Opinión

Milei, el candidato inesperado

El domingo pasado se celebraron en Argentina las llamadas elecciones PASO. Las PASO son unas elecciones primarias un tanto peculiares que, hasta donde yo sé, sólo existen en Argentina. Las PASO se implantaron hace catorce años con la ide

El domingo pasado se celebraron en Argentina las llamadas elecciones PASO. Las PASO son unas elecciones primarias un tanto peculiares que, hasta donde yo sé, sólo existen en Argentina. Las PASO se implantaron hace catorce años con la idea de desbrozar el terreno de cara a las presidenciales, impedir que se presente cualquiera y concentrar el voto en un número limitado de candidatos ya que para pasar a las presidenciales el candidato debe obtener como mínimo un 1,5% de los votos, de lo contrario se quedará fuera.

El nombre PASO no es más que un acrónimo que significa Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias. Primarias porque es un paso ineludible antes de las elecciones definitivas. Actúan también como primarias dentro de los partidos o coaliciones. Un mismo partido puede presentar a un par de candidatos y que los electores decidan. Esto lo vimos el pasado domingo. Los peronistas, agrupados en una coalición llamada Unión por la Patria, presentaban dos (Sergio Massa y Juan Grabois), el centroderecha de Juntos por el Cambio también presentaba dos (Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta). Larreta y Grabois obtuvieron menos votos que sus compañeros de coalición por lo que quedaron eliminados. Los que irán a las presidenciales serán Bullrich y Massa. En el caso de la coalición de Milei sólo había un candidato, el mismo Milei que no tenía que competir con nadie en la coalición La Libertad Avanza. 

Lo de abiertas se refiere a que vota todo el mundo. No son unas primarias dentro de un partido en el que sólo vota el militante, aquí cualquiera puede votar a quien prefiera. Es decir, un votante peronista puede votar por un candidato de Juntos por el Cambio, aunque lo habitual no es eso. Lo de simultáneas se debe a que se celebran en todo el país el mismo día, y lo de obligatorias porque votar en Argentina es obligatorio para todos los adultos entre los 18 y los 70 años. Quien no vaya a votar se expone a que le multen. En definitiva, no es más que un ensayo general en el que compiten los precandidatos de cada partido o coalición. 

Pues bien, eso es lo que se celebró el pasado domingo. Unas primarias que son algo más que unas primarias porque el 70% de los inscritos en el censo electoral fueron a votar. Una especie de macroencuesta pero con votos reales, no con estudios demoscópicos de intención de voto. Con lo que sale de las PASO se saben dos cosas importantes: la primera quiénes son los favoritos para la primera vuelta, la segunda establecer escenarios probables en el balotaje.

Las PASO de este año han sido un terremoto político que ha redibujado por completo el mapa político argentino. El ganador indiscutible ha sido Javier Milei, que se ha hecho con el 30% de los votos. Le sigue Sergio Massa con el 21% y Patricia Bullrich con el 16,7%. Pero mirar esto por candidatos puede resultar engañoso. Tanto Bullrich como Massa forman parte de sendas coaliciones. La primera pertenece a Juntos por el Cambio, la misma coalición de centroderecha que aupó a Mauricio Macri al poder en 2015. En aquel entonces se llamaba Cambiemos, pero en esencia es lo mismo. La propia Bullrich fue ministra con Macri. Massa forma parte de la coalición peronista Unión por la Patria heredera del Frente de Todos que llevó a la Casa Rosada a Alberto Fernández en 2019. 

Entre Milei, Juntos por el Cambio y la Unión por la Patria suman el 85% de los votos emitidos, aunque, y esto es necesario tenerlo en cuenta, la abstención ha sido más elevada que en las primarias de 2019

De modo que si lo miramos por bloques tendríamos a Milei con un 30%, a Juntos por el Cambio con un 28% y a Unión por la patria con un 27%, lo que supone el peor resultado electoral de los peronistas en toda su historia. Un dato que lo dice todo. En las PASO del 2019 el Frente de Todos de Alberto y Cristina Fernández obtuvieron más de 12 millones de votos, esta vez Massa y Grabois se han quedado en la mitad. El mapa se ha quedado conformado en un esquema de tercios. Entre Milei, Juntos por el Cambio y la Unión por la Patria suman el 85% de los votos emitidos, aunque, y esto es necesario tenerlo en cuenta, la abstención ha sido más elevada que en las primarias de 2019. En aquel momento fue del 24%, en estas ha sido del 31%. Aunque el voto es obligatorio, muchos argentinos lo ignoran y no van a votar, especialmente en las primarias. En 2019 la participación en las PASO fue del 76%, en las presidenciales subió hasta el 81%. En las de 2015 en las primarias la participación fue del 72% y en las presidenciales del 80%. Es decir, se moviliza voto entre unas y otras y eso hay que descontarlo. 

Con estos resultados en la mano lo más probable es que el peronismo se despida del poder dentro de unos meses, ya que las posibilidades que tiene de ganar las elecciones son muy pequeñas. Aun así, ninguno de los tres candidatos parece que vaya a obtener una victoria directa en la primera vuelta. Para conseguirlo necesitan el 45% de los votos o superar el 40% y dejar al segundo a más de 10 puntos porcentuales de distancia. Milei, el candidato más votado, se ha quedado muy lejos del 45%. Bullrich y Massa más lejos todavía. La segunda vuelta es, por lo tanto, prácticamente inevitable. Ahí es donde se decidirán las elecciones. 

Aquí se abren tres escenarios posibles. El primero es que Milei consiga el milagro de ganar en primera vuelta; ya porque alcanza el 45%, ya porque se queda en el 40% dejando a Bullrich y a Massa a más de 10 puntos por detrás. Es un escenario poco probable a no ser, claro está, que entre los abstencionistas haya mucho partidario de La Libertad Avanza que se movilice el día 22 de octubre y vote a su candidato. No es inverosímil, pero si improbable. 

El segundo es que traspongamos los resultados en las PASO a las presidenciales del 22 de octubre. En este caso pasarían a segunda vuelta Milei y Bullrich. En ese punto existe la posibilidad de que el votante peronista haga piña con Juntos por el Cambio para apear a Milei, lo que convertiría en presidenta a Patricia Bullrich. Pero también existe la posibilidad contraria, que los peronistas se abstengan o voten a Milei para que ponga en práctica todo o una parte de su programa, que es genuinamente revolucionario y que implica la dolarización del país y un ajuste muy severo de gasto público. Esto ocasionaría huelgas y movilizaciones sindicales que el peronismo podría capitalizar. 

El tercer escenario es que Milei pase a segunda vuelta y se enfrente en ella a Sergio Massa en el caso de que consiga recuperarse del fracaso de las primarias y movilice votantes que estaban en la abstención. Ahí ambos tratarían de recoger todo el voto posible en la derecha y la izquierda. Milei reclamaría el voto de Juntos por el Cambio y Massa apelaría a la épica peronista frente a Milei, al que le han etiquetado como ultraderecha peligrosísima que traería una regresión de los derechos sociales. 

Hasta hace no mucho tiempo consideraban a Milei una extravagancia televisiva, un tipo vehemente que les llevaba la contraria en los debates de televisión

La izquierda argentina ya se ha instalado en esa narrativa. Hasta hace no mucho tiempo consideraban a Milei una extravagancia televisiva, un tipo vehemente que les llevaba la contraria en los debates de televisión. Hace menos de dos años, en diciembre de 2021 consiguió un escaño de diputado por Buenos Aires. Obtuvo casi el 14% de los votos y su coalición La Libertad Avanza se convirtió en la tercera fuerza política de la capital. A partir de ese momento se convirtió en un actor político que las encuestas empezaban a bendecir con buenos resultados. Eso ya no se podía ignorar, aunque los expertos no daban demasiado recorrido a Milei, le consideraban una rareza de las tantas que da la política argentina. 

Eso se acabó este domingo. Milei seguramente sea una rareza (que un libertario gane unas elecciones es una rareza, no sólo en Argentina, sino en cualquier lugar del mundo), pero tiene posibilidades reales de convertirse en presidente. Su coalición es un cajón de sastre en el que hay desde anarcocapitalistas hasta conservadores pasando por infinidad de insatisfechos por la crisis crónica en la que Argentina vive instalada desde hace décadas. El lema del partido es muy ilustrativo al respecto, reza: “Una Argentina distinta es imposible con los mismos de siempre”. Apela directamente a la frustración con la clase política argentina y con el actual orden de cosas que impera en la república. Eso en Argentina, un país con una inflación del 115% en el que la moneda nacional, el peso, no vale nada, atrae a mucha gente, especialmente jóvenes que identifican al peronismo con un sistema depredador que arruina sus expectativas vitales. Milei, que es buen comunicador y transmite sus ideas con facilidad, ha sabido tocar la fibra sensible de muchos argentinos para quienes la situación es ya tan grave que no caben medias tintas ni soluciones de compromiso. El corazón de su programa es económico y ahí promete reformas de calado que, según él, devolverán en unas tres décadas a Argentina la condición de potencia económica mundial, algo que ya fue en el pasado y que los más viejos aún recuerdan. 

El aviso les ha llegado con estas primarias que han colocado en el centro de la política argentina al que hasta hace menos de dos años no era más que un polemista televisivo

Ese mensaje ha llegado más lejos de lo que la mayor parte de analistas pensaban. Milei no es un candidato al uso, no forma parte de la derecha nacionalista tradicional, sino de algo muy distinto para lo que los peronistas seguramente no estaban preparados. El aviso les ha llegado con estas primarias que han colocado en el centro de la política argentina al que hasta hace menos de dos años no era más que un polemista televisivo. La incógnita, por tanto, es saber si Milei conseguirá hacerse con la presidencia. En el caso de que lo consiga se abre otra incógnita aún mayor, la de si realmente podrá desplegar y poner en marcha su programa que, si para cualquier país del mundo sería revolucionario, para la Argentina de nuestro tiempo es simplemente inconcebible

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