Opinión

Sánchez gobierna para los alienígenas: España acabará muerta pero resiliente

Mientras que las calles se van incendiando y los súper vaciando, el Gobierno 'vende' proyectos como el PERTE aeroespacial. La inacción es cada vez más inexplicable y, por encima de todo, irresponsable

Pongamos el caso hipotético de que un extrarrestre de esta u otra galaxia hubiera interceptado este martes la señal de televisión de La Moncloa, en torno a las 14 horas, justo en el momento en que intervenía en directo la ministra Diana Morant. Añadamos otro supuesto: el alienígena en cuestión desconoce absolutamente qué es España y cómo le va a los españoles. La conclusión que sacaría es evidente y unívoca: en vista de lo escuchado, el nuestro sólo puede ser un país próspero, una nación que puede permitirse el lujo de mirar al cielo más que al suelo, de reflexionar sobre el futuro porque el presente está resuelto.

"Mirar al futuro pasa por mirar al cielo, un espacio global y estratégico para la transformación de nuestro país". En tales términos se pronunció la ministra de Ciencia e Innovación, poco habitual en la sala de prensa del Palacio de La Moncloa. Pedro Sánchez le dio la oportunidad para lucirse en presencia de la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez; y la titular de Transición Energética, Teresa Ribera. El presidente le brindó una excusa: explicar los pormenores del PERTE aeroespacial.

Según explicó Morant, el proyecto absorberá una inversión público-privada de 4.500 millones y permitirá a España situarse "en la carrera internacional por conquistar el espacio". Literal. Todo una hazaña teniendo en cuenta que "hasta hoy", recordó la ministra, "somos el único país europeo sin agencia espacial propia".

Mientras que Isabel Morant desglosaba las bondades del nuevo PERTE, decenas de miles de españoles comprobaban que los lineales de los supermercados tienen cada vez más huecos vacíos. Al tiempo, cientos de camiones seguían obstaculizando la salida de mercancías, en protesta por la subida insoportable de los carburantes, impidiendo a la vez -no hay huelga sin daños colaterales- que pescadores, ganaderos o agricultores se ganen el sustento como merecen.

La inacción viene a certificar que el presidente y sus 22 ministros viven fuera de la realidad. O quizás la realidad es tan dura que prefieren obviarla

Apenas tres horas antes de que la ministra hablara del espacio en La Moncloa, Danone había anunciado que faltarán lácteos y agua en los próximos días. Heineken advirtió que lo mismo ocurrirá con sus cervezas. También Calvo admitió que no podrá suministrar sus conservas, para complementar las ensaladas cada vez más pobres de algunas mesas españolas, porque faltan verduras o porque tienen precios inasequibles para los hogares más vulnerables, cuyo número asciende en los cuatro puntos cardinales del país, incluido Madrid, por mucho que lo niegue un consejero de Díaz Ayuso.

Otras empresas de distribución, grandes y pequeñas, irán anunciando por goteo que bajan la persiana. Ya no hablamos de amenazas. El cierre de fábricas, provocado por la huelga de ese 'grupúsculo' de transportistas al que Sánchez despreció, marca un nuevo hito en esta crisis. El país se encamina hacia un desabastecimiento más generalizado, por el parón de la producción y por la imposibilidad de llevar a destino lo ya producido. Tras los camiones de la Plataforma para la Defensa del Sector de Transporte de Mercancías por Carretera Nacional e Internacional marcharán los de Fenadismer y otras patronales con más poder de convocatoria. Los autobuses de viajeros y los taxistas ya han tomado nota y darán el siguiente paso. Y los tractores calientan motores.

La tormenta no amainará hasta que Moncloa no mueva pieza. Una posibilidad que se antoja cada vez más remota, a juzgar por la inacción inexplicable y cada vez más irresponsable del Gobierno, confiado en que la UE le dará hecha la solución en el Consejo Europeo de este jueves. O, en caso contrario, la posibilidad de ofrecer a los ciudadanos un chivo expiatorio, de cargar las culpas en los vecinos siempre duros del Norte, que no tienen en cuenta las debilidades de los países del Sur. Lástima que Portugal o Italia rompan esta vez el argumento, porque sus Gobiernos sí han tomado medidas, sin esperar al pacto comunitario.

Sánchez parece sorprendentemente dispuesto a dejar la herencia de una España muerta, sí, pero, por encima de todo, resiliente

Lo acontecido este martes en la sala de prensa del complejo de La Moncloa viene a certificar que el presidente y sus 22 ministros viven fuera de la realidad. O quizás la realidad es tan dura que prefieren obviarla, escondiendo la cabeza bajo el suelo como un avestruz; o mirando al cielo como un niño en busca de ovnis.

Por eso, Sánchez dio protagonismo ayer a Diana Morant, quien actuó de telonera de Teresa Ribera, invitada a subir al estrado para presentar el PERTE del Digitalización del Ciclo del Agua. La ministra explicó un proyecto que persigue "una gestión más eficiente y sostenible de este recurso en ciudades, agricultura e industria". Un objetivo loable de cara al futuro, pero que suena estrambótico en este presente, cuando Occidente sufre la crisis energética más grave desde los años 70 del siglo pasado.

Las dos ministras mencionaron en sus respectivos discursos el término "resiliencia". Esa palabra de engorrosa pronunciación que el propio Sánchez puso de moda cuando presentó su Plan de Recuperación contra la pandemia. En ello sigue empeñado, al parecer, el presidente, sorprendentemente dispuesto a dejar la herencia de una España muerta, sí, pero, por encima de todo, resiliente.

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