Opinión

El mundo, el demonio y la carne

En una cena de antiguos amigos de la infancia a la que asistí el pasado viernes, uno de los asistentes nos sorprendió declarándose vegano, y más aún al justificarlo de modo irónico, manifestando que él seguía recordando que en clase

  • El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, durante la declaración institucional que ha realizado en el Complejo de la Moncloa este lunes. -

En una cena de antiguos amigos de la infancia a la que asistí el pasado viernes, uno de los asistentes nos sorprendió declarándose vegano, y más aún al justificarlo de modo irónico, manifestando que él seguía recordando que en clase de Religión le enseñaron que la carne era uno de los tres enemigos del hombre. Por eso no ingería alimentos animales. Tras la risotada, alguien le siguió la broma recordándole que otro de los enemigos era el mundo por lo que, deducía, el declarado vegano tampoco leería nunca el diario publicado por Unidad Editorial. Finalmente, un tercer asistente recordó que, junto al mundo y la carne, el tercer y último enemigo del hombre es el demonio y lanzó una pregunta al aire ¿Quién es hoy para vosotros el demonio? La respuesta fue unánime y vino a revelarme que la extensión del rechazo social a Pedro Sánchez es incluso superior a la que es posible imaginar.

Recordaron que por mantenerse en su poltrona había hecho todas las concesiones necesarias a los extremistas, a los independentistas y a los herederos políticos del terrorismo

A partir de entonces se inició un turno general en el que cada uno fue expresando el principal motivo que le impulsaba a utilizar su voto del 23 de julio para que se produjera un relevo en la presidencia del Gobierno. Fueron varios los que señalaron que era el récord de mentiras alcanzado por Sánchez, lo que les impulsaba a desear su derrota. Ciertamente, el reciente inventario hecho público por Carlos Alsina les ahorró la tarea de recordarnos todas y cada una de las veces en las que Sánchez ha mentido a la sociedad española, haciéndose acreedor a su fulminante expulsión de la casa en la que habita.

Otro grupo de asistentes, sin dejar de mostrar su cabreo por haber sido engañados tantas veces por el presidente del Gobierno, se afanaron en explicar que Sánchez no debía seguir presidiendo el Gobierno por los peligros que ello conlleva para España. Recordaron que en esta legislatura, y por mantenerse en su poltrona, había hecho todas las concesiones necesarias a los extremistas de izquierda, a los independentistas golpistas y a los herederos políticos del terrorismo. Y pronosticaron que su actuación en la próxima legislatura sería similar con el agravante de que la frontera de la concesión avanzaba cada vez más, apoyando su pronóstico en la futura exigencia de un referéndum de autodeterminación en Cataluña que ya ha sido anunciada por ERC y que contaría con el seguro apoyo -ya anunciado- de buena parte de las fuerzas agrupadas en Sumar. Es el caso de los comunes de Ada Colau, Izquierda Unida, Podemos… Sin el voto de los anteriores, es imposible que Sánchez logre su objetivo de permanecer en La Moncloa de manera que, concluían, España se la juega el 23 de julio.

En el cálculo del IPC se da menos peso a los precios de la alimentación -antes, el 22,6%; ahora, el 19,6%- y de la vivienda -antes, 14,2%, ahora, 12,9%-, por lo que ese descenso reflejado en el índice oficial de la inflación sea escandalosamente artificial

Por último, un tercer grupo de asistentes optaron por basar su deseo de la derrota de Sánchez en motivos más prosaicos, los económicos. Combatieron primero el triunfalismo del Gobierno afirmando que en buena medida responde al maquillaje estadístico. Junto al ya consabido fraude oficial en las cifras de empleo por el efecto de los fijos discontinuos, por el testimonio de uno de los asistentes, que es funcionario del INE, pudimos enterarnos que el dato oficial del descenso de la inflación también está debidamente cocinado por el Gobierno. Nos explicó que, desde el 1 de enero, en el cálculo de la evolución del IPC se da menos peso a los precios de la alimentación -antes, el 22,6%; ahora, el 19,6%- y de la vivienda -antes, 14,2%, ahora, 12,9%-, cambios que han provocado que el descenso reflejado por el índice oficial de la inflación sea escandalosamente artificial. No dábamos crédito a lo que escuchábamos. Se le preguntó: ¿De manera que como está subiendo sideralmente el precio de los alimentos, el Gobierno ha decidido reducir su ponderación en el IPC para que la inflación oficial no suba tanto? Así es, respondió, y exactamente igual con el precio de la vivienda ¡Pero son unos golfos! fue el clamor general. Pues eso. Siguió el estadístico criticando el triunfalismo con el que nos venden el actual crecimiento económico de España ¿Os imagináis un atleta que llega el último a la meta, pero al ser enfocado por las cámaras realiza un sprint para la galería? Pues ése es el Gobierno que, tras su “logro” de llevar a España a ser el último país de la UE que ha alcanzado su nivel de PIB prepandémico, presume ahora de la previsión de crecimiento del 2,3% para este año. Sucede que cuando el Gobierno presentó los Fondos Europeos anunció que, por sí solos, supondrían un aumento anual del 2% del PIB. Haced las cuentas, nos dijo, ¿Cuánto crecimiento se debe entonces al tándem Sánchez-Calviño? Un exiguo 0,3%. Ese, y no otro, es el resultado de su acción de Gobierno, aunque nos vendan lo que nos quieran vender. Además de haber provocado que, por el brutal endeudamiento al que han conducido a España, cada español vaya a sufrir en 2.023 el pago de 1.000 euros por los intereses de la deuda ¡Mil euros por cabeza!

A propuesta de un asistente, el debate se trasladó desde la macro a la micro. Y ahí, al narrar cada uno su propia situación y experiencia, el panorama se ensombreció aún más. Uno era un agricultor que se quejaba de cómo los postulados de la Ley Planas en orden a evitar la venta a pérdidas de sus productos eran ciencia ficción y de que la supresión del Plan Hidrológico había supuesto que su explotación agraria quedara inerte frente a la sequía. Otro declaró ser un parado de larga duración que llevaba diez meses guerreando con la burocracia estatal sin conseguir que se le reconociera el derecho a percibir el Ingreso Mínimo Vital. Un tercero manifestó que sus dos hijos tenían suscritos sendos contratos fijos discontinuos con dos empresas distintas, pero ambos llevaban meses en su casa esperando acceder a un puesto de trabajo real. Un cuarto nos expuso que él era autónomo y que sufría un trato fiscal devastador, pues tras pagar los impuestos y las cuotas sociales, sus ingresos netos eran inferiores al salario mínimo interprofesional. Un quinto, ganadero, nos relató que el cumplimiento de todos los nuevos controles y requisitos que se le imponían unido al aumento de sus costes, le obligaba a cerrar su explotación. Un sexto, residente en Valencia, narró que acababan de fallecer sus padres y que, para pagar el Impuesto sobre Sucesiones, había tenido que malvender a toda prisa la vivienda heredada en la que había nacido y se había criado. Un séptimo compartió con nosotros el calvario que había sufrido soportando una inspección tributaria de la AEAT. Según expuso, las huestes de M.J. Montero le habían practicado una liquidación irreal y abusiva que, evidentemente, no pudo pagar, por lo que le habían embargado la vivienda familiar y una parte de su sueldo. Al cabo de cuatro años, acababa de ganar el caso en los Tribunales, pero describía con amargura el calvario que le habían supuesto estos cuatro años sufriendo las consecuencias de una decisión administrativa ilegal. El último interviniente confesó que había realizado unos sencillos cálculos por los que había descubierto que la decisión de Sánchez y M.J. Montero de no deflactar el IRPF le había supuesto una subida del 12%

Al final de la cena todos estábamos de acuerdo. No había duda, junto al mundo y la carne, fueran estos los que fueran, el tercer enemigo del hombre -español- era Sánchez. Teníamos que aprovechar la oportunidad que se nos presenta el 23 de julio para quitárnoslo de encima.

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