A la tercera va la vencida. Porque Pablo Iglesias se ha presentado en tres ocasiones a un concurso para conseguir una plaza de profesor asociado en la Universidad Complutense y lo ha conseguido. Vuelve a sus orígenes, a Somosaguas, al laboratorio del que salió ese trabajo de fin de curso llamado Podemos. Ahora trabajará con sus amigos Juan Carlos Monedero y Carolina Bescansa.
La pena de su victoria, su pena, es que no ha conseguido más que un contrato temporal puesto que se trata de una sustitución motivada por una baja. Cuando se reincorpore el profesor al que sustituye, lo lógico y lo posible es que el líder de Podemos, quiéralo o no, llueva o salga el sol, deberá volver a presentarse a un examen, en el caso de que persista en su empeño de incorporarse a la Complutense como profesor.
Iglesias está descubriendo, a estas alturas, lo que es la universidad. Un señor que 'no viene llorado de casa' (diría Irene) porque tuvo una pataleta pública la segunda vez que le dijeron que “no” y cargó contra los miembros del tribunal. ¡Bienvenido sea a la vida del ciudadano de a pie! Que es sufrir, esforzarse, trabajar y pelear por una plaza. Ha descubierto que no es más que uno más.
Cayó sobre sus hombros la carga de la vicepresidencia del Gobierno de España y del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 durante un año y casi tres meses. Había que madrugar
Un quehacer temporal es lo mejor que le podía haber pasado. El exvicepresidente del Gobierno se aburre en los trabajos y va saltando de uno a otro como si fuera una ardilla, que no rata, que recorre El Retiro sin pisar el suelo. Su compromiso es nulo porque se basa en apetencias de poder. Con España, su patria, ni está ni se le espera. Como eurodiputado demostró su espíritu impaciente. No estuvo ni un año y medio en el escaño de Bruselas representantdo los intereses de España, un suponer. Luego, cayó sobre sus hombros la carga de la vicepresidencia del Gobierno de España y del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 durante un año y casi tres meses. Había que madrugar. Cumplir agenda. Demasiado.
Se ha empecinado en ser profesor asociado porque le permite estar y no estar en la universidad, ser el perejil de todas las salsas, salir en la tele, ir a las radios, hacer su podcast y teleridigir Podemos. Y ¿para qué engañarnos? Es una plaza que le permite pulular y tener otras fuentes de ingresos. Evita así que le ocurra como a su antiguo amigo y desaparecido Iñigo Errejón (¿qué es de él? ¿Sigue de diputado?) que protagonizó un escándalo de corrupción cuando su beca en la Universidad de Málaga. Parece, da la impresión, es muy posible que, en realidad, lo que no le guste a Iglesias sea trabajar.
Iglesias sabe que, a la que se descuide, la astuta gallega le roba la merienda, que son los escaños de sus amigos y el pan de sus hijos, nunca mejor dicho
Él, que nos prohibiría disfrutar de los toros sin contemplaciones, hizo el gesto de cortarse la coleta como metáfora de su retirada de la política. Nada. Estaba de guasa. Mantiene sus reales en la cúspide de Podemos, partido en el que se produce un singular efecto: cae en las encuestas y se evaporan sus dirigentes. Yolanda Díaz, titular de Empleo y líder de Sumar, es su último fiambre. Iglesias sabe que, a la que se descuide, la astuta gallega le roba la merienda, que son los escaños de sus amigos y el pan de sus hijos, nunca mejor dicho.
Con la que no se atreve Yo-yo-yolanda es con la titular del Ministerio de Igualdad, que celebra su cumple con tarta y amiguitas en su lugar de trabajo. Irene Montero concede grandes titulares mientras Sánchez no dice ni mu ya sea cuando viaja con sus compañeras de trabajo y amigas a Nueva York en el Falcon oficial o cuando se explaya en emitir atrocidades sobre la vida sexual de los niños o la prisión de los pederastas.
Pablo Iglesias se ha desperezado de su tradicional galbana para salir en defensa de su pareja, precisamente con el lío de la ley del sí es sí, una aberración legislativa que se ha convertido en un monstruo jurídico. Pablo e Irene, los Kirchner penibéticos, la pareja que siempre soñó con desplazar al PSOE en el espacio de la izquierda española.
Los del tanto monta, monta tanto, Irene como Pablo, se consideran elegidos y agraciados con un don que les permite hacer lo que les dé la gana siempre en todo lugar y bajo cualquier circunstancia. Podemos no es más que la excusa y, con perdón, sus votantes cumplen con el papel del tonto útil que todo caudillo leninista necesita para ejecutar sus planes. A la pareja de de Galapagar les da igual que sus decisiones se transformen en bienestar para 'la gente'. Desde hace tiempo ya son lo que tanto detestaban, una nueva casta. Mientras tanto, Pedro Sánchez consiente, calla y, quizás, prepara taimadamente la bota con la que les propinará la patada.
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