Opinión

La Navidad no es para progres

Tengo que reconocer que las Navidades son fechas difíciles para muchos, sobre todo cuando ya no
hay niños en casa y en la mesa quedan asientos vacíos. En esta época a mí me golpean los recuerdos
de una forma más dura que el resto del año. En mi

Tengo que reconocer que las Navidades son fechas difíciles para muchos, sobre todo cuando ya no
hay niños en casa y en la mesa quedan asientos vacíos. En esta época a mí me golpean los recuerdos
de una forma más dura que el resto del año. En mi cabeza escucho villancicos que salen de un
equipo de música y que invaden toda la casa, incluso reconozco el olor del chocolate caliente con
picatostes que me esperaba para desayunar el día de Navidad. Me veo sentada a la mesa con los que
ya no están y brindo con mi padre por Nochebuena, mientras las luces del árbol parpadean en una
esquina del salón.
Luego abro los ojos y no hay luces, ni música, ni brindis… Este año me ha resultado especialmente
complicado luchar contra todos los que me rodean y quieren sentirse tristes y abandonados en
Navidad. Aún así, tendrán regalos, no solo porque es la manera que tengo de decirles que no están
solos, que yo sigo aquí, sino también porque es el modo que encuentro de decirme a mí que no
puedo permitir que nadie me quite la ilusión de ser feliz y de disfrutar de cada día que la vida me
regala con los que más quiero.
Hace tiempo que se puso de moda criticar la Navidad y a sus muchos adeptos no les faltan motivos
para poder hacerlo: que si solo fomenta el consumismo, que si son unas fiestas hipócritas donde hay
que juntarse con familia que ni apetece solo porque es Navidad
, que si no soy creyente por qué
tengo que celebrar nada…

Esta gente, con tal de ser protagonista y llamar la atención, es capaz de apropiarse del nacimiento de un mesías en el que no cree y decirnos que era transexual


Por si fuera poco intentar hacer oídos sordos a todos los que se apuntan a esta moda tan amarga y
poco productiva, tenemos que aguantar ahora también las tontunas del pensamiento progre contra la
Navidad. Es agotador, además de ridículo porque, si no son creyentes, si no felicitan la Navidad
porque su deber para poder presumir de personas igualitarias e inclusivas es felicitar las fiestas, el
solsticio de invierno o la alineación de Júpiter con Saturno, qué narices hacen representando un
pesebre feminista donde San José y hasta el niño Jesús son niñas. Solo falta que nos quieran vender
también la versión vegana y cambien a la mula y el buey por una coliflor y una berenjena. Esta gente,
con tal de ser protagonista y llamar la atención, es capaz de apropiarse del nacimiento de un mesías
en el que no cree y decirnos que era transexual.
Se lo diré en su idioma a ver si así lo entienden: no, querides amigues, la Navidad no es para
progres. Hacéos a un lado.
Nos lo ponen muy difícil a los que queremos disfrutar del niño que aún llevamos dentro y que se
rebela a dejarse llevar por la amargura de unos y la tristeza de otros. A pesar de la insistencia de

todos ellos, la niña que vive dentro de mí se fascina con las luces en las calles de Madrid, sonríe
cuando le llega el olor a castañas asadas y se le antoja una docena, no quita cuidadosamente el papel
de celo para desenvolver los regalos, porque la paciencia no es una de sus virtudes, y le gusta que la
casa huela a roscón de reyes, a mazapán, a turrón y a mantecados, aunque no le guste mucho el
dulce.
La adulta ha aprendido a hacer galletas con forma de árbol navideño, solo porque a la niña le
hacen gracia y le emociona regalarlas a los vecinos.
Es complicado mantener viva a esa niña, pero si dejo que desaparezca, sé que muere con ella la
ilusión. Aunque duele pensar en los que ya no están, más me duele pensar en lo defraudados que se
sentirían si yo no fuera capaz de ser feliz, con todos los recuerdos maravillosos que me han dejado y
todo lo que me han enseñado. Y yo no sé cómo ser feliz sin ilusión.

Que os guardéis vuestra amargura para vosotros, que si os quejáis de que estas fiestas son hipócritas, no lo seáis vosotros


Puede que sea mucho pedir a los que parece que disfrutáis renegando de la Navidad, refunfuñando
de que hay que hacer regalos y reuniones y deseando que llegue ya el 8 de enero, que os
guardéis vuestra amargura para vosotros, que si os quejáis de que estas fiestas son hipócritas, no lo
seáis vosotros, si renegáis de que hay que juntarse por obligación “solo porque es Nochebuena o
Navidad”, recordéis que, en las reuniones familiares, lo más triste son las sillas vacías que aún se
pueden llenar, pero que no consiguen dar asiento a nadie.
Quizá sea demasiado pedir a los que no quieren creer, ilusionarse, disfrutar, querer o simplemente
sonreír, que no intenten contagiarnos a los demás de su virus tan particular de la tristeza, ya que
muchos ya combatimos como podemos con el nuestro. Tal vez sea mucho pedir a esas personas tan
inclusivas, igualitarias, feministas, ecosostenibles y egogilipollas, que respeten a los que no somos
ni queremos ser como ellos. Puede que sea pedirles demasiado que nos dejen vivir en paz y como
queramos, al menos, en Navidad.
Esta noche alzaré mi copa y, aunque echaré de menos brindar con mi padre, brindaré con mi madre
por todos vosotros, por seguir detrás de la pantalla leyéndome un año más y por los que vendrán y
lo que traerán.
Os deseo a todos y de corazón, porque creo en estos tiempos tan complicados necesitamos más que
nunca la ilusión por la vida y el amor de nuestros seres queridos, una muy feliz Navidad.

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