Opinión

Mundos paralelos donde odiar no es delito

La gente que no está profundamente trastornada, cuando odia algo simplemente lo aleja de su vida. Esto lo sabrías si sacaras la cabeza de ese mundo contaminado y prestaras atención al otro mundo paralelo.

Hace tiempo que observo que vivimos entre dos mundos paralelos. Uno es, además, para lelos. Aún así no puedo evitar caer en la tentación de visitar este último de vez en cuando, porque disfruto viendo la frustración de los que se pintan a sí mismos como vencedores y estandartes mundiales de la superioridad moral y del buen hacer. Esa frustración solo la puedes ver desde el ángulo que te da la coherencia y cuando tienes la perspectiva que te otorga la indiferencia política, aunque la visión he de decir que mejora enormemente cuando te han echado varias veces de ese mundo para lelos, que se oculta en Internet y en las redes sociales.

Y no me entendáis mal con lo de la indiferencia política, no es que me dé igual todo, eso solo pasa cuando a uno le van bien las cosas, pero hace mucho tiempo que en este país las cosas solo les van bien a unos pocos, a costa de todos los demás. Mi indiferencia política se debe a mi nula atracción por ningún partido y que no tengo interés especial en que ganen los unos o tengan razón aquellos. Eso no quita que cuando me robas el pan, me quitas la leña y pretendes que encima te aplauda, te desprecie profundamente, no solo por hacerme pasar penurias, sino también por pensar que soy idiota. Si hay algo que me repatea tanto como pasar frío y hambre, es que me tomen por tonta.

Ofenderse es requisito indispensable para victimizarse y así poder señalarte después, acosarte, insultarte e incluso exigir que te despidan del trabajo

En ese mundo del que os hablo, nada más entrar ya te das cuenta de que algo raro pasa: todo es cultura woke, (es que ahora a cualquier cosa le llaman cultura), y los progres corretean por todos los lados, ofendiéndose sin parar por cosas tan graves como que no te hayas referido a ellos por el pronombre con el que se auto perciben. Ofenderse es requisito indispensable para victimizarse y así poder señalarte después, acosarte, insultarte e incluso exigir que te despidan del trabajo, por tu discurso de odio.

Aclaremos esto: si tú te ves como una mujer, como un ente asexual no binario pangénero fluido de género disidente e identidad trigénero y transgénero o como un unicornio rosa con alas azules que orina purpurina y yo no te veo así, no me hables de discurso de odio. No compartir la visión que tú tienes de ti mismo y del mundo no implica que te odie a ti o a ese mundo, aunque tampoco lo excluye. No puedes saber si odio o no, solo por no estar de acuerdo contigo, pero se olvida un detallito siempre con estas cuestiones y por mucho que los progres os esforcéis en hacer creer lo contrario: odiar no es delito ni amar es obligatorio. Hasta las monjas de clausura de la edad media eran más libres que vosotros.

Odiar es un sentimiento igual que lo es amar. Solo una mente pequeña creería que puede impedir a los demás que amen o que odien lo que su cuerpo les pida o imponerles lo que tienen que odiar o amar. Son sentimientos viscerales que se escapan de toda lógica y voluntad, y eso bien lo sabemos los que nos hemos empeñado en dejar de amar a alguien alguna vez, porque no nos hacía bien, intentando odiarlo. No funciona así.

Bienvenidos al ángulo de la coherencia, donde cada cual es libre de odiar lo que le dé la gana: la tortilla con cebolla, los hombres, las mujeres, los niños, los abuelos, los blancos, los negros, los amarillos, los rosaditos

Lo que es un delito es la incitación al odio sobre determinadas cuestiones. Hay una gran diferencia entre decir que odio a los perros, que no me gustan, que si salgo a la calle y me cruzo con un perro me da miedo, que no los quiero cerca de mí, a decir: “no me gustan los perros y hay que exterminarlos a todos, acabar con todos los perros, que no quede ni uno”. A ambas cosas le llamáis delito o discurso de odio, pero lo cierto es que sois vosotros, los progres y los del discursito woke, los que os comportáis como el segundo ejemplo, que es verdaderamente el de la incitación al odio. Bienvenidos al ángulo de la coherencia, donde cada cual es libre de odiar lo que le dé la gana: la tortilla con cebolla, los hombres, las mujeres, los niños, los abuelos, los blancos, los negros, los amarillos, los rosaditos, los de aquí, los de allá, los que comen carne, los que comen quinoa, las sábanas que hacen pelotillas, los que se acuestan con tal, los que follan, los que hacen el amor, los que no se comen un colín, las aceitunas rellenas de anchoa o incluso el brócoli.

Puedo entender que no te guste que te odie, pero como yo no voy a ir a tu casa a matarte a ti y a toda tu familia, como tantas y tantas veces me habéis dicho a mí en Twitter, puedes dormir tranquilo: la gente que no está profundamente trastornada, cuando odia algo simplemente lo aleja de su vida. Esto lo sabrías si sacaras la cabeza de ese mundo contaminado y prestaras atención al otro mundo paralelo.

He donado parte de mi sueldo a Pablo Iglesias para que monte su canal de televisión para luchar contra el fascismo, aunque hacer un canal en YouTube es gratis y el pobre solo gana quince veces más que yo

En este otro mundo, jamás he escuchado decir: “Voy al colegio a recoger a les niñes”, “otra ronda de cervezas para todes”, “he donado parte de mi sueldo a Pablo Iglesias para que monte su canal de televisión para luchar contra el fascismo, aunque hacer un canal en YouTube es gratis y el pobre solo gana quince veces más que yo” , “tienes que reconocer que es maravilloso para el pueblo que una cajera haya llegado a ser ministra, y no me digas que está ahí por haber echado unos polvos mágicos, como si del mejor mago se tratara, porque me enfado mucho si insinúas que el puesto no es por méritos propios, aunque dentro de cinco minutos te voy a decir que la meritocracia no existe y por eso a mis treinta y pico años vivo con mis padres y no trabajo”, etc., etc. Lo sé, es para hacer estallar la cabeza de cualquier persona medio normal.

Lo que escucho es gente que no sabe si podrá poner la calefacción este invierno y que está harta de ver cómo este gobierno despilfarra dinero en estupideces, mientras le miente y le asfixia con impuestos.

Entiendo vuestra frustración, porque no podéis callar ni censurar al mundo que no es un espejismo de lo que pasa en la vida, sino que es donde la vida pasa. Se huele vuestro miedo. El mundo no es vuestro. No sois tantos. Solo tenéis una pequeña parte de un mundo paralelo y para lelos y al resto ya nos habéis hartado.

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