Opinión

Cuatro meses tarde

¿Y por qué ahora? ¿Por qué no hace semanas? ¿Por qué no, incluso, en la noche misma del 28 de abril o en la resaca de las elecciones municipales y

¿Y por qué ahora? ¿Por qué no hace semanas? ¿Por qué no, incluso, en la noche misma del 28 de abril o en la resaca de las elecciones municipales y autonómicas del 26 de mayo? Albert Rivera se ha despertado y ha sacudido el mortecino y bloqueado panorama político del lunes con una propuesta de Estado para, asegura, evitar el nuevo trance de las urnas que ahora mismo parece ineludible. 

En el filo del precipicio, invocando la "soberbia" de Pedro Sánchez y los 175 millones que, aproximadamente, costarían una nueva cita electoral, Rivera ha puesto el precio a una abstención: la 'devolución' de Navarra a la mayoría que ganó las elecciones en la comunidad foral, la garantía de que no habrá indultos a los políticos presos ni laxitud alguna con los desmanes independentistas de Quim Torra y un cambio sustancial en la política económica. 

Rivera ha reaccionado y tratado de involucrar al Partido Popular de Pablo Casado en su movimiento, toda vez que PSOE y Podemos ni siquiera se hablan ya. El jefe de Cs contactó con Casado en una operación en absoluto concertada, tal y como confirman fuentes populares a Vozpópuli, que han recibido la propuesta de última hora con bastante frialdad.

Más allá de las buenas intenciones, que se le suponen, surge inevitable una sospecha: que el movimiento de Rivera no sea más que puro márketing político. La propuesta sirve al líder de Ciudadanos para no presentarse este martes ante el Rey Felipe con las manos vacías. No quiere ser señalado como uno de los responsables directos del bloqueo político. Porque no han sido pocos quienes, desde las más diversas esferas, han reclamado al líder naranja un acuerdo con el PSOE para lanzar y dotar de cierta solidez a la legislatura. Y siempre hubo silencio por respuesta.

Ciudadanos dice no hacer caso a las encuestas, pero sus cuadros son conscientes de que el 10-N es muy peligroso porque ahí se puede desvanecer la ventaja táctica obtenida tras el 28 de abril. Lo peor del caso es que tras este movimiento se intuye un cálculo electoral. Y que quizás esto no sea más que el primer acto de una campaña muy cuesta arriba para Rivera.

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