Opinión

En la muerte de Félix Millet

La burguesía hacía cola para que los recibiera. Quien estuvo al frente del Palau ha muerto a los 87 años

Y condenado a nueve años y ocho meses por delitos de malversación, apropiación indebida, tráfico de influencias, blanqueo de capitales y delito contra la Hacienda Pública. Es uno de los poquísimos casos de aquellos años dorados pujolistas donde hemos visto un resultado positivo desde el punto de vista judicial. Porque Millet era caza mayor, lo que en mi tierra llamamos una Patum, un pez gordo, un tipo que podía hacer y deshacer a su antojo. Fue tan grande el escándalo de aquella fundación Orfeó Català-Palau de la Música y tan evidente el desvío de fondos hacia Convergencia que ni toda la omertá catalana pudo silenciarlo.

En la sentencia se le acusó de haber robado veintitrés millones de euros del Palau. La misma Convergencia que ahora quiere rehabilitarse, como ayer mismo les explicaba, era la que entonces recibía millones para su financiación de manera ilícita y sistemática a través de su fundación.

Eran buenos tiempos para la familia Pujol, para los Prenafeta, los Macià Alavedra y Félix Millet. La dorada corrupción era el pan nuestro de cada día y no era extraño ver a lujosos automóviles estacionados delante de restaurantes de postín como el Vía Véneto o el Botafumeiro donde los propietarios de estos se daban copiosos banquetes mientras cerraban sus negocios turbios. Todo por Cataluña, claro está. Me ha llamado poderosamente la atención que los medios pagados por el separatismo – en Cataluña casi todos – se hayan referido a Millet en sus obituarios respectivos como “empresario”.

Qué fácil ha sido ser empresario durante todos estos años en Cataluña. Bastaba con saber a qué despacho oficial debías dirigirte, pagar y ya tenías tu capital hecho

Y no van desencaminados, porque todos estos prohombres convergentes que hicieron fortuna bajo el ala de Pujol, el evasor de capitales, se consideraban a sí mismos como tales. El negocio consistía en trapichear, robar a las instituciones, repartir contratos a los amigachos mientras se tenía acogotada a una sociedad que no sabía distinguir una señera de un chorizo ni un partido decente de Convergencia. Qué fácil ha sido ser empresario durante todos estos años en Cataluña. Bastaba con saber a qué despacho oficial debías dirigirte, pagar y ya tenías tu capital hecho. El caso Palau, reconvertido en Millet porque los dirigentes de la institución querían limpiar su nombre – mientras duró la broma nadie dijo ni pío -, debería llamarse el caso Convergencia. Porque lo fue.

Hoy he podido escuchar en un televisión basura al servicio del separatismo a un piernas decir que bueno, lo de Millet estuvo mal pero que la culpa era de Don Juan Carlos porque ese sí que robaba y claro, cuando roba el jefe… Hay que tenerlos cuadraos para decir eso sin que se te caiga la cara de vergüenza. En primer lugar porque el anterior rey no se llevó ni un duro público, ni está acusado ni mucho menos condenado y, ya que se ponen tan estupendos, uno no entiende como pueden decir que si roba el jefe todo está permitido cuando es archisabido que a estos lazis la monarquía les parece abominable. Igual lo que pretendía decir el quídam en cuestión es que como los Pujol robaban, presuntamente, claro, todos creyeron que ancha es Castilla, uy, perdón, Cataluña.

Y dentro de unos años, no lo duden, se le reivindicará como un buen patriota catalán igual que se hace ahora con Pujol padre

El coste que esa rapacidad haya supuesto para la imagen de una institución secular como es el Palau les da igual. Y si poco o nada se ha hablado de este asunto, que conllevó la condena a Convergencia por corrupción, ahora que Millet ha muerto el tema se extinguirá por completo. Y dentro de unos años, no lo duden, se le reivindicará como un buen patriota catalán igual que se hace ahora con Pujol padre. Como dijo una vez un lazi exaltado, si nos han de robar al menos que sean los nuestros. Volem lladres catalans!, gritó el sinsonte. Hasta ahí llega la ceguera y el odio en este rincón de España dejado de la mano de Dios. En fin, Millet, que Dios le perdone y nos perdone a todos porque es el único que puede hacerlo. Yo no.

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