En España, en el primer semestre de este año se registró la cifra más baja de nacimientos de la serie histórica que comenzó a elaborarse en 1941. Desgraciadamente, se confirma la tendencia que se inició a principios de la década de los ochenta en la que la tasa de fecundidad comenzó a situarse por debajo de la de reemplazo demográfico (2,1 hijos). Si bien esta evolución es común a todas las economías avanzadas, la tasa de fecundidad de nuestro país (1,3 hijos) es la segunda más baja de los países de la OCDE (1,7 hijos en media), y significativamente inferior a la de países de la UE como Francia (1,9) y Suecia (1,8).
Esta realidad confirma no solo el envejecimiento de la población española, sino también la falta de voluntad y consenso para adoptar medidas de política económica que permitan revertir este patrón demográfico. Impulsar la natalidad en nuestro país requiere reformas que permitan reducir la dualidad del mercado de trabajo, mejorar la empleabilidad de los jóvenes y aumentar la participación laboral de la mujer. Al mismo tiempo, es urgente garantizar un correcto equilibro intergeneracional del Estado de Bienestar en el que su principio básico no sea únicamente la sostenibilidad futura del sistema de pensiones, sino también la calidad del sistema educativo y el apoyo a las familias.
Ejemplo de Francia
En este esquema de política económica destacan los países nórdicos y Francia, siendo éste el único país de nuestro entorno que ha logrado desde 1994 recuperar su tasa de fecundidad, situándola en niveles próximos a los de reposición demográfica. Observando la experiencia de estas economías se extraen las siguientes conclusiones:
- Rediseñar y reducir los modelos de contratos, como ocurre en los países nórdicos, disminuye la dualidad del mercado laboral y la precariedad, facilitando que los jóvenes se independicen y puedan formar una unidad familiar a edad más temprana.
- La incorporación de la mujer al mundo laboral incrementa las tasas de fecundidad siempre que vaya acompañada de un adecuado sistema de permisos parentales y de medidas de conciliación de la vida familiar y laboral, adecuadamente repartidas entre hombres y mujeres.
- Paralelamente, impulsar la tasa de fecundidad también requiere un mayor apoyo fiscal a las familias, especialmente en los primeros años de infancia de los hijos.
España, al igual que ocurre en algunos países de la UE, tiene en este patrón demográfico uno de los mayores retos a medio y largo plazo. En 2050 el 35,1% de la población española tendrá más de 67 años, frente al 16,5% actual. De no revertirse esta evolución, el envejecimiento y la pérdida de población activa tendrán consecuencias negativas sobre el potencial de crecimiento económico y la sostenibilidad del gasto en pensiones y sanidad. A su vez, el envejecimiento de la población implica un cambio en los patrones de consumo, de ahorro e inversión, y en la capacidad de innovación y de generación de conocimientos.
Todas estas previsibles consecuencias no han sido tenidas en cuenta por el Gobierno al diseñar su proyecto de Presupuesto Generales del Estado, olvidando que contar con una población joven es esencial para mantener y garantizar la sostenibilidad del Estado de Bienestar. En su lugar, apuesta por elevar la presión fiscal a familias y empresas, lo que perjudicará el crecimiento económico, la calidad del empleo y la progresiva recuperación de la natalidad en España.
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