Opinión

Pedagogía invertida e indeterminación

En el Elogio de la ociosidad, lamenta Bertrand Russell que su generación fuera educada en el principio de que la ociosidad es la madre de todos los vicios y después

En el Elogio de la ociosidad, lamenta Bertrand Russell que su generación fuera educada en el principio de que la ociosidad es la madre de todos los vicios y después traza un compendio de cuánto debemos a la clase ociosa por sus contribuciones a casi todo lo que llamamos civilización, por haberse aplicado al cultivo de las artes, a los descubrimientos científicos, a la literatura, a la filosofía o al refinamiento de las relaciones sociales. Sostiene que incluso la liberación de los oprimidos ha sido, generalmente, iniciada desde arriba. Por eso concluye que, sin la clase ociosa, la humanidad nunca hubiese salido de la barbarie. Otro máxima, muy inculcada, era la de que "buen porte y buenos modales abren puertas principales". Manera de indicar que para acceder a determinados círculos sociales distinguidos había que hacer los requeridos ejercicios de idoneidad. 

Pero esta pedagogía del buen comportamiento parece haber sido abandonada en favor de la contundencia que propugna la elementalidad de abrir las puertas a patadas y de rechazar cualquier cuidado indumentario que suponga aceptar etiqueta alguna según la gravedad del compromiso. Porque sabemos desde la parábola de los invitados a la boda (Mc 22, 1-14) que a los banquetes nupciales o del poder es preciso acudir con el traje que corresponde. El desliño del atuendo que algunos quieren exhibir como un guiño de cercanía a la gente es, por el contrario, una actitud prepotente de distanciamiento con el pueblo llano, al que le están vedadas esas informalidades.

Vestimenta en el Congreso

En efecto, concedamos que, por una vez, tuvo razón José Bono cuando el 20 de julio de 2011 presidiendo un pleno del Congreso pidió al ministro de Industria, Turismo y Comercio, Miguel Sebastián, que se pusiera la corbata por respeto a los ujieres. El ministro argüía la comodidad y el ahorro que permitía eliminar esa prenda al graduar la climatización de su departamento durante la estación veraniega. Pero a los ujieres, por el contrario, nadie les daba licencia para aliviarse los rigores del uniforme. Tampoco amamantando a su bebé en el escaño del hemiciclo Carolina Bescansa, entonces encuadrada en la hueste podemita, se aproximaba al pueblo llano porque como pude comprobar interrogándolas ninguna de las ujieres había dado de mamar a sus pequeños en el mostrador al que se sientan. Lo hicimos, fue su respuesta, en el lugar habilitado para ello junto a la guardería.

Ignorar a Heisenberg en Barajas es lo que ha perdido al ministro José Luis Ábalos

Volviendo al porte y los modales referidos al comienzo, parece un hecho adquirido que las reclamaciones que invaden las calles sólo son atendidas en misma proporción en que vayan acompañadas de la percusión suficiente. Sucede como si nada pudiera conseguirse sin aportar sonoridad, luminosidad y temperatura a las barricadas. Por esa línea, en modo Hong Kong, quisieron discurrir las protestas en Barcelona que habían convocado las mismas autoridades a las que correspondería, llegado el caso, disolverlas. Su objetivo era alzarse contra las sentencias dictadas por la Sala Segunda del Tribunal Supremo condenando a los encausados en el procés. En esta confusión perseveran los que figuran al frente de las instituciones fijadas en el Estatut de Cataluña combinando las bravatas más aceleradas con las cautelas más barrocas para evitar quedar en manos de los tribunales. Si quisiéramos deshacer el embrollo cabría acudir a Jorge Wagensberg para quien el primer principio del método científico, el principio de objetivización, requiere que entre todas las maneras disponibles para observar un pedazo de realidad, se elija aquella en la cual el observador afecte lo menos posible a aquello que observa. El límite lo introduce la física cuántica con el principio de indeterminación de Heisenberg, a tenor del cual si uno se empeña en afinar la observación de ciertas magnitudes (como la cantidad de movimiento o la energía), entonces necesariamente sacrifica la precisión con la que se pueden observar ciertas magnitudes asociadas (como la posición del lugar en el espacio o la duración de un intervalo de tiempo). Ignorar a Heisenberg en Barajas es lo que ha perdido al ministro José Luis Ábalos. Continuará.      

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