Opinión

Niños malos

A los ciudadanos españoles normales, que sólo buscan trabajar honradamente y que les dejen disfrutar de su tiempo libre en paz, no les acaba de salir a cuenta lo de seguir las normas.

A mis hijos les he dicho que sólo pueden pedir tres juguetes. Más es de niños caprichosos. Y a Sus Majestades no les gustan los niños caprichosos. Se dice que la tragedia de toda joven es convertirse en su madre. Mi yo-niña me odiaría al verme decir a mis enanos lo mismo que yo escuchaba de pequeña. Sólo tres. Una vez sentí tanta rabia que empecé a elaborar lo que pensaba que sería una carta infinita de regalos. Con el sexto regalo se me acabaron las ideas, pero quise mantenerme firme en mi resolución y empecé a pedir cosas que me daban igual, como un disfraz de vaquero o una Barbie. Odiaba las Barbies. Sigo odiándolas. Lo que importaba era la revolución, especialmente después de la estaca en el corazón que me habían clavado los Reyes el año anterior. Les cuento.

En mi clase había una niña, Marta, que era un horror como alumna: siempre andaba liándola parda y lo de no suspender en los exámenes era un concepto que no iba con ella. Un día, ya cansada, le dije que no le iban a traer nada los Reyes si seguía así. Se carcajeó en mi cara diciendo “¿Cómo que no? Me dejarán un ordenador, una bici, unos patines, la Barbie y su mansión, Ken y la moto acuática y muchas cosas más”. No te van a traer nada, Marta. No sólo te portas muy mal, sino que te pides más de tres cosas y muchas muy caras.

"...por eso ahora quiero que venga un terremoto o algo así, para que nos lleve a todos por delante ya que, con un Santa Claus como tú, tan incompetente y falso, mejor que nos trague la tierra"

Al volver de las vacaciones de Navidad se dirigió a mí directa, exultante: “¡Me han regalado todo!” Rezumé rabia. Gomaespuma consiguió más tarde exorcizar a mi furibunda niña interior con su famosa “Carta de un niño español a Santa Claus”, escrita un 26 de diciembre por Nano, un niño indignado porque haberse comportado de diez no le había servido absolutamente para nada. Les copio un extracto, para que no crean que las palabrotas son autoría mía:

“[todo este año yo] hacía recados sin cobrar, ayudaba a los viejecitos a cruzar la calle y no había nunca algo que no hiciera por mis semejantes, y sin embargo ¡qué huevos los tuyos, Santa Claus! Es que... dejar debajo del arbolito una puta peonza, una mierda de trompeta y un maldito par de calcetines, ¡qué cagada!

¿Qué coño te has creído barrigudo? O sea que me porto como un imbécil todo este año para que vengas con una mierda de este calibre; y no conforme con eso, el maricón del hijo de la vecina, que es idiota y sin educación, malcriado, desobediente que le grita a su mamá, a ese tonto de las pelotas le trajiste de todo lo que te pidió. Por eso ahora quiero que venga un terremoto o algo así, para que nos lleve a la mierda a todos ya que, con un Santa Claus como tú, tan incompetente y falso, mejor que nos trague la tierra.”

No podía dejar de reír la primera vez que la escuché. Pero oye, entre broma y broma, la verdad asoma. Y la verdad es que a los ciudadanos españoles normales, que sólo buscan trabajar honradamente y que les dejen disfrutar de su tiempo libre en paz, no les acaba de salir a cuenta lo de seguir las normas. Ya no es que apenas les llegue para pagar las facturas y la carne y el pescado se hayan convertido en un bien de lujo. Ya no es que les estén friendo a impuestos. Es que, además, desde el gobierno se les acusa de derrochólicos, contaminantes, racistas, violadores, fascistas y todo que se les ocurra, mientras indultan a cascoporro y preparan el camino para la disolución de la nación española. Y yo lo que me pregunto es si en algún momento nos convertiremos en Nano -incluyendo mucha gente de izquierdas- y mandaremos a freír espárragos a Frankestein en las urnas y en el discurso público, o si seguiremos permitiendo que unos cuantos niñatos mimados lo echen a perder todo y, aún así, todas las noches sean noche de Reyes para ellos.

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