La semana pasada el consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz, hizo una reflexión atinada sobre la polémica en torno al diésel y recordó que hablar de futuras prohibiciones de vehículos de combustión, aunque sean a 20 años vista, lo único que consigue es que a los ciudadanos nos "entre miedo" y, ante la incertidumbre, prolonguemos el uso de nuestros vehículos actuales hasta ver lo que pasa. Como consecuencia, se paraliza la compra de coches nuevos, enormemente más limpios que los que usamos (12,4 años de media), y el resultado efectivo es que unas simples declaraciones contra las emisiones contaminantes generan el efecto paradójico de que éstas aumenten.
Es evidente que no era ese el objetivo del Gobierno, que habla de estrategias de descarbonización pensando a largo plazo pero el problema es que los ciudadanos que le escuchamos no pensamos de forma estadística, sino individual. Cuando nos hablan de posibilidades de futuro las traducimos inevitablemente a nuestras decisiones cotidianas y, al hacerlo, puede que desmontemos esas mismas estadísticas tan brillantes.
La ciencia estadística lo que hace es sumar y analizar los resultados agregados de las decisiones privadas y personalísimas que tomamos cada uno. Por eso suena tan absurdo cuando en las operaciones de tráfico vacacional algún comentarista bobo apela a que hagamos el viaje "de forma escalonada" ignorando que las personas no podemos viajar de forma escalonada, que solo podemos hacerlo en un solo único e indivisible acto.
Decisiones efectivas
Si solo unas palabras ya tienen efectos reales e inmediatos y, además, contrarios al objetivo que se pretendía, imagínese el lector o lectora, lo que pasa cuando, además de hablar, se toman decisiones efectivas. Van algunos ejemplos:
-La competencia fiscal entre comunidades autónomas en cuanto a los impuestos que tienen cedidos, como Transmisiones Patrimoniales, Sucesiones y Donaciones o en los tramos de IRPF, puede servir para marcar vistosas diferencias ideológicas entre distintos gobernantes pero irá contribuyendo a vaciar aún más la España vaciada y empobrecida, incapaz de competir en esa carrera de "vente que yo te lo hago más barato". Como consecuencia España no será mejor y más equilibrada sino más injusta y puede incluso que más pobre.
-La reforma laboral creó un mercado de trabajo mucho más flexible, aunque haya a quien aún le parezca poco. La facilidad con la que una empresa puede contratar y despedir es mucha, aunque sea simplemente dejando caducar los millones de brevísimos contratos temporales. Sin duda eso hace más fácil adaptarse a las variaciones del mercado pero el resultado es que millones de jóvenes que escuchan atentos, porque les afectan, las escalofriantes estadísticas de eventualidad laboral no toman decisiones que les comprometan a largo plazo, sea comprar viviendas, vehículos o tener hijos. Incluso eluden comprometerse con la propia compañía que les paga, seguros de que más pronto que tarde los despedirá. Los efectos de esta situación sobre la demografía, el consumo a largo, el ahorro o las pensiones son evidentes.
Las consecuencias de esas promesas de rebajas impositivas e incremento del gasto ya las padecimos cuando la crisis anterior
-El último boletín económico del Banco Central Europeo nos avisa alarmado de las consecuencias de nuestra alta deuda pública y de la consiguiente imposibilidad tanto de bajar impuestos como de incurrir en más gasto público, que es exactamente lo que andan prometiendo unos y otros. Por el contrario, gobierne quien gobierne dicen que tendrá que cumplir las normas comunitarias y las disposiciones del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Las consecuencias de esas promesas de rebajas impositivas e incremento del gasto ya las padecimos cuando la crisis anterior paralizó el país y golpeó como nunca a esas clases medias a las que todo el mundo apela.
-Las medidas recientes para endurecer las condiciones a quienes se atrevan a arrendar una vivienda de su propiedad, presentadas como una solución para favorecer a los inquilinos, sin duda tendrán consecuencias en el mercado, pero puede que no sean las deseadas. Puede que lo que hagan es desanimar a muchos propietarios privados de correr riesgos y como mínimo acaben impidiendo el crecimiento del parque de alquiler lo que hará que los alquileres sigan subiendo por falta de oferta. La solución mágica y alegre que algunos proponen es simplemente regular los precios por ley, algo que aún desanimaría a más propietarios, tal vez a casi todos, lo que simplemente acabaría de un plumazo con el mercado de alquiler.
Cuando tras las inminentes elecciones se forme un nuevo Gobierno, quizás fuese una buena idea crear un Ministerio de Efectos Secundarios MINEESS por donde tengan que pasar obligatoriamente todas las propuestas brillantes y bienintencionadas antes de impulsarse, para que, si finalmente van adelante, al menos no sea con total y absoluta ignorancia de sus consecuencias indeseadas.
Sería una buena idea salvo que lo que se pretenda sea, justamente, que la ignorancia deliberada proteja al decisor de cualquier incómoda duda sobre sus atractivas y electorales ocurrencias y que yo esté siendo un ingenuo escribiendo esta columna ¡Ay!
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