Cuando Nicolás Redondo accede a la Secretaría General de la UGT en 1976, España era un polvorín. En lo político y en lo económico. No era sencilla la tarea que le asignaba la historia a un humilde militante socialista y sindicalista en la clandestinidad. Hoy, cuando su vida llegó al final, se podría decir que, con los medios que tuvo a su disposición, hizo lo que pudo, y fue mucho. A él, y a la generación de líderes de nuestra transición política del 78, nadie podrá quitarles el mérito histórico de una democracia liberal construida en las circunstancias más adversas.
En aquel momento, la economía española solo producía malas noticias y tensiones sociales de muy difícil gestión. En meses, la inflación llegó al 28%, los tipos de interés, al 22%, y el paró crecía sin parar. La UGT y Nicolás Redondo, en ese contexto, debían definirse sobre los Pactos de la Moncloa. No lo tenían fácil. Sobre todo, si se tiene en cuenta que en aquel momento dominaban el movimiento obrero las actitudes anticapitalistas. Con muchas dificultades, se puede decir que -más en los hechos que en las declaraciones- su aportación fue muy positiva.
Con mucha oposición interna, votó a favor del acuerdo nacional como diputado. Y sabía que era necesario apoyarlo para el bien de la nación que se encontraba en un momento crítico. Es una época en la que el sindicalismo anarquista de CNT y de otras corrientes de extrema izquierda tenían enorme protagonismo entre los trabajadores
Seguramente, en los textos históricos va a dominar su oposición a las condiciones de aquel pacto de rentas, pero no hubiera sido posible sin la actitud responsable del líder ugetista. Con mucha oposición interna, votó a favor del acuerdo nacional como diputado. Y sabía que era necesario apoyarlo para el bien de la nación que se encontraba en un momento crítico. Es una época en la que el sindicalismo anarquista de CNT y de otras corrientes de extrema izquierda tenían enorme protagonismo entre los trabajadores.
Si algo marca la historia del sindicalista fallecido es su relación competitiva con CCOO. Era el sindicato del Partido Comunista, como la UGT lo era del PSOE. El sindicalismo socialdemócrata se fue abriendo paso en un terreno de juego dominado por la estrategia del PCE, que tenía en la fuerza que le daba su ventaja sindical su principal baza. Con esas armas se sentaba Santiago Carrillo en la mesa de los Pactos de la Moncloa. Esa circunstancia le hizo dudar a Redondo sobre la conveniencia de apoyar los pactos, sobre todo al ver que la urgencia política marginó las reivindicaciones sociales. Dominaba, obviamente, el objetivo de la transición a la democracia.
Nicolás Redondo acusaba a CCOO de “apoderarse del aparato sindical franquista en beneficio propio”. No le faltaba razón. Carrillo y el PCE estaban convencidos de poder instrumentalizar la organización sindical que crearon para dominar “el espacio” de la izquierda española. Fracasaron, y el líder ugetista tuvo mucho que ver en ello. Aunque, en el frente sindical, la estrategia comunista de competencia con el PSOE tuvo más suerte que en el electoral. A pesar de todo, UGT creció con fuerza y contribuyó decisivamente a la victoria contundente del PSOE sobre el Partido Comunista.
Hoy, el PSOE y UGT están mas cerca de las tesis de PCE y CCOO que lo que nadie podría haber imaginado nunca
Aunque ese conflicto marcó contundentemente la trayectoria de Redondo y UGT, la marca socialdemócrata, más proclive al pacto social, está presente desde los inicios en su trayectoria política y sindical. Nicolás Sartorius, principal ideólogo de CCOO, escribió en mayo de 1976 un artículo titulado “No al pacto social” que reflejaba el marco de juego que Nicolás Redondo no podía ignorar. En ese pulso, no siempre mantuvo la distancia con las organizaciones comunistas que los sindicatos socialdemócratas del norte de Europa sí lograron sostener.
Curiosamente, hoy Sartorius, sin negar su condición comunista, es una autoridad dentro del PSOE desde la socialista Fundación Alternativas que dirige, en tanto al hijo de líder de UGT fallecido le abrieron hace poco un expediente de expulsión del partido. Signo de los nuevos tiempos, en los que en España la dirección de la política laboral del gobierno de Pedro Sánchez la sustenta Yolanda Díaz, del PCE y de CCOO. Me pregunto si eso, con Nicolás Redondo en activo, hubiera sido posible sin generar conflicto. No lo creo. Hoy, el PSOE y UGT están mas cerca de las tesis de PCE y CCOO que lo que nadie podría haber imaginado nunca.
Nicolás Redondo fue un líder imprescindible para la transición democrática y sus circunstancias dramáticas, pero UGT hubiera necesitado otro enfoque para adaptar la acción sindical a las exigencias de la nueva globalización y los cambios tecnológicos. Dejó la dirección de UGT en 1995. Otros liderazgos debieron hacer el trabajo, pero no aparecieron. De la “flexiseguridad”, santo y seña del éxito y prestigio social de los sindicatos socialdemócratas reformados en Europa, no hay señales. Ni la flexibilidad para adaptar las empresas a la competencia ni la seguridad para los trabajadores con las políticas activas adecuadas. Pero de eso no tuvo la culpa el bueno de Nicolás Redondo. Como dicen los chilenos, él hizo su pega cuando le tocó. ¡Gracias!
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