Hamás ha torpedeado la buena sintonía que se inició entre Israel y varios países árabes tras los acuerdos de Abraham propiciados por Trump: Arabia Saudí ha paralizado las negociaciones para la normalización de las relaciones con los israelíes y Oriente Próximo parece haber vuelto a la casilla de salida. El gobierno iraní —que consideraba esta normalización como “una puñalada a los palestinos”— estará descorchando agua con gas para celebrarlo; no en vano patrocina y entrena a Hamás, Hezbolá y Yihad Islámica Palestina. Hasta ahí, y dentro de la anormalidad de esta guerra que ya dura 75 años, todo normal.
Pero, ¿cómo pudo Hamás violar las defensas israelíes sin oposición? ¿Por qué no se enteraron de nada los servicios secretos? ¿Por qué tardó tanto tiempo en reaccionar su invicto ejército? Incluso se dice que Egipto les había avisado de que algo muy gordo se estaba preparando en Gaza. Netanyahu llevaba meses enfrentándose a protestas masivas por una reforma que socava la independencia de los jueces. ¿Permitió el atentado para que el pueblo dejara de manifestarse contra él y se uniera contra Hamás o es sólo que, como el resto de occidente, los judíos se han amariconado y esto les ha pillado en bragas?
Tratar de entender el galimatías palestino-israelí puede ser una pérdida tiempo, es más productivo calcular qué consecuencias pagaremos nosotros. Europa lleva años enviando a Palestina muchos millones de ayuda al desarrollo, pero Gaza todavía depende de Israel para tener agua y luz. Tras el atentado del pasado 7 de octubre, Hungría propuso cerrar el grifo —valga el juego de palabras—, pero finalmente la UE ha prometido una auditoría para ver si se lo han gastado en vino. Si no han conseguido averiguar qué ha hecho Pedro Sánchez los fondos Next Generation, imagina lo que podrán investigar en uno de los lugares más corruptos y bombardeados del mundo, en el que las oenegés —perejil de todas las salsas— son empresas subsidiarias de los terroristas. Además, probablemente tendrían que empezar por comprobar si parte del dinero no se habrá quedado en los bolsillos eurodiputados y euroaltosfuncionarios. Todos sabemos que la UE no va a hacer nada, excepto seguir mandándoles nuestro dinero.
Si estas diletantes realmente quisieran ayudar, iniciarían la única revolución que queda pendiente: la de la mujer en el mundo musulmán
Si nos dieran a elegir entre vivir en Israel o Palestina, la mayoría elegiríamos Israel, especialmente las mujeres. Ni siquiera las empoderadas Yolanda, Irene e Ione —y no digamos ya la inefable Elizabeth Duval, que no saldría viva de Gaza— soportarían más de dos días en un lugar en el que sólo somos máquinas de parir suicidas. Si estas diletantes realmente quisieran ayudar, iniciarían la única revolución que queda pendiente: la de la mujer en el mundo musulmán. Aunque entiendo que cuando se metieron en política para salvar a la gente, no entraba en sus planes ser asesinadas donde Cristo pegó tres voces —literalmente—; quizá habría que encargar la evangelización feminista a la Comisión de Derechos de las Mujeres e Igualdad de Género de la UE y a los cascos azules de la ONU. Pero nuestras revolucionarias patrias podrían empezar a luchar aquí, y exigir que se condicionen las ayudas sociales a la integración de las mujeres musulmanas. Que sólo puedan acceder a ellas aquellas familias en las que las mujeres sepan leer y escribir, chapurreen español y conozcan sus derechos. Y, para ello, el Estado les enseñará a leer, escribir, hablar español y conocer sus derechos. Y sólo cuando superen un difícil examen, sus familias podrán solicitar ayudas ¿Qué mejor chiringuito para colocar a todas las feministas pelomorado? Además, de paso, dejaríamos de ser destino favorito de los inmigrantes fundamentalistas.
Misoginia musulmana
Tras 75 años de conflicto, se diría que la única solución es que sólo quede uno de los contendientes, y tal vez ese sea ahora el objetivo de Israel: convertir Gaza en un lugar invivible para que los gazatíes se marchen. ¿A dónde? El rey Abdalá II ha dejado claro que ni Egipto ni Jordania acogerán refugiados palestinos. Pero no te preocupes, seguro que la UE pondrá una alfombra roja a todos los que quieran venir a disfrutar de nuestra libertad sin abandonar sus costumbres medievales. Medioevo que nos impondrán cuando sean mayoría o, simplemente, una minoría aupada por la izquierda: sólo tienes que cambiar Bildu por Partido del Profeta. Y mientras esa izquierda feminista grita consignas a favor de la misoginia musulmana, un hombre con un ciclomotor y un kalashnikov siembra el pánico en Bruselas. Pero no lo detienen en el acto, permiten que esté varias horas dando vueltas porque quieren que tengamos miedo. Las FSE no están para protegernos de los invasores, sino para proteger a la élite de nosotros. Si nuestros gobiernos quisieran ayudarnos, nos dejarían defendernos. O, cuando menos, controlarían la inmigración ilegal y expulsarían a todo el que entre en Europa sin permiso y a quien delinca o esté en el radar de la policía por radicalización.
Pero no lo harán.
Harán lo mismo que con el covid: aterrorizarnos y confinarnos en nuestras casas mientras el enemigo se apodera de nuestras calles.
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