ayuntamiento, el asesinato de Samuel habría sido un poco más difícil”.
Es curioso porque la sensación que transmiten los portavoces de Podemos es que la ultraderecha, el fascismo y derivados se han expandido como una mancha de aceite en la sociedad española, hasta el punto que, quien los escuche, bien podría temer la inminente formación de milicias para dar caza los cobardes demócratas en las calles de las principales ciudades.
La realidad es distinta y lo que ha ocurrido ha sido que la influencia del partido en los votantes ha menguado sin cesar durante los últimos años, lo que le ha arrinconado en los diferentes parlamentos. El problema es que el discurso revanchista y populista deja poso en la psique colectiva y no se esfuma tan fácilmente. Por eso, el tuit de Carmen Calvo, pese al patético gazapo, ha cumplido su función.
Cuando se obtiene rentabilidad al comportarse como un irresponsable, se puede decir que los malos han ganado la batalla. O que lo harán tarde o temprano.
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