Opinión

Ministerios cocoguaguas

Líbrenos el Señor de pretender menospreciar y no digamos ridiculizar a los/las/les/lis ministros de Sumar/Restar/Multiplicar/Dividir que entran a formar parte de un gobierno que cada vez se parece más a Los Sabandeños o al Orfeón Donostiarra po

Líbrenos el Señor de pretender menospreciar y no digamos ridiculizar a los/las/les/lis ministros de Sumar/Restar/Multiplicar/Dividir que entran a formar parte de un gobierno que cada vez se parece más a Los Sabandeños o al Orfeón Donostiarra por lo numeroso de sus integrantes. Repasémoslos: la ministra, ministre etc. de sanidad, la increíble y perreadora médica y madre que busca refugio después de las palizas dialécticas que le ha propinado Ayuso sin anestesia; la de infancia, juventud divino tesoro y chiquiparks, la inefable Sira Rego, con una mirada que corta la leche y loadora de individuos beneméritos como Chávez o de organizaciones humanitarias como Hamas; el sorprendente Ernest Urtasun, responsable de cultura, escultura, floritura, galanura y moquetas rouges pisando moreno, pisando con garbo; el elástico, flexible y asombroso Pablo Bustinduy, que asumirá derechos sociales, consumo, agenda 2030, los grandes ferrocarriles europeos, el velocípedo, el montgolfier y acaso el auto Acedo; y, como colofón, ella, la rubia más rubia de todas las rubias teñidas, mi Mari Loli, Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda y ministra del currele entre tinte y pedicura.

Harto osado sería decir que son unos incompetentes, pero, cuidadín, lo son en el sentido textual porque muchos de ellos tienen asignadas carteras vacías de contenido, dado que las competencias están transferidas a las Comunidades Autónomas. Sanidad, verbigracia, y no es que a mi me parezca bien, por el contrario, me parece un pifostio de narices como vimos en la pandemia, pero la vida es así y no la he inventado yo, que diría Sandro Giacobbe. En materia de juventud e infancia qué les voy a contar, con una Cataluña en la que a los bebitos se les enseña antes a decir indapandensia que papa o mama. ¿Cultura? Aparte de organizar algún premio nacional, ir al fútbol cuando juega la selección y acompañar a alguien a ver algo a un teatro, cine o corrala, la cosa no da para más. Lo de los derechos sociales, consumo, la agenda de colorinchis y demás son puras gollerías que solamente sirven para echar unas risas y tener coche oficial. En cuanto a Mari Yoli, con indagar de dónde ha de salir el cobete de los ricos y descubrir dónde para el Bunker de los todopoderosos ya tiene bastante trabajo, que la peluquería y la estética ocupan mucho tiempo y fatigan enormemente.

Harto osado sería decir que son unos incompetentes, pero, cuidadín, lo son en el sentido textual porque muchos de ellos tienen asignadas carteras vacías de contenido

Harto osado sería decir que son unos incompetentes, pero, cuidadín, lo son en el sentido textual porque muchos de ellos tienen asignadas carteras vacías de contenido

No teniendo, pues, competencias o teniendo muy pocas ¿podemos decir que son ministerios incompetentes? Y si lo son, por aquello de la transitiva, ¿habrán de serlo forzosamente quienes los ocupen? ¿Son ministros y ministras floreros? ¿Son rosas con espinas? Ya lo dijo el gran Tip, el amor por fuera es jardín de rosas, por dentro zarza de espinas o, en el caso de la médica, madre y ministra, el amor es como la aspirina, por fuera jardín de rosas, por dentro ácido acetil salicílico. La cuestión es que ahí quien mandará de verdad será Pedrete, ejecutará Bolaños, dirá algo Marlaska y llevará las cuentas Calviño, mal, naturalmente. Poco más. El resto, a elegir y revolver. Ah, me olvidaba de Margarita Robles, en Defensa, esa Margarita que es como se llama mi amor, una chica, chica bum. Pero como el ejército está a punto de ser reconvertido en los coros de Viva la Gente, la Legión en el Holiday On Ice y la BRIPAC en Galas del Sábado – sí, soy un antiguo, ¿qué pasa? – Lo que haga o diga Doña Marga será tan irrelevante como el resto de sus compañeros de pupitre. Son ministerios cocoguaguas, como aquello que cantaban Enrique y Ana hace décadas, cuando Sánchez aún no sabía que de mayor sería un magnífico Ernst Stavro Blofeld y dirigiría una Spectra que se cargaría, pasito a pasito, la España constitucional con la misma facilidad con la que nos daban pan con Nocilla en los cumple de los amigos. Cantando cocoguagua y haciendo la gallinita, claro.

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