Metrópolis es una película de ficción prospectiva estrenada por Fritz Lang en 1927. En cualquier ficción hay, al menos, una realidad, la del deseo del enunciador por hablar de algo de determinada manera. Esa manera incluye la elección de alguno de los medios disponibles para desplegar la representación de su deseo. El medio cinematográfico exige, sobre todo cuando se necesitan grandes cantidades de dinero, de un enunciado primigenio, de un guión que es la base de las relaciones contractuales de todos los profesionales implicados.
Fue una superproducción con costes muy por encima de las inversiones que se hacían en la época. Los historiadores del cine la consideran la primera distopía fílmica importante y ha aparecido muchas veces en las listas de las mejores películas y, de forma especial, en los primeros puestos de las listas del cine de culto.
Thea Gabriele von Harbou, actriz y escritora, fue la autora del guión y, en este caso, también se implicó mucho en las labores de producción. Entre 1922 y 1933 fue esposa de Fritz Lang, con quien colaboró en otras películas. Ella era, además, una activista muy nacionalista y muy feminista. En un mitin de masas en 1931, dijo contra cierta ley vigente entonces que penalizaba el aborto: “Necesitamos un nuevo código sexual porque el antiguo fue creado por los hombres, y ningún hombre está en posición de entender la agonía de una mujer que está embarazada de un hijo al que sabe que no va a poder mantener. Esta ley deriva de la psicología masculina, que obliga a una mujer a tener un hijo. Crea, incluso si no deliberadamente, inferioridad constitucional de las mujeres en relación con los hombres que sirve como un bastión contra la actividad de las mujeres en la vida política y económica.” En 1932, von Harbou se unió al Partido Nazi. Lang, cuya madre era judía no compartía el entusiasmo por el nazismo rampante. Aunque seguía oficialmente casado con Thea von Harbou, esta mantenía una relación estable con un amante de origen hindú. Esa diferencia racial no suponía ningún problema para una mujer que era muy apreciada en el partido nazi. Goebbels quería contar con el talento de Lang para la industria y propaganda cinematográficas. El director tenía una buena excusa para esquivar la oferta de Goebbels y le dijo la verdad, que era hijo de mujer judía, a lo cual le respondió: “Nosotros decidimos quién es ario y quién no”. Lang se divorció y se fue a Hollywood.
En la Alemania de los años 20, la socialdemocracia, el nacionalsocialismo y el comunismo tenían vasos comunicantes sociológicos bastante fluidos
Volvamos a la película. ¿Metrópolis es nazi o es comunista? Es bastante nazi. En Estados Unidos, a la hora de distribuirla en sus salas, decidieron cortar algunos segmentos por considerarlos propaganda comunista. No tenían ni idea de lo que se iba a desencadenar pocos años después del estreno. Yo recuerdo que en los cineclubs de los 70 montados por el PCE esta era una de las cintas a exhibir junto a las de Eisenstein, Vertov, Bergman, Tarkovski, Pasolini, Godard, Buñuel, Saura, etc.
Por cierto, Goebbels tenía muy claro que “las diferencias entre el nacionalsocialismo y el comunismo se reducían a una elección entre la dictadura del «pueblo» (volk) y la dictadura del ˈproletariado”. En la Alemania de los años 20, la socialdemocracia, el nacionalsocialismo y el comunismo tenían vasos comunicantes sociológicos bastante fluidos. Lo que Metrópolis deja meridanamente claro es que el futuro que concebía la guionista nazi y feminista iba a ser una dictadura de la aristocracia tal como la había definido Hitler en Mein Kampf (1925 y 1926).
La película contiene una riqueza de motivos extraordinaria y su abordaje analítico no se debe hacer desde anteojeras ideológicas como las que se reparten en las aulas españolas. Presenta situaciones y elementos que pueden suscitar lecturas ambivalentes. El análisis serio debe levantar acta de esas ambivalencias y ambigüedades, sobre todo, cuando presenta elementos pertenecientes a la religión cristiana. Entre esos elementos, una iglesia gótica. Pero ojo, para los nazis el gótico era una expresión estética del mayor valor pues era signo de la pujanza germánica y de la inteligencia de una ingeniería digna de imitación. Era admirable, sobre todo, si se vaciaba de su sentido cristiano. Lo cual constituye una actitud plenamente postmoderna respecto de la valoración y uso tergiversado del patrimonio común.
Si ve usted la película, le recomiendo que se fije en cómo empieza y en cómo termina. Fíjese especialmente en cómo se mueven los disciplinados y esclavizados obreros. Hay un intento de revolución contra los dueños de Metrópolis, pero al destruir la ciudad de arriba destruían también a sus familias y amigos que habitan en el subsuelo. El final es un acuerdo, un consenso, entre los trabajadores alienados y los dueños de la ciudad y de la tecnología que somete a los de abajo. No hay ningún triunfo revolucionario del proletariado. Tampoco hay clases medias. Se proclama la falsa naturalización de que la supervivencia de los explotados depende de la benevolencia y del control totalitario de los dueños del capital y de la tecnología.
El plan del Foro Económico Mundial
Ese esquema es hoy el modelo de poder del siglo XXI. Los aristócratas globalistas no necesitan ser ni nazis ni comunistas ni socialdemócratas ni liberales. Pueden utilizar a todos pues todo parece aprovechable en la manipulación de masas postmoderna. Igual que hiciera la ficción prospectivista de Thea von Harbou y de Fritz Lang, cien años después, no faltan ficciones de futuro en, por ejemplo, el Foro Económico Mundial donde, Kristalina Georgieva de la Universidad de Georgetown, dice: "[Estamos pasando] de un mundo de relativa previsibilidad... a un mundo con más fragilidad -mayor incertidumbre, mayor volatilidad económica, enfrentamientos geopolíticos y catástrofes naturales más frecuentes y devastadoras-, un mundo en el que cualquier país puede descarrilar más fácilmente y con mayor frecuencia." Hay una diferencia: la película era una obra de arte que daba ideas nefastas y en este caso no hay arte alguno, sino lanzamiento de ideas performativas. Y es que quienes las conciben tienen las herramientas para hacerlas realidad. Ese es el plan que cada cual debe intentar hacer fracasar.
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