Opinión

Milei visto de cerca

Darle una patada, no por metafórica menos real, al marco mental de la ultra izquierda. Seguir el propio camino sin mirar a los lados, porque haga lo que haga, a la izquierda le parecerá mal.

Javier Milei, presidente argentino, recibe este viernes de manos de Isabel Díaz Ayuso la Medalla Internacional de Madrid. Daniel González | EFE

Dice el músico brasileño Caetano Veloso que, visto de cerca, nadie es normal. La exacta  veracidad de esta máxima es fácilmente comprobable si nos paramos un momento a pensar sobre nosotros mismos. Efectivamente, nadie es de cerca lo que aparenta ser de lejos. Todos tenemos peculiaridades que nos apartan de la norma, para bien o para mal. En algunos es más evidente que en otros, pero todos, por biografía, por carácter, por las pocas ganas que tenemos a veces de disimular, somos a nuestra propia manera, especiales.
Javier Milei lleva sus peculiaridades propias con total transparencia, bien a la vista. El pelo aleonado, los ojos de un azul intenso, su profunda determinación, se salen de todo lo que el cínico espectador espera de un político profesional. El primer contacto con su figura nos deja chocados: Es muy fácil perderse en esa aparente excentricidad y no prestar atención a su mensaje, que es de una coherencia interna a la que no estamos acostumbrados. La mejor forma de adentrarse en el personaje es escucharle sin video, para que su imagen no nos saque del discurso. Lo que eres me distrae de lo que dices, decía en un verso de amor Pedro Salinas que sirve también en este caso. Al presidente de la Argentina hay que oírle primero y verle después, para ir acostumbrándonos a su manera propia de ser, que es, como la de todos, especial.

Nada se consigue tratando de gustar a los que jamás van a votarte. Hay que actuar con coherencia y libertad, sin miedo a las etiquetas, a los insultos, a los encajonamientos


Tan especial es que ha llegado a la presidencia tras desalojar al corrupto peronismo eternizado en el poder con un 56 por ciento de los votos. Los ciudadanos argentinos optaron por la cirugía sin anestesia frente a la muerte lenta de una inflación del 17.000 % anual. Parémonos a pensar en lo que eso supone. Salir de casa cada mañana sin poder hacer el más mínimo plan sobre la propia economía, que es lo mismo que decir sobre la propia vida, mientras el poco dinero que tenemos desaparece literalmente de nuestros bolsillos. Los argentinos vieron en este economista la fuerza de la determinación sostenida en el conocimiento sólido y en el anclaje de unas ideas profundamente meditadas. No gastar más de lo que se tiene, respetar la propiedad privada y la libertad de las personas, cortar los gastos superfluos y dejar el dinero donde mejor está, en manos de los individuos que lo generan. En los pocos meses que lleva en el poder ya ha conseguido hitos como reducir la inflación drásticamente: Se acaba de anunciar que en la tercera semana de junio  ha sido de 0%. Dijeron que no podría conseguirlo, pues ahí lo tienen.
Su visita a Madrid del pasado viernes para recoger el premio Juan de Mariana ha generado un sarpullido colectivo en el peronismo patrio. Les faltaban redes sociales para gritar su desespero y clamar contra la presidenta de la Comunidad de Madrid que, ajena a cualquier pataleo de la izquierda subvencionada, recibía al presidente del país hermano con el respeto que merece el cargo que ostenta. Isabel Díaz Ayuso sabe que la única manera de ganar a la corrupción que nos gobierna es no caer en sus trampas dialécticas. Nada se consigue tratando de gustar a los que jamás van a votarte. Hay que actuar con coherencia y libertad, sin miedo a las etiquetas, a los insultos, a los encajonamientos. Darle una patada, no por metafórica menos real, al marco mental de la ultra izquierda. Seguir el propio camino sin mirar a los lados, porque haga lo que haga, a la izquierda le parecerá mal.

Dejar solo al Rey en su visita a los países bálticos, en plena zona de influencia rusa, sin un ministro que lo acompañe en un viaje tan delicado


En la entrega del premio coincidieron cargos de los dos partidos que deben encontrar vías de encuentro si quieren llegar al poder. Harán bien en meditar en cómo, si en Argentina han encontrado el modo de trabajar juntos, aquí resulta imposible optimizar el voto en aquellas provincias en los que se pierde por la división, y que habría sido suficiente para estar ahora hablando del presidente Feijoó en vez del hermano de su hermano y del marido de su mujer.
El argumentario del gobierno contra la presidenta de la Comunidad de Madrid hizo hincapié en la palabra “deslealtad”. Es una deslealtad contra el gobierno de España recibir al presidente Milei, clamaba Pilar Alegría. Pero la verdadera deslealtad es la de un gobierno que fuerza una amnistía contra los golpistas que han tratado de destruir la nación solo por los siete votos que necesitan para seguir en el poder, o la del gobierno que pacta con terroristas sin tener en cuenta el dolor de las víctimas. La deslealtad verdadera es la de un gobierno que fuerza al máximo la separación de poderes y  degrada la oficina de la fiscalía general del estado, o que cambia la política exterior del Reino de España sobre el Sahara sin explicarnos por qué.

Fealdad moral insoportable

Deslealtad es, en fin, dejar solo al Rey en su visita a los países bálticos, en plena zona de influencia rusa, sin un ministro que lo acompañe en un viaje tan delicado. El monarca, en su soledad, estaba acompañado por todos los ciudadanos que estamos con él y con España. Como siempre, ha estado a la altura de las circunstancias, lo que no puede decirse de nuestro desleal gobierno, que es incapaz de darse cuenta de que el que vino el viernes a Madrid no era Javier Milei sino el presidente de la República Argentina, y que su desprecio hacia él nos salpica a todos, algo que sí tuvo muy claro el canciller alemán, el también socialista Olaf Scholz, que lo recibió a pie de coche con total normalidad institucional.
Tenía razón Caetano Veloso con eso de que visto de cerca nadie es normal. Lo de este gobierno, que une a su deficit democrático una falta de educación inaudita, es, además, de una fealdad moral insoportable

Exit mobile version