Lo cantaba Gil de Biedma y se lo dedicó luego Umbral a Isabel Tenaille, musa de la tele cuando la Transición. Ahora llega Isabel Díaz Ayuso, no a la tele sino a la primera línea de la política. Pablo Casado la ha colocado en el frontispicio electoral por Madrid y se ha armado un gran revuelo. Inexperta, desconocida, sin trayectoria…hasta “candidata de Federico”, dijeron en la Cadena Ser.
En las zahúrdas del PP se desatan las intrigas. Está ahí por ser amiga del jefe, dicen los del colmillo enfangado. Niña Isabel, ten cuidado. En especial, con los tuyos. Hay que escucharlos estos días. Vaya recua ponzoñosa. Casado se jacta de haber redondeado la ‘integración’ del partido tras el desgarro de las primarias. Será de algunos. Los hay que andan por ahí escupiendo veneno. A escondidillas. O en cabildeos con periodistas, como esas efémeras de Galdós, que difamaban a todo bicho viviente por el Madrid de Cánovas.
Isabel conoce el paño. Lleva más de diez años entre bastidores, desde sus incipientes pasos en Nuevas Generaciones, pasando por los equipos de Esperanza Aguirre y de Cristina Cifuentes hasta su nombramiento al frente de la comunicación del partido en Madrid. De ahí, a la candidatura a la Comunidad. Es desenvuelta sin llegar al descaro, de palabra fácil, agradable de trato y leal. “He quemado mis naves, me apunto al equipo de Casado”, confesaba en privado antes de que arrancara la incierta contienda por la sucesión de Rajoy. Por entonces, algunos titubeaban y optaron por Soraya, la apuesta segura. Pocos han recibido su merecido. Es más, unos cuantos aparecen incluso en el vértice de la organización, con cargos pintureros y sueldos lustrosos. O bien encajados, como camaleónicos candidatos en alguna lista provinciana.
Los peores son los de dentro, los que esperan su guarrazo, su derrota, su hecatombe. Bien lo sabe ella, que se fía lo justo, como en ‘La Eneida’
Tuvo Isabel una gloriosa semana de comparecencias en los medios, cuando ya se intuía bendecida por el dedo decisivo. Recorrió los platós, los estudios, los micrófonos, las redacciones, con un verbo inaudito y un mensaje directo. Todo lo que se quería escuchar en el PP y pocos se atrevían a pronunciarlo. Sin complejos. Es el lema de Casado, derecho y al toro. En un partido marianizado, donde la postura más adecuada era la de perfil, donde había que evitar el ruido, no armar barullo y esperar a que escampe, Isabel cogió la senda de Casado y arremetió contra lo vedado. Se despachó bien a gusto. Alguna locutora aún se pellizca perpleja al recordar la entrevista.
Como siempre, son peores los de dentro, los que esperan su guarrazo, su derrota, su hecatombe. Bien lo sabe ella, que se fía lo justo. Como en ‘La Eneida’: “¿Quieres que confíe en ese monstruo? ¿Quieres que ignore lo que esconde la apariencia de un mar tranquilo y de unas olas calmas?” Tiene clichados a los torpes, a los tibios, a los huidizos y, sobre todo, a los malvados, en su mayoría una gavilla de cretinos mefistofélicos. Son minoría, pero se mueven rápido, como el rayo y como una tigresa encinta.
Le reprochan que no hable mal de Vox, “la extrema derecha” según Feijó; que no se cisque en Abascal, a quien bien conoce, con quien compartió esfuerzos, siglas y colores
Le reprochan que no hable mal de Vox, “la extrema derecha” según Feijó; que no se cisque en Abascal, a quien bien conoce, con quien compartió esfuerzos, siglas y colores. “En la batalla hay que eludir y evitar el enfrentamiento con el amigo que se halle en campo contrario”, aconsejaba Epaminondas. Están al acecho, difunden sus patinazos, que los tiene, como lo de dejar el PP de haber ganado la vice, subrayan sus dudas y, en general, la denigran o la desprecian. Son los que piensan que es mejor perder la viña que litigar por ella.
Niña Isabel, ten cuidado. Madrid es una plaza a medio conquistar. El PP gobierna dificultosamente la Comunidad con el báculo de un partido inhóspito. Ahora se trata de asegurar la posición y blindar el fortín. “El resto, déjalo a los dioses”.
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