Las Navidades son las fiestas más amadas u odiadas por todos, quizá solo comparable a Halloween. Por alguna extraña razón que se escapa a mis sentidos, no dejan indiferente a nadie.
Entiendo que haya gente a la que no le gusten las fiestas navideñas, pero lo que no entiendo es ese afán de querer amargarle el dulce al resto.
No teníamos ya bastante con los típicos Grinch de la Navidad que nos recuerdan que todo es consumismo programado por el malvado capitalismo, para hacernos infelices y dependientes. No era suficiente el bombardeo constante de que para ser inclusivos hay que decir “felices fiestas”, porque desear una “feliz Navidad” está tomando un cariz de fascismo insoportable. Nada de esto era bastante para conseguir que descartemos esta festividad de nuestra sociedad, así que ahora resulta que la Navidad es además machista.
Por increíble que parezca, nuestra ministra de Igualdad, Ana Redondo, ha alertado de que “en la Navidad hemos encontrado a lo largo de los años repuntes de violencia, de violencias machistas, de violencias sexuales, también de violencias de género”. Y a continuación prosigue: “quiero transmitir desde aquí que el Estado funciona”.
Pues señora Redondo, a mí me lo va a tener que explicar mejor, porque no lo entiendo. ¿El Estado funciona, a pesar de que cada año hay más violencia hacia las mujeres? Entonces funciona para quién, ¿para los agresores y los violadores?
¿Para qué sirve ese ministerio?
Se inventa todo un Ministerio, con sus carguitos públicos correspondientes y sus sueldos astronómicos, como el de doña Ana, que ingresa casi 80.000€ al año, se le conceden cada vez más dinero y recursos que pagamos todos con nuestro esfuerzo, pero cada vez hay más violencia, más agresiones y más violaciones hacia las mujeres. ¿Y de quién es la culpa? De la Navidad.
Las leyes feministas no funcionan, el Ministerio de Igualdad no sirve para nada más que para derrochar dinero de nuestros impuestos, los juzgados se ven desbordados por denuncias de violencia de género que se interponen a la vez que las de divorcio, encontramos violadores reincidentes en la calle que vuelven a cometer actos atroces contra niñas y mujeres... ¿Y de quiénes son los responsables? Pues de los Reyes Magos de Oriente, seguramente.
El espíritu de la Navidad se cambia por el desasosiego de sentirse culpables por engañar a criaturas inocentes, que arrastrarán un trauma de por vida, al descubrir que el mundo verdadero es cruel y nada mágico
Y es que el espíritu navideño ya no es de paz y amor, ya no es el deseo de querer reunirse con la familia, de ser conscientes de lo afortunados que somos por lo mucho o poquito que tenemos y de querer compartir esa suerte con los que tienen menos. No es la nostalgia de las sillas vacías en la mesa de Nochebuena que ya no pueden llenarse por los que se fueron y no volverán, mientras tratamos de alegrarnos por poder compartir un asado con los que aún estamos. La magia de la Navidad no es ver la ilusón de los niños escribiendo la carta a los Reyes Magos o capturando dulces en una cabalgata.
El espíritu de la Navidad se cambia por el desasosiego de sentirse culpables por engañar a criaturas inocentes, que arrastrarán un trauma de por vida, al descubrir que el mundo verdadero es cruel y nada mágico. Ahora en la mesa familiar no hay que estar pendientes de si el abuelo está comiendo suficiente o de quién tiene que conducir luego para que brinde con sidra. Lo que hay que hacer es estar alerta por si tu cuñado hace algún chiste machista o tu padre no ayuda a tu madre en la cocina. Hay que estar muy atentos del lenguaje no verbal para detectar si nuestra prima sufre de malos tratos, porque, como todo el mundo sabe, lo que no ves en el día a día lo vas a ver en una cena de Navidad.
Pareciera que un Papá Noel diabólico se estuviera apoderando de las mentes de los hombres de este país y los convirtiera en maltratadores, solo porque es Navidad.
Bienvenidos a las felices fiestas progresistas, donde nada es feliz y las fiestas no son el amor, sino el horror y la violencia, el responsabilizar a los demás de nuestros problemas y el echar la culpa a otros de nuestros fracasos
No vayamos a pensar que esta violencia hacia las mujeres aumenta en estas fechas porque la gente sale más y hay más inseguridad en las calles cada año que pasa. No queremos que la gente asocie que una mujer puede tener problemas si decide ir sola a hacer las compras festivas, al volver a casa sola de la cena de empresa o al salir de fiesta una noche en la que un montón de desconocidos van borrachos por la calle y muchos son delincuentes con más de 50 antecedentes policiales... No. El problema está en las casas, donde el oscuro y maltratador espíritu de la Navidad se apodera de los hombres de la familia.
Así que atentos. Nada de relajarse ni de disfrutar de los nuestros en estas fechas. Desechemos la idea de que el espíritu navideño está en la unión, en el pensar en los demás, en el perdón y la reonciliación, en hacer balance de lo que es importante, para sacar la mejor versión de nosotros mismos.
Bienvenidos a las felices fiestas progresistas, donde nada es feliz y las fiestas no son el amor, sino el horror y la violencia, el responsabilizar a los demás de nuestros problemas y el echar la culpa a otros de nuestros fracasos. Donde se cambia la generosidad por la envidia y donde para mostrar nuestra mejor versión, lo mejor es señalar la peor de los que nos rodean.
Felices fiestas progresistas, señora Redondo. Que las disfrute.
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