Existe una manida anécdota de dudosa veracidad que cuenta cómo los esquimales tienen más de 40 términos diferentes para describir la nieve: que si la nieve cayendo, que si la nieve-hielo, que si la nieve parece bastante apetitosa… No hay duda alguna de que si un inuit callejeara hoy por la capital se quedaría sin palabras ante el helado barrizal acumulado por las aceras de la ciudad madrileña.
Tras más de una semana de la borrasca 'Filomena', Madrid sigue de resaca postvacacional: la vuelta al cole se retrasa más de una semana porque las escuelas se mantienen cerradas; los ciudadanos circulan junto a los automóviles porque las calles siguen cubiertas de una nieve que ha cambiado de color y que se ha transformado en una enorme y resbaladiza placa de hielo; los cubos de basura rebosan desechos por que los servicios de limpieza llevan siete días sin recogerlos; médicos en guardias de 48 horas que, aunque cansadas, debieron ser relativamente tranquilas, pese a que el incremento de los casos covid en urgencias se juntaran con las fracturas y contusiones por los resbalones más aparatosos, ya que la incomunicación de los hospitales por las carreteras bloqueadas imposibilitaron cualquier tipo de desplazamiento; la Cañada Real que ya se encontraba sin luz permanente se convierte en un infierno helado con el temporal. En general, el 2021 pinta igual de caótico que el temido doble 20.
Con todo esto, el Gobierno de Madrid intenta esconder el polvo (o la nieve) debajo de la alfombra, pidiendo responsabilidad ciudadana a los madrileños y que, pala en mano, aporten su granito de arena en la limpieza de las calles, mientras que en ruedas de prensa, la presidenta Ayuso afirma que “nadie, ni la propia AEMET, ni el 112, ni Fomento, nadie fue capaz de detectar semejante borrasca". Explicaciones que recuerdan mucho a las típicas declaraciones a las que ya estamos acostumbrados por parte del epidemiólogo de Schrödinger favorito de todos, don Fernando Simon.
No quiero que se me malinterprete, la solidaridad, la cooperación y las redes vecinales han sido una ayuda completamente necesaria en un evento tan catastrófico como el acontecido. El apoyo mutuo entre individuos es la única forma de hacer frente a un momento como el que hemos vivido y es un orgullo ver cómo los ciudadanos han actuado de manera ejemplar y comprobar cómo están dispuestos a dar todo lo posible para paliar las circunstancias más adversas. Desde quienes hacen de chofer de emergencia con sus 4x4 a quienes forman y organizan patrullas de limpieza. Pero, hacer como la presidenta de la Comunidad y responder a los problemas ocurridos proponiendo que esta situación era impredecible es ridículo. ¿Qué ha sido inusual? Sí. ¿Qué es difícil de manejar? Sin duda alguna ¿Qué es un putadón? También. Pero, ¿indetectable? Eso sí que no. Haciendo un repaso rápido, la proclamada Agencia Estatal de Meteorología se despedía del 2020 alertando el día 31 de diciembre que para la llegada de los Reyes Magos había que estar atentos a las sorpresas. Pero los pronósticos, aunque sean acertados, no valen de nada si se les hace caso omiso.
Si bien, más allá de acusaciones por ineficiencia a los órganos de gobierno, quiero compartir un pensamiento que he ido rumiando durante estos días sobre cómo han actuado los medios de comunicación a la hora de tratar la borrasca. Desde que empezó a nevar el día 8 ha pasado a ser el monotema que los noticiarios e informativos utilizan como superglue entre los contenidos de su parrilla televisiva. Era sorprendente ver cómo Ferreras lograba hacer malabarismos pasando de hablar del asalto al Capitolio por parte de los trumpistas a hacer conexión en directo con un reportero en plena calle que señalaba al cielo y que afirmaba sin miedo a equivocarse “está nevando”. Esa estrategia de intercalar eventos que uno puede corroborar mirando afuera desde la ventana entre acontecimientos que están fuera del alcance de la mirada, es la forma principal que se tiene para lograr ganar confianza con la audiencia. No es de extrañar que este comportamiento se haya visto en la última semana desde los programas matutinos con Ana Rosa o Susana Griso a los canales de 24 horas, donde el tema principal a tratar entre vacunas, nuevas restricciones y el aumento de los casos de covid, ha sido la nieve.
Efectivamente, la nieve ha sido un suceso histórico y sus consecuencias aún son visibles, pero me sorprende ver que cual ha sido el tratamiento de la noticia: memes frívolos, anécdotas sobre guerras de nieve en la Gran Vía, expertos que comentan las ganas que tienen de “que se quite ya todo”, reportajes mamporreros de jóvenes que ayudan a mayores a cruzar la calle o crónicas baratas a pie de calle donde el reportero se centra en apuntar al suelo, mientras señala lo obvio, que es, al fin y al cabo, que ha nevado.
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