Opinión

Milagro en Pensilvania

Por apenas un centímetro se salvó Donald Trump de ser asesinado mientras pronunciaba un discurso durante un acto electoral en Pens

  • Los agentes del servicio secreto en la escena del atentado sufrido por Donald Trump. -

Por apenas un centímetro se salvó Donald Trump de ser asesinado mientras pronunciaba un discurso durante un acto electoral en Pensilvania. Todo quedó grabado. Se oyeron los disparos, se vio cómo el candidato se tocaba la oreja derecha y cómo los escoltas del servicio secreto se abalanzaron sobre él para echarle al suelo y protegerle. La confusión reinó en el mitin durante unos minutos, se oyeron gritos y, cuando se detuvo el tiroteo, Trump se reincorporó y, con el rostro ensangrentado levantó el puño derecho y se dirigió a la multitud pidiéndole que no cejasen en la lucha.

Ni el mejor programa de inteligencia artificial podría haber dibujado una foto como la que nos regaló AP, un candidato herido con el puño alzado arengando a sus seguidores tras haber esquivado una muerte segura en el estrado ante miles de personas. Una instantánea icónica que pasará a la historia de la fotografía, esta vez en la categoría de milagros. Tras ello las empezaron a aparecer apelaciones a la Providencia en la prensa estadounidense. Aquel es un país religioso, mucho más que los europeos y para muchos lo que sucedió en Pensilvania se trata de un milagro, al menos para el expresidente, no para uno de los asistentes del mitin que fue asesinado, quizá víctima de la misma bala que acarició la oreja de Trump.

El tirador fue abatido poco después por el servicio secreto, pero todos se preguntan ahora cómo es posible que un francotirador pudiese abrirse camino hasta la azotea de un edificio cercano y buscar blanco desde allí. El Gobierno se escuda arguyendo que el asesino estaba fuera del perímetro de seguridad y que utilizó un fusil AR-15 con un alcance de tiro efectivo de unos 500 metros. Poder colocarse a sólo 500 metros de un candidato presidencial con un arma larga sin que la seguridad lo advierta ya debería ser motivo de preocupación. Que a ese tirador le dé tiempo a montar el rifle, ajustar la mirilla y disparar un total de 15 veces exige una explicación en profundidad por parte del Servicio Secreto. Fallaron demasiadas cosas como para pasar sobre esto como si esto fuese un incidente sin importancia. Hay, recordemos, una víctima mortal y varios heridos.

Que a ese tirador le dé tiempo a montar el rifle, ajustar la mirilla y disparar un total de 15 veces exige una explicación en profundidad por parte del Servicio Secreto. Fallaron demasiadas cosas como para pasar sobre esto como si esto fuese un incidente sin importancia.

De que esa explicación sea clara y concluyente depende que las teorías de la conspiración que ya han empezado a difundirse prosperen o no. Esas teorías, compañeras inseparables de todos los grandes acontecimientos, vienen de ambos extremos del espectro. De un lado algunos creen que el tirador no actuaba solo, sino movido por intereses ocultos, el famoso “Deep State” de que Trump habla tanto en sus mítines. Del otro, minutos después de conocerse el atentado las redes sociales se llenaron de mensajes contrarios a Trump que aseguraban que el tirador estaba a sueldo del candidato republicano para propulsar su campaña.

Biden supo estar a la altura y pidió que cese la violencia política, lo mismo puede decirse de otros líderes demócratas, que con el corazón en un puño alertaron del vértigo que les producía la situación. Pero esa inquietud, seguramente genuina, no servirá de nada si no se clarifica lo que sucedió el sábado y, sobre todo, si no se enfría la retórica catastrofista que incendia la campaña desde que dieron comienzo las primarias en enero. No pueden los demócratas sobrecogerse porque el candidato republicano ha sido tiroteado cuando ellos mismos son los responsables de equiparar continuamente a ese candidato con Adolf Hitler, y exhibir su figura como la mayor amenaza para la democracia.

En Estados Unidos la violencia política es mucho más habitual de lo que se cree. Un total de cuatro presidentes en ejercicio han sido asesinados: Abraham Lincoln en 1865, James Garfield en 1881, William McKinley en 1901 y John Fitzgerald Kennedy en 1963. A Ronald Reagan le intentaron matar en Washington en 1981 y Theodore Roosevelt, que había sido presidente entre 1901 y 1909, fue objeto de un atentado en la campaña de 1912. En un país armado hasta los dientes no hay ocasión sin riesgo, especialmente en los momentos de gran agitación mediática y polarización política. Ahora nos encontramos en uno de esos momentos.

En un país armado hasta los dientes no hay ocasión sin riesgo, especialmente en los momentos de gran agitación mediática y polarización política.

Como medida preventiva la obligación de los dos candidatos es calmar los ánimos. Tanto Biden como el propio Trump deben tranquilizar a sus bases y exigir una campaña limpia libre de las locuras dialécticas que la han marcado hasta este fin de semana. En una democracia no hay enemigos, hay adversarios. La diferencia en la terminología es importante porque a los enemigos se les debe abatir, a los adversarios, en cambio, se les vence con buenas razones. Trump no es el enemigo de América como demasiados demócratas aducen una y otra vez. Es un candidato y expresidente que cuenta con el apoyo entusiasta de millones de votantes. La demonización del adversario sólo trae más enfrentamiento y que las posturas se enconen hasta lo insoportable.

La demonización del adversario sólo trae más enfrentamiento y que las posturas se enconen hasta lo insoportable.

Para Trump esto supone una oportunidad de reconciliarse con buena parte de la opinión pública si evita cargar sobre los demócratas las culpas del atentado. Si es inteligente lo utilizará como palanca para llamar a la unidad nacional. La convención republicana de la que Trump saldrá nominado dará comienzo en unas horas en Milwaukee. Mejor ocasión no se le va a presentar para mostrarse ante el país como un candidato magnánimo e integrador. El cielo le ha hecho un regalo, de él depende ahora multiplicarlo.

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