Opinión

Navidad cancelada

Que haya pequeñas caídas de la curva en Madrid o en Cataluña no debe animarnos bajar la guardia ni un segundo

Ahora hace un año que asistíamos a diferentes debates electorales de los candidatos para alcanzar La Moncloa; jamás ni Pedro Sánchez, ni la Administración que iba a encabezar, ni nadie tenía idea de la que nos iba a caer encima en pocos meses. Vox no se imaginaba con tanta presencia en el Congreso y Albert Rivera ya barajaba y pensaba qué iba a hacer con su vida si los resultados no eran buenos, aunque jamás los esperó tan nefastos.

Ahora, a todos, la vida nos ha dado un giro drástico. En meses nada volverá a acercarse a una normalidad necesaria para nuestra calidad de vida: para los escolares, los niños que quieren jugar en parques, los jóvenes que quieren ir de discoteca, los trabajadores que están saturados de trabajo y aquellos que esperan en casa a recibir alguna última paga para poder comer, nuestros ancianos, los que ya no salen a pasear por miedo y los que ven que no les visitan en las residencias. Pero, pese a tener los hospitales saturados, pese a las colas del hambre, pese al riesgo de contagio parece que nos negamos a tener una Navidad cancelada. En Barcelona se habla de fuegos artificiales, aunque ya se ha cancelado el tradicional y concurrido pesebre de la plaza Sant Jaume. En Málaga se habla de la iluminación de las calles -siempre espectacular-, y cada municipio a lo suyo, preparando sus particulares Navidades. 

La Administración debe ser estricta y aplicar todas las medidas que estén a su alcance acompañadas de ayudas a todos los afectados

Aún pensamos que va a ser posible celebrarla con normalidad, tirar la casa por la ventana con las compras de comida y regalos, reunirnos con nuestra familia de más de diez, llenar las calles en las ferias navideñas, pero este 2020 parece que va a ser el año de una Navidad cancelada. Como todo, como los no carnavales, el no Sant Jordi, la no Feria de Abril, todo. Todo ha ido cayendo como las piezas de dominó. Lo que no debe caer es la fuerza para seguir resistiendo con luces navideñas o sin ellas, no debe caer la responsabilidad colectiva.

Que al menos digan la verdad

Y aún suerte que lo podamos celebrar, sea la Nochebuena o la bienvenida al 2021, con seis miembros de nuestra familia, aunque sea con mascarilla y con las ventanas abiertas. Y aún suerte de que no estemos aislados en un hospital mientras pasa la vida ahí fuera. Y aún suerte de que podamos ver luces navideñas en algunas calles. Pero, que nadie nos engañe, que no salga Pedro Sánchez a maquillar la realidad, ni él, ni Illa ni Simón, ni Pere Aragonés o Alba Vergés, porque las restricciones y los encierros de hoy no van a permitir que disfrutemos de unas Navidades como las que hemos vivido hasta ahora, con tiendas abarrotadas, con calles repletas de gente en las ferias como la de Santa Llúcia en Barcelona, de churrerías como la de San Ginés en Madrid, con colas interminables, con los Reyes Magos que llegan por tierra, mar y aire. Es imprescindible que todos aquellos que tienen responsabilidad y se ponen frente a un micrófono sean rigurosos. Cuanto antes se acepte la realidad de hoy y de los próximos días y meses, antes lo superaremos.  

Este año vamos a tener que crear la ilusión en casa para los más pequeños, e iluminar más que nunca nuestros balcones -los que tengan la suerte de tenerlos- porque lo que nos espera es seguir siendo muy estrictos para frenar el virus. Que haya un pequeño repunte a la baja en Madrid o en Cataluña no debe permitirnos bajar la guardia ni un segundo. A muchos les va la vida, a muchos otros el trabajo, a otros tantos su salud mental, a los enfermos de no covid la atención que necesitan. La Administración debe ser estricta y aplicar todas las medidas que estén a su alcance acompañadas de ayudas a todos los afectados.   

Control en los aeropuertos

El mundo ha dado un vuelco y no podemos seguir resistiéndonos a cancelar nuestra vida normal, porque, para que vuelva a serlo, nos esperan meses de restricciones y de los poderes públicos, políticos incluidos, den la talla. No es fácil, pero aún hay muchas cosas por hacer y que no dependen estrictamente de cada individuo. Porque, si la clave principal es la de la no movilidad sin llegar a los confinamientos de marzo, no entiendo cómo no hay ningún control de nuestro espacio aéreo. Los aeropuertos aquí siguen operativos y pueden llegar personas de cualquier lugar sin ser sometidas a ningún tipo de control, ni PCR, ni test rápidos. Nada. Y como éste, hay muchos más ejemplos de falta de control y diligencia para frenar el coronavirus. Cuídense.

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