Opinión

El mundo digital: entre la liberación y la alienación

Hoy deberíamos estar advertidos de que la tecnología nunca es inocente y de que el poder siempre la usa para abusar de los demás

Smartphone.

Las variadas concepciones del término alienación comparten una misma esencia: que algo ajeno al individuo ejerce una influencia excesiva dentro de él. No suele considerarse una patología, tal vez porque está muy extendida. Quien la padece no es nunca consciente de ello, pero un observador externo, con un mínimo de capacidad analítica, detecta que el alienado emplea discursos que son de otro y mantiene comportamientos inducidos por otro.

Algunos sociólogos diferencian la alienación subjetiva que se refiere a la mentalidad o a la ideología que controla su mente, de la alienación objetiva producida por el trabajo al servicio de la empresa. En este caso, como pensaba Marx, es el individuo el que enajena una parte importante de sí mismo a cambio de subsistir. Si las condiciones de esa alienación laboral son abusivas e injustas, cabe hablar perfectamente de esclavitud. Por eso, la alienación subjetiva no tiene por qué coincidir con la alienación objetiva.

En esta tercera década del siglo XXI se están produciendo muy rápidos y muy dramáticos procesos de disolución de la Civilización Occidental. Tales desfiguraciones tienen lugar, en gran medida, en la trivialización de la comunicación cada vez más dominada por procesamientos digitales. En realidad, hay una lucha feroz entre quienes usan las tecnologías digitales para luchar contra la alienación empobrecedora y estupidizante y quienes las usan para dar cumplimiento a los designios totalitarios de la Cuarta Revolución Industrial del Fondo Económico Mundial. Revolución constituida por los delirios de los ricachos que se reúnen en el Foro de Davos y por la agenda 2030 que la ONU acaba de maquillar con más y más inquietantes cosas. A saber: Pacto para el Futuro, Pacto Mundial Digital y la Declaración sobre las Generaciones Futuras. Todo indica que están diseñando nuevas formas de explotación humana a través del control digital de la vida.

Entre la gente que sabe de márquetin digital circula una frase desde hace tiempo que dice: “cuando una empresa te ofrece o te da algo gratis es que el producto eres tú”. Si leemos con atención lo que dice Klaus Schaub acerca de su fascinación por dominar masas de transhumanos, entendemos que esa frase coloquial adquiere una inquietante densidad. La profesora de Harvard Shoshana Zuboff ha acuñado la expresión “capitalismo de la vigilancia”. Su libro La era del capitalismo de la vigilancia. La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder (2020) es ya imprescindible para entender el alto nivel de alienación que nuestra conciencia ignora. En una entrevista desgrana lo más relevante de sus indagaciones y preocupaciones.

Cada vez hay más evidencias de que la digitalización ha generado ya una caída notable en la adquisición de saberes entre los estudiantes y es que el aumento de la ignorancia es en realidad el objetivo de los planes totalitarios

Se entiende cada vez mejor por qué la Universidad ha sido desactivada. Debiera ser el espacio de pensamiento y creación capaz de defender la dignidad humana frente a la alienación digital, vía censura y autocensura, que se ha infiltrado en las mentes y en las costumbres de varias generaciones. Que el rector Goyache se declare rodeado de “cuñaos” da idea perfecta de cómo se ha renunciado al argumento para dejarse mecer por la fantasía totalitaria de lo sostenible en la cátedra Begoña. ¿Saben ustedes cuáles son las obsesiones de las mentes progres que se han adueñado de la Universidad en relación con lo digital?: ver si los profesores y los estudiantes tienen “competencias mediáticas digitales”, lo que quiere decir que desean fomentar la digitalización a favor de las grandes tecnológicas al margen de las necesidades de una buena enseñanza. Cada vez hay más evidencias de que la digitalización ha generado ya una caída notable en la adquisición de saberes entre los estudiantes y es que el aumento de la ignorancia es en realidad el objetivo de los planes totalitarios.

Todos los totalitarismos necesitan cancelar la verdad y cancelar lo real. Lo digital se vende como una representación manejable de la realidad que quieren construir gobiernos y tecnológicas, incluidas las farmacéuticas, la industria bélica y la banca. Se trata de una realidad inventada para una alienación eficaz. Pero lo real sigue ahí, al acecho y nunca hace caso a las ideologías. Estas, tarde o temprano, revientan en lo real de la mezquindad, la estupidez, la soberbia, la injusticia, el dolor y la muerte.

Hoy está en juego, tras el brillo tecnológico, lo que escribió Hannah Arendt sobre el juicio contra Adolf Eichmann al que asistió en Jerusalén en 1961. Ella decía que “los jueces no abordaron la mayor dificultad moral, e incluso jurídica, del caso. Presumieron que el acusado, como toda «persona normal», tuvo que tener conciencia de la naturaleza criminal de sus actos, y Eichmann era normal, tanto más cuanto que «no constituía una excepción en el régimen nazi». Sin embargo, en las circunstancias imperantes en el Tercer Reich, tan solo los seres «excepcionales» podían reaccionar «normalmente». Esta simplísima verdad planteó a los jueces un dilema que no podían resolver, ni tampoco soslayar.” Quien mandó a miles de judíos a la muerte ni siquiera había leído Mein Kampf.

La ratonera digital

Hay varias generaciones a las que no les importa haber perdido la privacidad de sus comunicaciones. Han normalizado la merma de dignidad y de responsabilidad sin necesidad de ser llevados a campos de concentración pues lo digital nos ha sido impuesto por nuestro propio entorno cercano. Por cierto, que Arendt también fue muy crítica con los judíos que colaboraron con los nazis. En esa estela de banalización del mal, que ella definió, hoy deberíamos estar advertidos de que la tecnología nunca es inocente y de que el poder siempre la usa para abusar de los demás. Hipótesis: lo digital hace de argamasa del oxímoron alienante chino: comunismo capitalista.

El control totalitario es real en la identidad digital, la eliminación del dinero físico, el encarcelamiento de quienes denuncian la invasión islámica, las multas por pasar la frontera de ZBE, o el carnet de vacunación. Organismos supranacionales, estados y empresas tecnológicas forjan, en monstruosa alianza, una ratonera tan digital como real. Para los poderosos, lo digital es la mejor herramienta de intervención en el mundo actual. Google y Microsoft apoyan a Kamala y ella quiere limitar la libertad de expresión.

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