Opinión

Mil años más de vida para el español

De lo que va a ser del español sabemos poco, pero podemos aventurar su futuro si consideramos lo que ha sucedido con otras lenguas de su calado. El nacimiento de los idiomas es tan sigiloso que no se percibe. Por eso cuesta ponerles fecha. Solo los documen

De lo que va a ser del español sabemos poco, pero podemos aventurar su futuro si consideramos lo que ha sucedido con otras lenguas de su calado. El nacimiento de los idiomas es tan sigiloso que no se percibe. Por eso cuesta ponerles fecha. Solo los documentos escritos atestiguan que las lenguas están vivas. Como el latín hablado cambiaba sin pausas y el escrito permanecía estático y obediente a las normas, no hay más constancia de la lengua oral castellana que esas palabrillas al margen de las hojas para aclarar el texto latino. Eso nos permite sospechar que en el siglo XI el español había nacido y que ya ha cumplido mil años, que es una edad adulta para las lenguas. Digamos unos treinta y cinco para los humanos.

La lengua de Alejandro Magno ya se escribía mil años antes de que lo extendiera por el Mediterráneo en sus campañas. Y sigue vivo. Aturde pensar que el español pueda llegar a la misma edad, unos treinta y cuatro siglos. Sin embargo, no podemos descartarlo porque el itinerario se asemeja. La lengua de los atenienses sirvió para la filosofía y la literatura y marcó el desarrollo cultural de occidente: Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes, Safo, Platón, Demóstenes, Herodoto, Tucídides y Jenofonte, entre otros, hicieron algo parecido a lo que Cervantes, Lope de Vega, Quevedo, Góngora, Calderón y Gracián llevaron a cabo con el español. Cuando Grecia fue anexionada por los romanos, el griego no desapareció. En la fragmentación del Imperio quedó instalado como lengua oficial de Oriente con capital en Bizancio. Sobrevivió a la invasión otomana, y ahí está, vivo y activo, aunque con su extensión territorial reducida. Las lenguas que solidifican su historia se mantienen resistentes.

Tres siglos después gallegos, y también catalanes, se interesaron por hablar castellano, que es la lengua que facilita el ascenso social. Y lo añadieron encantados a su patrimonio de lenguas

El latín parece lengua muerta, pero no lo es, aunque hoy está mucho menos vivo que nunca. Se ha ido apagando lentamente y sobreviven las ascuas. Fue la lengua de la fundación de Roma y cuatro siglos después seguía perteneciendo a campesinos y mercaderes mientras el griego servía como lengua de cultura. Algo así como el castellano en la Edad Media, tan humilde que el rey Alfonso X escribió su obra poética en gallego. Corría el siglo XIII. Tres siglos después gallegos, y también catalanes, se interesaron por hablar castellano, que es la lengua que facilita el ascenso social. Y lo añadieron encantados a su patrimonio de lenguas. Por esa misma razón daneses, suecos y noruegos se apropian del inglés.

Autores latinos como Livio Andrónico escribieron en griego, igual que el catalán Juan Boscán lo hizo en castellano, y no se le ocurrió firmar Joan como aconsejan ahora las modas catalanófilas, sino Juan, en español. Por entonces no existía gente relamida.

El poder de territorios tan extensos como los de Roma necesitó, al igual que la extensión de España en América, una lengua sólida capaz de hacer frente a las leyes comunes, a las necesidades administrativas y a la organización de la vida pública, y esa fue el latín para el Imperio y el castellano para América.

La fragmentación política dividió al latín, que dio paso a las lenguas románicas, pero en su uso escrito permaneció vivo en la pluma de escritores como Dante Alighieri, Erasmo de Róterdam, Nicolás Copérnico, Francis Bacon y René Descartes. Fue Montaigne el último hablante de latín como primera lengua, aunque no como materna. Se dice que su padre exigía de sus sirvientes que se dirigieran a él en latín, aunque no sabemos con qué resultados.

Bien podría el español alcanzar la edad de su lengua madre. Su arraigo en la civilización es tan profundo que sus huellas pueden permanecer vivas a través de los siglos

A finales del siglo XVII pierde su condición de lengua internacional, pero se mantiene para estudios clásicos, tratados y documentos de la Iglesia Católica, en cuyo ámbito se perpetúa hasta 1965, año en que el concilio Vaticano II lo despoja de su ancestral privilegio a favor de las lenguas vernáculas. Como legado histórico las actas fueron redactadas en latín. Gracias a eso podemos darle a la lengua de Roma 2.600 años de vida, si bien la transmisión generacional se mantuvo unos mil quinientos, que es una edad adulta para las lenguas, unos 60 años. Bien podría el español alcanzar la edad de su lengua madre. Su arraigo en la civilización es tan profundo que sus huellas pueden permanecer vivas a través de los siglos.

Lalengua religiosa del hinduismo, el sánscrito, y oficial en India, cuenta con una larga presencia de 3.800 años, no todos con la misma intensidad. Se ha mantenido, como el latín, artificialmente activa gracias al afecto de sus usuarios. Podemos fechar su nacimiento hacia el año en el año 1800 a.C. De su vigencia dan fe algunas decenas de miles de hablantes que la utilizan en ambientes intelectuales. Se enseña en escuelas.

Aunque no es nada fácil seguir la trayectoria de la lengua de los faraones, sí podemos confirmar que se escribió durante unos 3.700 años. Testimonios no faltan. Y algo parecido le sucede a la lengua sagrada de los judíos, que puede haber cumplido los 3.300 años, algo así como los cien en la vida del hombre. Lo que sabemos es que el manuscrito más antiguo completo de la Biblia hebrea data del año 1008 a.C., pero consta que se escribió antes. ¿Dos siglos o tres siglos antes? A principios del siglo III desapareció como lengua de transmisión familiar, pero no dejó de ser usada como religiosa, erudita y literaria. Lo impresionante es que renace en el siglo XIX y hoy se transmite en el ambiente familiar de una generación a la siguiente en el estado de Israel.

La otra lengua religiosa, la de Mahoma, ha desaparecido. Lo que se transmite son formas dialectales. El árabe escrito o fuṣḥà (elocuente) es una versión suavizada del clásico usado en los medios de comunicación para facilitar el entendimiento. Tendríamos que decir que es poco probable que la división del español, de momento tan enriquecedora, se acentúe como la del árabe.

Tampoco veo razón alguna para reducir su dominio geográfico. El arraigo en España e Hispanoamérica está garantizado. Cualquier alteración inesperada podría modificar su trayectoria, claro que sí, pero difícilmente todo su dominio.

El inglés, el español, el francés, el portugués, el italiano, el ruso y algunas más son lenguas de base cultural sólida y arraigo social y ricas en hablantes monolingües que se trasmiten sin fisuras. No podemos decir lo mismo de las que solo existen en boca de hablantes ambilingües como el tártaro, quechua, náhuatl, catalán, vasco, bretón y otros miles de lenguas repartidas por el mundo.

Las grandes lenguas modernas tienen como vínculo la utilidad, las antiguas se cohesionaban en la religión. El egipcio recibió la escritura del dios Thor, el sánscrito es la lengua del hinduismo, el latín y el griego del cristianismo, el hebreo del judaísmo y el árabe del islamismo.

El inglés, español, francés y ruso son lenguas culturalmente sólidas, socialmente aceptadas, de extraordinaria unidad y ampliamente utilizadas en la escritura. Sus posibilidades de cumplir los tres mil años son muy grandes.

No parece que de momento existan razones objetivas que frenen en el español una larga, generosa y fructífera vida a través de los siglos.

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