Una cabeza de cerdo sobrevoló este lunes por la noche una calle de Barcelona. La casquería porcina fue lanzada por un CDR en dirección a un mosso d'esquadra, en protesta por la inhabilitación de Quim Torra. Si Kubrick siguiera en el reino de los vivos, quizá hubiera tomado la metáfora como referencia para su siguiente película, aunque en este caso no podría hablarse de evolución, como cuando el troglodita de 2001: Odisea del espacio proyectó el hueso hacia el cielo. Más bien, se retrataría la decadencia de un país que sufre estos días los peores síntomas de su larga y destructiva enfermedad.
Porque el independentismo catalán se activaba este lunes tras varios meses de latencia y completaba la tormenta perfecta que vive estos días la política española. La misma que se encargó de dar el abrazo del oso a un país que aspiró un día con la modernidad y que ha sido víctima de la voracidad de los partidos, del charlatanismo y la inoperancia del poder económico; y de la levedad de la ciudadanía, que hasta en los momentos más complicados ha demostrado su querencia por el dolce far niente.
En esta fórmula también habría que incluir a los medios de comunicación, especialistas en pegar ladridos a sueldo. Veía el otro día la película Vice, sobre Dick Cheney. Hay un momento en el que Donald Rumsfeld -que llevaba varios años fuera de la Casa Blanca- arremete contra un rival y Cheney le corrige. “Señor Rumsfeld, ahora ya no hace falta la confrontación. Ahora optamos por la diplomacia. Para bajar al barro ya están nuestras radios y nuestras televisiones. La Fox”.
La refriega política y la estrategia partidista lleva día a día a muchos españoles al matadero.
Ésa es exactamente la labor que realizan estas empresas en España, donde resulta imposible escribir sin sentirse como el soldado que participa en una batalla desde la primera línea de fuego. ¿Cómo cualquier periodista puede posicionarse en el patético tira y afloja entre el Gobierno y la Comunidad de Madrid? Evidentemente, quien lo hace es por sus manías o por el dinero. Mucho más por lo segundo, pues lo primero suele corregirse con la generosidad de los de siempre.
Cómplices del desastre
La realidad es que la refriega política y la estrategia partidista lleva día a día a muchos españoles al matadero. Medio año después de la aparición de la covid en España, se puede decir que la impresentable actitud de los dirigentes es la causa directa de la muerte de cientos de ciudadanos. Porque detrás de las rimbombantes comparecencias de Fernando Simón, de portavoces y consejeros se encuentran realidades como la relativa al colapso de la atención primaria. Llame usted a cualquier centro de salud y trate de hablar con algún médico. O acuda en persona e inténtelo. Es imposible.
Mientras tanto, las intervenciones quirúrgicas se aplazan y los resultados de las PCR de los casos sospechosos llegan casi al final de la cuarentena, lo que a más de uno, de dos y de tres les ha puesto en un aprieto en sus trabajos. Dijeron los expertos epidemiólogos que había que realizar más pruebas y contratar a muchos más rastreadores para evitar la expansión de la enfermedad.
También había que extremar las precauciones para abrir el sector del ocio, pues es estúpido afirmar que los focos se registran en las reuniones familiares, pero callar sobre lo que ocurre en los bares y restaurantes. Todo se ha hecho al revés. Todo se ha hecho mal y los partidos y sus lacayos mediáticos no hacen más que trasladar mensajes contradictorios, cuando no rotundamente falsos. ¿En qué se han gastado los fondos que se iban a destinar a la lucha contra la pandemia?
Quizá el pasado marzo podía llegar a decirse que el virus era una nueva amenaza que había pillado desprevenidos al sistema sanitario y a las autoridades; y que, en ese contexto, los errores podían llegar a ser comprensibles. El problema es que el argumento ya no sirve, pues la sensación es que el Gobierno y las comunidades autónomas han perdido el tiempo, tanto por su inoperancia como por supercherias como aquella que decía que “el calor mata al coronavirus”. La economía española es actualmente un desastre y los ciudadanos han vuelto a morir por decenas cada día, pues la situación se encuentra fuera de control. Para colmo, el nocivo y descerebrado independentismo se ha reactivado.
Desde luego, ahora sí se puede afirmar que estos dirigentes son los responsables de muchas muertes. Que la afirmación caiga a plomo sobre su conciencia.
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