Opinión

La meritocracia y el esfuerzo inútil

La meritocracia y el ascensor social están rotos. No por el capitalismo sino por los planes educativos de la izquierda

La política profesional en la izquierda se ha convertido en un espacio de quejas, chillidos y lamentos propios de una terapia de grupo escolar, de adolescentes tardíos que ni saben, ni quieren salir al mundo y dejar de culparlo por no disfrutar tanto como los influencers que siguen en Instagram.

La izquierda traumatizada por madrugar los días pares ha celebrado un cónclave primaveral sin Yolanda Díaz. Las ministras de Podemos, Irene Montero e Ione Belarra, cometieron la maldad de hacer que Lilith Verstrynge fuese la pusilánime voz contra los privilegios de los ricos que perpetúan desigualdades en un sistema poco meritocrático. “La cultura del esfuerzo y la meritocracia es lo que genera fatiga estructural y una epidemia de ansiedad. Es lo que nos lleva al pluriempleo y las cardiopatías”.

Puede sorprender que quienes han sido educados en el odio de clase sean quienes aplaudan este discurso de privilegiado sin talento que pretende cerrar la estrecha rendija del ascensor social e impedir que entren las personas más listas, con más ganas y más talento, pero de entornos de menor renta.

Una generación a la que hicieron creer que todos tenían derecho a estudiar lo que quisiesen sin que su propia elección tuviese consecuencias

La ansiedad del pluriempleo o de no tenerlo y la frustración del esfuerzo inútil como única vía para alcanzar tus objetivos son las constantes en una generación a la que han engañado con políticas socialistas, que ahora pretende culpar al capitalismo. Alguien que trabaja, se esfuerza y estudia puede ser valioso, pero orientado en el camino equivocado sólo va a conseguir frustración, ansiedad y depresión. Una generación a la que hicieron creer que todos tenían derecho a estudiar lo que quisiesen sin que su propia elección tuviese consecuencias. Sin preocuparse de que pudiesen tener trabajo y generar valor para su propia comunidad.

Así, una superpoblación de pedagogos ha de ser absorbida por lo público y dar salida a una profesión que la sociedad no necesita en exceso —o quizá en absoluto— mientras hay déficit rampante de ingenieros. Como el hámster corriendo en una rueda, no hay conciencia de que les han encerrado en la realidad del esfuerzo inútil que supone estudiar algo que la sociedad no valora y no sirve para alcanzar un proyecto de vida viable y emancipado. Consecuencias de desligar la educación de las necesidades sociales, del mercado, y condenarlas a los deseos personales mal informados. Por eso, el valor añadido que puedas aportar a tu sociedad es lo que determina el éxito y no el esfuerzo de pedalear más y mejor en esa rueda de la que no puedes salir. Sólo entonces, cuanto mayor sea el esfuerzo, mayor será la sensación de fracaso.

Un mundo que pretende crear adeptos y no personas libres utilizando como arma arrojadiza todos los males modernos para estigmatizar al capitalismo

No se fomenta una sociedad que se rija por el conocimiento cuando mayor acceso tenemos a él y más posibilidades de desarrollarlo. Vivimos en un mundo dirigido por la mentira de una ideología fanática y sectaria. Un mundo que pretende crear adeptos y no personas libres utilizando como arma arrojadiza todos los males modernos para estigmatizar al capitalismo. Jean - François Rével en el El conocimiento inútil retrata un mundo regido por la mentira para mantener a la sociedad presa de su ideología, en vez de por el conocimiento tan accesible. Una mentira sobre las causas de los males del mundo difundida por una izquierda rebosante de periodistas e intelectuales que camuflan con buena literatura su absoluta ausencia de conocimientos, en especial de política, y se convierten en predicadores de estigmas que únicamente les beneficia a ellos y no a quienes les escuchan. Sólo en una sociedad en la que el conocimiento es inútil por no utilizarlo puede regirse por los dogmas de la mentira, que provoca que todo esfuerzo vital sea inútil para alcanzar tus metas, porque esa mentira te ha colocado en esa rueda de hámster, atrapado y sin salida.

Aprender a aprender

Pero es cierto algo de lo que mencionaba la secretaria de Organización de Podemos, Verstrynge, que la meritocracia y el ascensor social están rotos. No por el capitalismo sino por los planes educativos de la izquierda. Tras la última reforma del Gobierno se han devaluado los conocimientos en educación hasta hacerlos desaparecer. Ahora se aprende a aprender. El eterno estudiante que no aprende nada y no aporta nada a la sociedad, a costa del presupuesto público.

La educación en matemáticas afectivas, en estudios de diversidad de género, en ecofeminismo y sobre todo en el fanatismo de la agenda 2030. Sólo habrá futuro para los primeros autómatas que encuentren trabajo como comisarios o predicadores. La gran mentira en educación es lo que coloca en esa esa rueda de hámster a los alumnos, que pasarán su vida pedaleando, ahogándose en una frustración y en una ansiedad mayor. Y entonces volverán a culpar al capitalismo y la meritocracia de todos sus males.

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