Opinión

La ministra Mentira

Juan es ese camarero de toda la vida que sabe cómo quieres el café y el punto exacto de tu tostada. Ha visto pasar de todo y a todos pasar

Juan es ese camarero de toda la vida que sabe cómo quieres el café y el punto exacto de tu tostada. Ha visto pasar de todo y a todos pasar por la barra de la cafetería que, al lado del Parlamento, hace desayunar a la Andalucía que madruga y la que despierta, la del obrero que un día voto socialismo y ya no hizo otra cosa y la del camarada que vio a la tierra que ama repartir miseria durante largas décadas. La Andalucía de la primera modernización y la eterna estancada. La que no ha dejado de trabajar para que un régimen de señoritos, envueltos en carné de partido y bandera bicolor, secuestren este sentir universal y nos diga a los demás cómo ser andaluces.

Juan es un estajanovista de la escucha. Alguien que reconoce en el tintineo de la cucharilla el costumbrismo del trilero o la honestidad del sirviente. Sabe diferenciar al honrado del truhán, porque, asiente, no hablan igual cuando dicen lo mismo. Me contó hace unos días que no cree en los políticos porque “todos mienten”, y no entré a rebatir el aserto, porque hay generalizaciones que por decoro deben aceptarse. Me llamó la atención, cuando apuraba el segundo café, cómo Juan empezaba a soltar nombres con pedigrí de trola certificada, la mayoría habituales clientes de su negocio. Por encima del resto, su inquina, su sincera verborrea, su indignación comprensible, iba dirigida a una mujer: María Jesús Montero, hoy ministra de Hacienda del peor gobierno de la democracia, ayer, Consejera de Hacienda del partido más corrupto de Europa y siempre, fontanera de bajos fondos y arquitecta de buenos engaños.

Pocos representantes públicos han deslegitimado tanto el noble arte del servicio a los demás como ella. Ha sublimado la picaresca y la embuste a límites insospechados, fecunda adalid de prácticas barriobajeras, propias de quien está en la política para impedir que las cosas se hagan bien. Su presencia como guardiana del dinero ajeno sólo se entiende analizando el perfil de quien habita el Palacio de la Moncloa, ese hombre que tiene el gran mérito de haber convertido a Zapatero en el segundo peor presidente de la democracia española.

Hoy le niega el pan y la sal a la tierra que un día gobernó, llama pedigueños a la Junta por exigir lo que ella misma demandaba con denuedo

En Andalucía la conocemos bien. Agitaba hace unos años su garganta churrigueresca la entonces Consejera Montero, hoy ministra Mentira, cada vez que exigía al Gobierno Central “lo que le correspondía a los andaluces”. Hoy, niega el pan y la sal a la tierra que un día gobernó, llama pedigueños a la Junta por exigir lo que ella demandaba con denuedo y se esfuerza, con hiriente eufemismo, por llamar progresista al gobierno más autoritario y menos social de la historia.

Su Andalucía (así hablan los socialistas, padres del cortijo) sigue a día de hoy infrafinanciada y en este ejercicio no contará (gracias, resalá) con casi tres mil millones de euros de fondos extraordinarios Covid, amén de otros tantos miles de millones que desde hace décadas y por criterios de población, paro y PIB, le corresponden y que siguen -y seguirán- sin llegar. Negó Montero-mentira durante meses el IVA que por ley debía devolver, así como las cuantiosas partidas de las políticas de empleo arrebatadas durante la pandemia por su camarada Díaz, la ministra-unicornio. Nada en Montero-mentira es decente porque no hay decencia en un partido podrido por la corrupción y las triquiñuelas de parvulario. El PSOE quiere pobre a Andalucía porque sólo así la puede gobernar.

La ministra Montero y sus mentiras son sólo el apéndice de una extensión aún más fraudulenta: la de un Gobierno que basa su gestión en el embeleco

Prometió, entre platós y escaños, no subir los impuestos a la clase media y trabajadora: mintió. Vendió que no hubo mando único en la crisis sanitaria: mintió. Se reafirmó hasta la extenuación en que no puede bajar el IVA de la luz “porque no está en línea con lo que se marca en Europa”. Mintió. Sostiene la insigne populista de verbo desaforado que saldremos más fuertes de la crisis con las políticas socialistas: volvió a darnos bola. Esta furibunda fontanera del trilerismo, que igual miente que engaña, acaba hace unos días de lustrar su panteón de frases célebres con su penúltima perla dialéctica.

Ante la petición de sus alcaldes, entregados a la causa sanchista de la incompetencia y el latrocinio, que le rogaban solucionar el tema de las plusvalías, otro impuesto más a los españoles que los burócratas socialistas gestionarán, la ínclita Montero-mentira respondió: “Eso lo arreglo en un día. Dicho y hecho”. Andalucía no importa mientras su PSOE siga chupando la sangre de los que menos tienen para llenar sus progresistas bolsillos. Mientras haya ricos a los que culpar, el socialismo tendrá impunidad sociológica exculpatoria.

Pero no nos engañemos. La ministra Montero y sus mentiras son sólo el apéndice de una extensión aún más fraudulenta: la de un Gobierno que basa su gestión en el embeleco y su comunicación en cómo vender la enésima falsedad. Hace tiempo que la engañifa es el punto principal del día en el Consejo de Ministros. La farsa y la hemeroteca se han aliado en España para que, incauta la masa, se reescriba el pasado, reciente o no, de quienes, con alevosa felonía, destrozan los cimientos de hermandad que la Transición reverenció como modelo de convivencia a imitar.

Coda: La estrategia del régimen sanchista es clara: cada día azuzarán a sus medios y periodistas de cámara para sacar a la luz temas irrelevantes que nada solucionan los problemas ciudadanos, pero alimentan el debate de cafetería. Mientras los parados no hablen de la luz que no pueden pagar sino de la cuota de Netflix que ha subido (¡maldita sea!), mientras los jóvenes protesten por el botellón prohibido y no por leyes educativas que les condenan a la miseria laboral y mientras la clase media y trabajadora no imponga sus redaños en las calles para decir ¡basta ya! de pagar impuestos para mantener a parásitos de cuota, el futuro será la miseria que el socialismo reparta, es decir, no habrá futuro. Salvo para la ministra Mentira y su embustero Gobierno.

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