Si vamos al fondo del asunto, que Sánchez asista o no a la citada mesa es irrelevante. Estando presentes ministros como Iceta o Castells ya podemos anticipar la postura del gobierno: entreguista, cobarde y encaminada a esa consulta que exige Esquerra para salvar su prestigio de cara a los tiempos venideros. Los de Junqueras quieren decirle a la neoconvergencia que con ellos se amnistían presos y se consiguen las consultas que los herederos de Pujol no fueron capaces de obtener. Esquerra desea presentarse, además, ante el electorado separatista como la fuerza tranquila, que decía Mitterrand, que sabe exprimir al estado español – sea lo que sea eso – sin necesidad de unos de octubre o plazas Urquinaona. Por su lado, los socialistas también quieren sacar rédito de esta operación. Sánchez ve como se desploma en caída libre en todas las encuestas y desea presentarse a las próximas elecciones como el hombre que supo solucionar el mal descrito como problema catalán.
Insistimos en esto último. Cuando se dice que Cataluña debe tener una solución se está mintiendo. No es Cataluña ni somos los catalanes, son el separatismo y los socialistas quienes desean salirse de un tremendo embrollo creado por ellos mismos. Los primeros, por su locura, los segundos por su cobardía. Por otro lado, aunque jamás lo dirán en público, los socialistas de ahora aborrecen tanto a España como los separatistas. Digo más, aborrecen la monarquía y el ordenamiento territorial emanado de la Constitución. Se han juntado, pues, el hambre con las ganas de comer. Las dos partes saben que todo esto de la mesa no es más que pura comedia y que tienen que fingir haciendo aspavientos en público. Particularmente en Esquerra, donde no son tontos y tienen claro que en esas cábalas que harán con los ministros de Sánchez no va a decidirse ni la autodeterminación ni la amnistía. Se va a lo que se va, a hacerse una, dos, cien fotos. Y si no se va, ídem. Nada pierden por aguantar el máximo la ficción del falso enfrentamiento catalano-español, que vendría a ser como si dijésemos galo-francés.
Los de Puigdemont asisten angustiados como se les ha orillado en estos asuntos. Pasito a pasito, Esquerra ha conseguido colocarse como el principal interlocutor. Modestamente, servidor ya lo dijo. En política manda el que tiene la firma y Puigdemont no firma más que autógrafos, y cada vez menos. Aragonés, aunque tenga medio gobierno de la vulgaridad en su contra, tiene margen para decidir y asignar fondos. Ser presidente “en el exilio”, “legítimo” u otras sinsustancias son cortinas de humo. Desde que huyó en un maletero, el de Waterloo se quedó fuori ruolo, que dicen los italianos.
Veremos a Esquerra cortar el bacalao en esa mesa, y mucho, ante los encargados por Sánchez de ir despiezando lo poco que queda de estado en mi tierra. No descarten una jugada maestra, a saber, que Guardia Civil y Policía Nacional tengan que abandonar Cataluña, quedándose tan solo de forma simbólica en aeropuertos, puertos y fronteras. ¿O por qué se creen ustedes que los odios separatas – también de Ada Colau y el PSC – se dirigen últimamente contra la Jefatura de Vía Layetana, exigiendo que se vaya de ahí? No dan puntada sin hilo y la retirada “de las fuerzas de ocupación” podría discutirse por debajo del mantel.
La mesa será muchas cosas, sin duda, pero jamás de diálogo, porque hay una parte que acude a ella sin tener la menor intención de ceder en nada mientras que la otra está dispuesta a cederlo todo. Lo más apropiado, creo, es llamarla mesa de autopsia, la de España, la de sus instituciones, la de su integridad territorial, la de la igualdad política, la de los catalanes que no formamos parte de quienes pretenden destrozar nuestra democracia que, aunque imperfecta, se nos antoja mucho más sólida y apetecible que los regímenes totalitarios en los que pretenden instalarnos separatistas y social comunistas.
Autopsia con un cadáver todavía respirando. No sabemos hasta cuándo.
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