Opinión

Dos momentos, cuatro decisiones: Así pudo cambiar la Historia de España

Henry Kissinger dice en sus memorias que l

Henry Kissinger dice en sus memorias que los políticos comunes esperan a gestionar las crisis después de que estas hayan tenido lugar; además, quieren tener más información sobre los hechos, pero entonces, a veces, resulta tarde, ya pasado el distante decisivo en que una decisión lo cambia todo. Esas decisiones no tomadas son las que se aventuran en mi libro El diputado. En nuestra historia reciente, una acertada opción hubiera podido cambiar nuestro futuro. Hubo dos momentos para ello y cuatro determinaciones posibles.

Tras los atentados de Atocha, de una magnitud sobrecogedora, el Gobierno de España hubo de gestionar la catástrofe. Lo hizo como todos sabemos, pero había otra alternativa que el secretario general del PSOE y candidato a presidente, Rodríguez Zapatero, ofreció al Ejecutivo cuando se dirigió a la Nación pidiendo la unidad de todas las fuerzas democráticas. La gravedad de la situación exigía esa respuesta unitaria de los representantes de la soberanía nacional. Si esto se hubiera hecho así, el señor Rajoy hubiera ganado las elecciones. La victoria del Partido Popular habría significado, obviamente, que el señor Zapatero no habría sido presidente del Gobierno y no hubiera tenido lugar la política por él desplegada, origen de todo nuestro actual presente.

Pronto se vio que la moción sería apoyada por toda la oposición, con la excepción del PNV, que comunicó que si el presidente dimitía no secundaría la propuesta

Desechada esta opción, el gobierno de Aznar podría haber adoptado otra. Con las calles tomadas por la oposición, las sedes del PP asediadas, las manifestaciones tachando de asesino al Gobierno, el señor Pérez Rubalcaba acusándolo de mentir, la jornada de reflexión pisoteada; estaba claro que el país se encontraba en un momento excepcional en la que el Gobierno, autorizado por el artículo 116 de la Constitución, declarando el estado de excepción, no hacía más que reconocer lo que ya existía en las calles. Para ello había tiempo y forma, retrasando las elecciones hasta un momento de normalidad democrática. En ese escenario probablemente hubiera ganado las elecciones el Partido Popular con o sin mayoría absoluta.

Catorce años después, con Rajoy al frente del Gobierno, fue sometido, como sabemos, a una moción de censura promovida por el PSOE que Rajoy consideró tremendamente injusta. Ni él ni su gobierno estaban encausados.

Pronto se vio que la moción sería apoyada por toda la oposición, con la excepción del PNV, que comunicó que si el presidente dimitía no secundaría la propuesta; habría cumplido con su cometido de sanear la vida pública. El presidente, ante la eminente catástrofe, podría haber disuelto las Cortes y convocado elecciones trasladando a la ciudadanía la decisión. Anteriormente, el PNV especificó que si así lo hacía, tanto él como otro eventual candidato del PP contaría con su apoyo. No se hizo eso, pero quedaba otra oportunidad, que el secretario general del PSOE, el señor Sánchez, ofreció desde la tribuna parlamentaria al anunciar “dimita usted y esta moción de censura habrá terminado aquí y ahora”. La parálisis protagonizó el momento, no lo hizo. Hay pocas dudas de que la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, en ese caso, habría ganado las elecciones generales cambiando, quizá para siempre, la historia de España.

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