Imposible tomarnos en serio. Al país que somos y a nosotros mismos. Vistas las tragaderas que tenemos, y la facilidad con vemos pasar los días sin que casi nada importe, es muy difícil considerar que somos un pueblo maduro y merecedor de una clase dirigente de más altura. Cuesta asumir que aquí los actos no producen consecuencias, y por eso somos uno de los pocos países en los que en más de cuarenta años de democracia no ha dimitido ningún político por mentiroso o falsario. Si no les perdonamos, olvidamos. Si no les castigamos, nos resignamos. Si no los ignoramos, los consideramos. Dos comentarios en la barra del bar y a otra cosa mariposa.
Ellos, los políticos todos, y poco importa la ideología, están a la altura de los ciudadanos. Nos conocen bien y por eso saben que, como si de pastueños novillos se tratara, siempre volvemos al trapo de la mentira, la exageración y el cinismo. Tres normas básicas, y parece que de obligado cumplimiento, de la actividad política en España. Nos tienen tomada la medida. Incluso el día que vamos a votar perdonamos, olvidamos, miramos a otra parte. Otros son aún peores, pensamos. Y así cada cuatro años.
Garzón, ministro de Consumo (y de juguete)
De qué si no estamos hablando si reparan en los dos ministros declaradamente comunistas que hay en el Gobierno, el de Consumo y la de Trabajo. Qué pensarán destacados comunistas como Gerardo Iglesias o Cayo Lara. Qué, de estar vivos Carrillo, Anguita y Frutos. Alberto Garzón, -¡ministro, aunque sea de Marina! es un fiel epítome de lo que un día significó ser comunista. Aburrido en un ministerio fantasma hunde todo aquello que toca. Después de publicar un infame recetario a base de comida rápida y barata que ha provocado la risa de todo el sector de la hostelería, acaba de montar una huelga de juguetes. Como lo oyen. El ministro quiere que los niños jueguen a las cocinas y las muñecas y las niñas con las pistolas y los trajes de legionario romano. Es una pena que nadie le haya explicado a semejante lumbrera que los niños y las niñas juegan con lo que les da la gana, que así fue siempre desde que el mundo es mundo. Qué obsesión con intervenir en la vida de los demás. Son los padres los que educan a los hijos.
Un anuncio de 80.000 euros
Les confieso que lo de la huelga de juguetes me ha provocado verdadera vergüenza, que podría terminar en enorme cabreo si algún día se llega a saber cuánto se ha gastado este ministro de juguete en la dichosa huelga para acabar con el sexismo. Sabemos que de momento se han gastado 80.000 euros de los contribuyentes para producir un anuncio de animación. El domingo, en el Retiro, en un acto en el Teatro de Títeres al que acudieron cincuenta personas -cincuenta, oigan- terminó la campaña que arrancó con un polémico video protagonizado por muñecos que, puño en alto, anunciaban la simbólica huelga.
Sigue siendo una pena, y una provocación, que el ministro comunista ignore que hay en España muchos hogares en los que entran pocos o ningún juguete por Navidad
Es una pena que Garzón no caiga en la cuenta de que, para acabar con el sexismo, antes hay que terminar con la estupidez y la ignorancia para después opinar sobre los cachivaches que han de utilizar nuestros hijos. Y sigue siendo una pena, y una provocación, que el ministro comunista ignore que hay en España muchos hogares en los que entran pocos o ningún juguete por Navidad. Están los padres como para mirar si el muñeco tiene o no pilila.
Y de la pena a la provocación, y de la provocación al insulto que es gastarse 80.000 euros en un anuncio estando muchas familias como están. Si al ministro que lleva el ministerio filfa le parece poco dinero, es que debe vivir en un mundo -no precisamente comunista- en el que 80.000 euros son poca cosa. Su desapego de la realidad es consecuente con la nomenclatura comunista: los que vivieron siempre como capitalistas. Es lo único coherente que encuentro en un ministro al que querría ver y escuchar en un Consejo de ministros hablando a sus compañeros de la huelga de juguetes o de recetarios de comida saludable y barata.
Yolanda Díaz emocionada ante el Papa
La otra ministra resulta que es vicepresidenta por obra y gracia de Pablo Iglesias. Pero ha crecido mucho, tanto que ya no anda, levita. Comparte con el anterior su incapacidad para reconocer el ridículo y el esperpento en que incurre cada vez que se cree aquella admonición de Ada Colau: "Nunca quisiste ser presidenta ni líder mundial, pero te ha tocado. España te necesita". Después nos enteramos de que había mentido a los españoles y que supo antes que nadie que llegaba la pandemia, pero calló. A continuación, en una extravagante entrevista, anunció que ella va a pelear por el espacio político que ocupa el PSOE y no el que está a su izquierda. Y después se fue a ver al Papa, aunque habrá quien diga que fue el Papa el que quiso verla. De lideresa mundial a líder mundial espiritual. Todo es enorme en esta señora. Hasta declaró que Rosalía de Castro es una mujer que cambió el mundo. El aborto, la eutanasia, el desprecio a la asignatura de Religión, pequeñas cuestiones para un encuentro de 40 minutos.
Uno tiene la duda de que algo así haya sido entendido por los partidarios de Díaz, que por cierto en octubre pidieron en el Congreso acabar con el Concordato vigente entre el Vaticano y España. Como tengo la seguridad de que no lo entienden la inmensa mayoría de los de Bergoglio. Pero esa es una cuestión muy particular. La fe mueve montañas, aseguran. La estulticia a veces también. Hay que estar muy seguro de lo que uno cree para pensar que todo esto va en serio. Es lo que sucede cuando descubrimos que todo es atrezo y juguetería. Cachivaches de estos tiempos convulsos.
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