Opinión

El nazismo del Dr. Mabuse

Que Rita Mestre haya llamado nazis a concejales de Vox en el ayuntamiento de Madrid es una demostración de la grandísima

Que Rita Mestre haya llamado nazis a concejales de Vox en el ayuntamiento de Madrid es una demostración de la grandísima incultura que está adherida a la propaganda de la izquierda española. Como iletrada parece no saber que Hitler, en su libro Mi lucha, había escrito que “la actividad de la propaganda me había interesado siempre en grado extraordinario. Veía en ella un instrumento que justamente las organizaciones marxistas y socialistas dominaban y empleaban con maestría. Pronto debí darme cuenta de que la conveniente aplicación del recurso de la propaganda constituía realmente un arte, casi desconocido para los partidos burgueses de entonces”.

Ella quiso hacer propaganda, pero no ha entendido que la postmodernidad ha tenido también efectos corrosivos en las viejas simplezas que antes podían funcionar. Hay cosas que, tras Zapatero y Sánchez, sólo sirven con población zombificada como se ha podido comprobar en las manifestaciones de apoyo al marido de Begoña o de asedio a los jueces. El nazismo aprendió de las barbaridades de los comunistas Lenin y Stalin los procedimientos totalitarios de control de masas. A partir de entonces, años 20 y 30 del siglo XX, todos quienes ansían alcanzar y mantener algún tipo de poder sobre poblaciones cada vez más numerosas y de forma transnacional no tienen más remedio que estudiar a los comunistas y a los nazis. Antes, eso se aderezaba con la psicología conductista, la de Pávlov en Rusia y la de Watson en EEUU, esos que consideraban que la administración de refuerzos y de castigos era la clave del dominio; ahora se añade el control directo que parece proporcionar la neurociencia y el manejo de datos masivos para la individualización de esa vigilancia. De ahí la obsesión por eliminar el dinero físico de modo que el digital pase a ser herramienta de intervención y sanción. Así, vamos del dominio de las masas mediante propaganda a un nuevo paradigma que ha inventado el capitalismo digital. Por cierto, que Corea del Sur tiene implantado un sistema de vigilancia digital abrumador que está generando procesos de autodestrucción alarmantes. El juego del calamar, recuerden.

Para las élites del régimen, lo que Hitler llamaba la aristocracia, había otro modelo educativo, no el de Goebbels para las masas. Las élites nazis copiaron los métodos de los colegios británicos

Ahora bien, una cosa es que la retórica de la propaganda de hace 100 años, en manos de gente como Rita Mestre, nos resulte rancia y otra ignorar que el ejercicio del nuevo totalitarismo haya abandonado el ancestral recurso a la administración del trauma, herida en griego. Tan ancestral como, por ejemplo, los sacrificios humanos de los aztecas. La barbarie no la inventaron los comunistas ni los nazis, estos la adaptaron a la tecnología de su época que permitía su masificación. La pulsión de destrucción está acechando en la humanidad, siempre al borde de lo inhumano, ahora también de lo transhumano.   

Joseph Goebbels, a los pocos días haber visto el estreno de la película de Fritz Lang, M. el vampiro de Düsseldorf, escribía en su diario el 21 de mayo de 1931: “Fantástico. Contra el sentimentalismo humanitario. A favor de la pena de muerte. Un día Lang será nuestro director.” El guión era de la esposa nazi del director, Thea von Harbou. Como también era hábil silbadora, fue ella la que grabó el famoso silbido pues al actor que interpretaba al asesino de niñas, Peter Lorre, no le salía. Lorre, que era judío, huyó de Alemania poco después del estreno y tuvo una brillante carrera en Hollywood.

Y en 1933 sucedió algo muy llamativo. Lang estrenó, también con guión de Thea Von harbou otra joya cinematográfica: El testamento del doctor Mabuse. Era el momento en el que Goebbels pensaba contar con el talento de Fritz Lang para sus operaciones de propaganda cinematográfica ya que estaba organizando su Ministerio Imperial para la Ilustración Popular y Propaganda. Se dedicó a controlar los medios de comunicación, es decir, todo, el arte, la información, el teatro, la radio, los periódicos, el cine, la educación. Mandó fabricar altavoces baratos para repartirlos por doquier: las calles, las fábricas, las escuelas. En realidad, siguiendo modelos comunistas, diseñó lo que hoy se ha rebautizado en EEUU como cultura transmedia. Para las élites del régimen, lo que Hitler llamaba la aristocracia, había otro modelo educativo, no el de Goebbels para las masas. Las élites nazis copiaron los métodos de los colegios británicos más exclusivos. Nada de mezclar dirigentes con esclavos. Metrópolis, recuerden.

El mismo Goebbels que alabó M. el vampiro de Düsseldorf prohibió El testamento del doctor Mabuse. ¿Por qué? ¿No era suficientemente nazi? Si ustedes la ven, se darán cuenta de que esta cinta muestra justamente una metodología de control social mediante el trauma y el caos como fuente de poder. La película contiene una actualización de El gabinete del Doctor Caligari (1920) -alguien con control mental a distancia, en cuyo guión intervino Lang- y retoma al comisario de policía que sale en M. el vampiro de Düsseldorf. Lang rechazó la oferta de Goebbels de trabajar en la propaganda nazi y se fue a Hollywood.

Han inventado la disciplina de manipulación llamada alfabetización mediática, para inculcar la idea de las fuentes de autoridad que, no por casualidad, coinciden con las instancias del poder

Para la propaganda actual, o cultura transmedia, son esenciales, entre otras, dos cosas: prohibir la verdad y decretar lo que son medios y lo que son pseudomedios. Para eso han inventado la disciplina de manipulación llamada alfabetización mediática, para inculcar la idea de las fuentes de autoridad que, no por casualidad, coinciden con las instancias del poder, esas que pueden administrar traumas. Intentan hacer creer a la gente que los medios autorizados no propagan bulos. Afortunadamente los no zombificados saben que su supervivencia depende de la verdad.

“Aquello que de ordinario denominamos “opinión pública” se basa sólo mínimamente en la experiencia personal del individuo y en sus conocimientos; depende más bien casi en su totalidad de la idea que el individuo se hace de las cosas a través de la llamada “información pública”, persistente y tenaz. La prensa es el factor responsable del mayor volumen en el proceso de la “instrucción política”, a la cual, en este caso se le asigna con propiedad el nombre de propaganda”. Lo escribió Hitler. ¿Por qué nos vienen a la mente imágenes de un doctor contemporáneo español y hacedor de traumas?

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