Opinión

Monarquías comunistas

Dicen que la restauración de la monarquía tiene su origen en la dictadura. Que a Don Juan Carlos lo puso Franco. Que no se le dio la oportunidad de votar

  • El portavoz parlamentario de ERC, Gabriel Rufián. Jesús Hellín / Europa Press.

Dicen que la restauración de la monarquía tiene su origen en la dictadura. Que a Don Juan Carlos lo puso Franco. Que no se le dio la oportunidad de votar a la gente la forma de estado. Y piden que se elimine la monarquía, aludiendo a que corona y sistema democrático son incompatibles. Que esto lo digan los golpistas de Junqueras, los filo etarras, los del BNG, los cupaires, los del PDeCAT y los de Junts es, y perdonen la expresión, el cáguense. Porque no hay formaciones políticas más parecidas a la monarquía absoluta que estas, sumadas a los partidos comunistas. O ya me dirán si cuando habla Puigdemont los separatistas no bajan la cabeza y dicen amén, o cuando lo hace Otegui todos aplauden entusiásticamente. Monarquías son, porque nadie discute al monarca absolutista su derecho divino a reinar sobre los súbditos de su particular reino.

En cuanto al debate acerca de si se puede vivir en un sistema democrático solo bajo la forma de estado republicana, es baladí y cansino. Si hablamos de Francia o Alemania, sí. Si hablamos de Venezuela, Cuba, Rusia o China, no. Si hablamos de monarquías como la nuestra, la británica, la holandesa o la sueca, sí. Si hablamos de las satrapías árabes, no. Pero en el fondo les da igual debatir filosóficamente el concepto de la forma de estado, porque quieren cargarse lo poquito que va quedando de aquel sensacional abrazo de Vergara que supuso nuestra transición, tan plagada de generosidad como de renuncias inteligentes. Les molesta la disidencia, la discrepancia, el debate de ideas y por eso se han atrincherado en el tristemente célebre exprópiese. No dan más de sí.

Ahora bien, como curiosidad histórica, a los berreadores profesionales cabe señalarles que, para monarquías dictatoriales, las que llevan la hoz y el martillo. Que, curiosamente, también hacen exhibición del nacionalismo más rancio y apolillado. Patria libre o morir, patria o muerte, venceremos, dicen todavía los comunistas cubanos. Porque, ¿era una monarquía zarista o no lo era la URSS de Stalin y sus descendientes políticos? ¿Lo es la China de Mao y sus herederos? ¿La Cuba de Castro, la Venezuela de Chaves? Lo son, en tanto que todo gira alrededor de un líder, un rey sin corona, al que nadie discute y que tiene poder de vida y de muerte sobre sus conciudadanos. ¿O es que el Tercer Reich fue una monarquía? ¿Lo fue la Francia de Vichy? ¿El vietnam de Ho Chi Min? ¿La terrible dictadura genocida de Pol Pot?

No se trata de si se es republicano o monárquico. Se trata de la libertad y de vivir sin que nadie te pueda detener, encarcelar o, simplemente asesinar por pensar de manera distinta al que gobierna. Es tan simple como esto y creo sinceramente que esas monarquías coronadas por la hoz y el martillo son infinitamente mucho más dañinas para la humanidad que cualquier monarquía constitucional europea, que son a las que me refiero. Fue la monarquía británica con Churchill a la cabeza la que plantó cara al horror nazi mientras que Stalin firmaba un pacto con Hitler, recuérdenlo. Fue la reina de Holanda la que se convirtió en símbolo de la resistencia de su país ante el invasor nazi. No es cuestión de extenderse más, porque las excursiones históricas acaban por cansar incluso a quien las inicia, pero déjenme que les diga algo más. Un autor soviético, Iulian Semionov, creador de una especie de 007 a la rusa en tiempos de Hitler y novelista entretenidísimo, hace hablar a uno de sus personajes de la siguiente manera: “Me da igual el régimen, monarquía, república, lo que quiero es vivir, ¿comprenden?, ¡vivir!”

Quienes piden algo que saben que es imposible legalmente y que practican el postureo irresponsable deberían entender que la gente en España, con la que está cayendo y la que se avecina, lo que quiere también es eso, vivir. Nada más y nada menos.

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