Mariano Rajoy lanzó ayer a los capos autonómicos reunidos en Madrid una ducha fría capaz de hacer reflexionar, no digamos ya reaccionar, a un país formado por una ciudadanía mayor de edad que sabe dónde le aprieta el zapato. Dijo el gallego que la recaudación fiscal en 2017, aunque creciendo, seguirá quedándose 20.000 millones por debajo de la que se alcanzó en 2007, justo hace una década, en tanto que el gasto en pensiones habrá aumentado en 40.000 millones más. Tamaña sucinta descripción de la situación de las finanzas públicas, debería ser suficiente para orientar una política presupuestaria destinada a corregir de inmediato ese y otros desequilibrios. Que después de crecer por segundo año consecutivo al 3,3%, el señor presidente nos despierte con esa nueva es algo que debería mover al Ejecutivo a tomar medidas para ajustar nuestra estructura de ingresos y gastos. Parece evidente que, a pesar de los esfuerzos de Montoro, la burra de los ingresos no da más de sí en un escenario de normalidad inmobiliaria, sin boom del ladrillo. Habrá que operar sobre la variable de los gastos, más aún en la perspectiva de un crecimiento menguante, con aumento de tipos de interés, precios del crudo y amenaza de proteccionismo.
¿Tomará medidas este hombre tras semejante revelación? Pues va a ser que no. De acuerdo con la crónica que David Martínez publicaba ayer en este diario, Rajoy anunció que “existen compromisos ineludibles con Bruselas y hay que seguir reduciendo el déficit público, lo que mengua el margen de maniobra de las administraciones. Con ello quiso advertir de que la reforma de la financiación autonómica permitirá algunas alegrías a las CC.AA., pero no demasiadas”. Alegría, ma non troppo. ¿Apretarse el cinturón? ¿Recortar gasto? ¿Administrar mejor? ¿Hacer más con menos? Pues no, seguro que no, que a ver quién es el guapo que se atreve aquí a decir que hay que ajustar los gastos de casa a los ingresos de la familia; dices eso y te insultan, incluso te agreden, como ese padre que la emprende a mamporros con otro mientras los hijos de ambos juegan al fútbol, Goya a garrotazos, hay que seguir gastando, qué leches, en la España de hoy se trata de ver quién gasta más y peor, ¿o es que ya no hay bancos para que presten? De eso se trata, de vivir de prestado.
Las pensiones, por ejemplo, ¿quién dijo miedo? ¿Quién habló de que el sistema puede quebrar, cuando se pueden seguir pagando tranquilamente con deuda? Sí, con deuda. Sale uno al mercado y pide prestado, se endeuda sin problemas, que ahí está el anuncio jubiloso de todas las semanas: “El Tesoro coloca con éxito –atención a lo del “éxito”- 6.000 millones de euros en el mercado”. Ergo, podemos seguir tirando de la deuda, ¿por los siglos de los siglos? ¡Ah, ojo, un momento!, porque puede que un día esos mercados, esos bancos, llamen a la puerta diciendo que ya no nos prestan más porque lo nuestro ha pasado de castaño a oscuro… Y entonces del graderío llega rugiendo un oleaje de abucheos y gritos de aguafiestas, cenizo, gafe, mamón… Que siga la fiesta, sí, paguemos las pensiones con una deuda que ya alcanza el 100% del PIB, ya no podemos más, estamos al límite, pero habrá que poder, camina o revienta y que le den a las nuevas generaciones, españolito que vienes al mundo, la juerga patria debe continuar.
Estas cosas pasan en España, sí, pasa también que la Junta de Andalucía, esa Comunidad que dirige el PSOE desde antes incluso del diluvio universal y que cierra todos los ránkings de Educación y Desarrollo mientras encabeza el de paro, la Junta que preside la señora Díaz, digo, ha decidido implantar la jornada de 35 horas semanales para los funcionarios andaluces, que al parecen trabajan mucho, trabajan tanto que se desloman, oiga. “Recuperando derechos”, dice la propaganda de la Junta, y digo yo que por qué no 30 horas semanales en lugar de 35, ya puestos, qué más te da, Susana, dale a tu cuerpo alegría Macarena, 30 horas, menos curro, más votos… Más derechos y menos obligaciones. Y ¿qué va a hacer don Mariano? Rajoy es el perfecto relator, la voz en off que dirige la obra desde la tramoya sin interferir en la acción. Es como si no tuviera ninguna responsabilidad en lo que ocurre, no en lo de las 35 horas, pamplinas, sino en la cuestión nuclear de los 20.000 millones menos de ingresos y los 40.000 más en pensiones.
Se trata de seguir gastando
El gobierno del PP se encuentra cómodo en su falsa balsa de aceite. Hay dinero sin cuento a tipos bajos gracias al BCE y su inagotable quantitave easing. Se puede seguir gastando. Todos quieren gastar, desde el centro derecha a la extrema izquierda. Bruselas amenazaba ayer mismo a España con otra ola de recortes para cumplir con el déficit, porque tampoco en 2017 se cumplirá el objetivo pactado, pero ¿quién teme a Virginia Wolf? Hemos aprendido con inigualable desparpajo a regatear con Bruselas para obtener más y más tiempo, ¿cuántos ejercicios ya?, en la aplicación del “protocolo de déficit excesivo”. Sin ningún complejo. ¿Qué pasa? La UE es un cabaré por el que se pasea, tacón de aguja, la señora May, fumando espero, reina del cuplé, propinando salivazos a diestra y siniestra. Grecia es una ruina, Italia una jaula de Grillos, Francia tiene asuntos pendientes con la grandeur y una Economía de Estado que ya no tira, y Alemania celebra elecciones en septiembre. Mariano es la estabilidad, el crecimiento y la solvencia en el sur. Imbatible Mariano.
Pero todo es frágil e inestable. Cualquier cambio en la coyuntura internacional podría poner al Reino contra las cuerdas en un abrir y cerrar de ojos, llevando la prima de riesgo otra vez por las nubes, con lo que ello supondría en términos de encarecimiento de una deuda ya mastodóntica. Los desequilibrios presupuestarios no están controlados y, lo que es peor, no hay expectativa razonable en el medio plazo, tal vez incluso en el largo, de un Gobierno capaz de coger el toro por los cuernos, sin pusilánimes, sin pesebres intocables, y hacer lo que habría que hacer. Trump, Brexit, crisis de la UE… Demasiados riesgos para un Gobierno que aparentemente solo tiene un plan: que no se pare la música del crecimiento a cualquier precio, porque todo lo demás se arreglará solo. Y ahí Aznar la clavó: no es posible construir un modelo económico sano sobre la base del endeudamiento permanente y la subida de impuestos constante. Y lo de pagar las pensiones con deuda es ya el acabose.
Rajoy insistió ayer en que el objetivo para este 2017 debe ser “crecer, crear empleo y recaudar”, es decir, meterle la mano en el bolsillo al que se deje y/o no pueda poner a buen recaudo el dinero legalmente ganado. Lo hizo en la Conferencia de Presidentes, ese tingladillo de la vicepresidenta Soraya en el que se pavonea el cántabro Revilla, el anchoílla, a la que no asistieron ni el presidente catalán ni el vasco, tipos no viajan a Madrid porque ellos son de mejor condición que el resto de los españolitos, son de otra veta, tienen más quilates. El primero no viene porque sabe que va a seguir cobrando lo suyo en cualquier circunstancia, que el Madrid pusilánime seguirá pagando la fiesta del independentismo y poniendo la otra mejilla; el segundo, porque, aparte del cupo, tiene bien trincado al PP por los faldones del Presupuesto y está dispuesto a sacarle la hijuela. Hemos transigido tanto, hemos tragado con tanto, hemos aceptado tantas humillaciones, que ya ningún exabrupto nos confunde ni sorprende, nada puede humillar ya a quien se arrastra por el suelo con el temple legionario del ciempiés.
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