Opinión

Miedo

Siempre he creído que había alguien real al otro lado de las páginas, más allá de la tinta y de las palabras

  • Inteligencia Artificial, futuro incógnita -


Debían pasar varios minutos de las dos de la madrugada. Lo sé bien porque poco antes me levanté para ir al baño y consulté el reloj en el teléfono. Yo estaba tumbada en la cama, boca arriba, sin poder dormir, con los ojos abiertos como una flor en primavera y los miedos y las preocupaciones bailando alrededor de mi retina como se baila en torno al fuego en la noche de San Juan. La habitación se encontraba a oscuras, negra como un cielo sin estrellas. Sólo un fino hilo de luz, procedente del patio interior del edificio, se colaba a través del espaco de la ventana que no cubría la persiana. También en casa habíamos adquirido el hábito de encender siempre el radiador de nuestra estancia y activarlo, aunque fuera al mínimo, para que su pequeña pantalla hiciera las veces de lámpara con la que iluminar el rostro de nuestro bebé en caso de suspiro lacrimoso. En ese momento, su respiración profunda resonaba más allá de su cuna a mis pies. Mientras, a mi lado sobre el colchón, su padre deambulaba por un mundo onírico ajeno a mi desvelo.

 

En ese marco, amparada por la penumbra -se pueden imaginar- tuve tiempo, demasiado, para pensar en el polvo de los días, para ir y volver, para no regresar y hasta para moldear esta columna que hoy escribo. Porque, entre otras cosas, ese instante que estaba viviendo, esa escena detenida de los tres en silencio entre tinieblas, la felicidad que me provocaba saberles conmigo y para mí, esa imagen íntima que mezclaba el amor más profundo con mi inquietud más honda… me hizo plantearme una pregunta: ¿sería capaz la inteligencia artificial de describir un momento tan mío? ¿Tendría también ChatGPT entre sus infinitas habilidades la de meterse en las entrañas de un escritor y arrebatarle un sentimiento tan recóndito?

 

Es una invención fruto de estas nuevas inteligencias que imperan en el mundo. El autor y su obra han sido un experimento llevado a cabo por la mente de un filósofo italiano que ha utilizado estos sistemas para dar nombre y vida a un escritor sin biografía

 

Me surgió esa reflexión en la noche, después de llevarme las manos a la cabeza al enterarme durante el día de que uno de los considerados como “libros del año”, no era más que una mentira creada precisamente por la más artificial de las inteligencias. Resulta que el filósofo chino Jianwei Xun, aclamado por “Hipnocracia: Trump, Musk y la nueva arquitectura de la realidad”, no existe, es una invención fruto de estas nuevas inteligencias que imperan en el mundo. El autor y su obra han sido un experimento llevado a cabo por la mente de un filósofo italiano que ha utilizado estos sistemas para dar nombre y vida a un escritor sin biografía y a un ensayo creado por aplicaciones con el objetivo, quizá, de desafiar los límites del pensamiento y de la verdad. La inteligencia artificial poniendo a prueba, una vez más, nuestra inteligencia real.

 

Esta noticia acerca de la auténtica identidad inexistente de Jianwei Xun ha generado todo un debate entre los intelectuales que alabaron y alzaron un ejemplar engendrado por una máquina. Y ahora que se conoce el engaño, ¿qué ocurre? ¿Pierde valor el libro por no haber sido concebido por una persona de carne y hueso o da igual si ha provocado una reacción y ha sido capaz de remover conciencias? Ahí dejo la pregunta, aunque yo -nostálgica empedernida- me niego a aceptar que lo que siempre ha supuesto para mí la lectura, pueda perder también su magia. Porque creo que abrir un libro es como levantar un teléfono -de los de antes con auricular- y entablar una conversación privada y sosegada con un escritor, al otro lado, deseoso de revelarle al lector un secreto, de contarle un anhelo, de confesarle un amor prohibido, de relatarle un dolor agudo o de dejarle palpitando con una historia de terror.

 

La verdad es que me aterra que un programa informático nos pueda robar el nombre, el cargo, la mente, la opinión y hasta el sentimiento más íntimo. Miedo. Eso siento. Miedo por lo que vendrá

 

Siempre he creído que había alguien real al otro lado de las páginas, más allá de la tinta y de las palabras. Alguien que un día se encerró en una habitación propia como Virginia Woolf y cogió una pluma, un bolígrafo o tecleó durante días, semanas e incluso años. Sin embargo, hasta eso pierde ya sentido con la IA. Y la verdad es que me aterra que un programa informático nos pueda robar el nombre, el cargo, la mente, la opinión y hasta el sentimiento más íntimo. Miedo. Eso siento. Miedo por lo que vendrá. Miedo por lo que ya está aquí.

 

Es jueves por la tarde y, a esta hora, el sol todavía se cuela por el ventanal llenando el salón de luz natural. Estoy sentada frente al ordenador y me levanto un instante para echar un vistazo al niño que duerme una otitis sobre mi cama. Despacio y con sigilo me siento a su lado y le doy un beso suave en la mejilla. Él, aún soñando, me devuelve una sonrisa compuesta por cuatro dientes. No hay nada más real entre tanto artificio.

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