Olivia, una niña preciosa de 6 años, fue asesinada en Gijón por su madre al conocer que el juez concedía la custodia al padre tras cinco años de calvario judicial desde que él decidió divorciarse. La ya exmujer reaccionó con una denuncia de malos tratos. Sin necesidad de pruebas, condenándole a un martirio, un maltrato sostenido en el tiempo por una acusación tan grave. Gracias a la Ley Viogen la asesina de Gijón ha maltratado al padre de su hija y a la niña, separándola de él con total impunidad hasta el día del crimen, pues la única que gozaba del estatus de víctima era ella por ser mujer.
La España idiotizada por el discurso de la izquierda sólo está pendiente de la condena del crimen por la ministra de Igualdad, denunciando escandalizada el doble rasero en su discurso en caso de que el asesinato lo hubiese cometido el padre. Me importa un bledo si Irene Montero o si el vende-Sáharas de Sánchez lo condenan o no. No alteraría lo sustancial de su culpabilidad, sino que la ocultaría bajo vacías palabras. Señalar a estas alturas que utilizan el dolor ajeno para establecer su agenda ideológica, sin que les preocupe en absoluto las mujeres víctimas de malos tratos es una obviedad que a ellos ni siquiera les interesa ocultar. Por eso no necesitan condenar el crimen. El día que lo hagan, muchos escandalizados hoy se quedarían satisfechos, aunque nada hubiese cambiado en el terror legislativo que han impuesto y que rompe la convivencia.
Han asesinado a una niña bajo un discurso hegemónico de victimización sistemática de la mujer que dejaba a la pobrecita Olivia desprotegida a merced de un monstruo, su madre, y la aislaba de quien podía salvarla, su padre. Alejado de ella bajo la sospecha pública y judicial de ser un maltratador por culpa de una ley que no sólo rompe el principio de igualdad, sino que proporciona impunidad a los monstruos que sean mujeres.
En la "democracia liberal europea” de España es constitucional que un delito tenga una pena distinta en función del sexo del autor del crimen, según declaró Alfonso Guerra
El Tribunal Constitucional, en un alarde de la corrupción que suele asistir a su forma de actuar, antes incluso de que Pedro Sánchez proponga a Puigdemont como presidente del mismo, declaró perfectamente acorde al marco jurídico esa Ley por las presiones que recibían sus miembros, como confesó Alfonso Guerra. En “la democracia liberal europea” de España es constitucional que un delito tenga una pena distinta en función del sexo —la autodeterminación de género en este punto es el siguiente capítulo— del autor del crimen.
El fracaso de las políticas falsamente llamadas de Igualdad puede vislumbrarse en muchos aspectos, como el incremento de los crímenes contra las mujeres desde que se dedican enormes cantidades del Presupuesto. El Ministerio de Igualdad no dedica un sólo euro a investigar aquellos condicionantes sociológicos derivados de las relaciones personales y la convivencia intrafamiliar que pudiesen ayudar a evitar y castigar de forma más certera a los monstruos que matan a sus hijos. Tampoco estudian el origen de los agresores, siendo sus víctimas datos incómodos inexplicables. El presupuesto de Igualdad es una enorme tubería extractiva de recursos públicos dirigida al entorno del proyecto ideológico de género.
Hay más crímenes de niños a manos de sus madres que de sus padres, pero para entender esto tendrían que estudiar algo de psicología
Las “periodistas activistas de profesión feminista” han mostrado el hedor que supura el falso discurso que las mantiene en la silla de una tertulia. Han intentado justificar las causas de este crimen -un caso aislado, afirmaban- ignorando que hay más crímenes de niños a manos de sus madres que de sus padres, pero para entender esto tendrían que estudiar algo de psicología. Viven de difundir que los crímenes contra las mujeres se deben a un comportamiento sistemático que tiene su origen en la biología masculina, y que por tanto la condición de víctima y de inocente es inalterable a la biología femenina, salvo que se aplique la Ley trans.
Se exculpa así a mujeres que cometen atrocidades con sus hijos y sus ex parejas, como Juana Rivas. Nos convierten a todas en sospechosas y a todos ellos en víctimas ante una situación de injusticia en la que se desprecian las pruebas. Un manto cálido sobre el que pueden camuflarse los hombres que verdaderamente sean monstruos. Nos dejan indefensas ante la creciente incredulidad de la sociedad, en la que la misoginia encuentra un buen caldo de cultivo en una Ley que condena a hombres, mujeres y niños a vivir una situación de maltrato, ante la inocencia e impunidad de su monstruo, que tiene la condición de víctima aunque sea la agresora.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación